Gemelo del lanzado en 2018, espera en Cabo Cañaveral, donde un grupo de ingenieros argentinos controlará su partida en los próximos días, tras meses de demora por la pandemia.
En realidad, el satélite debería estar dando vueltas por el planeta cada hora y media, de polo a polo, desde ayer, pero no pudo ser “por circunstancias de la base, a cargo de la empresa SpaceX, ya sea por cuestiones metereológicas o prioridades del propio gobierno de EE UU, además de nuestra propia realidad, que no podemos lanzar cualquier día por razones técnicas”, expresa a Tiempo Fernando Hisas, el gerente de Proyectos Satelitales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).
La puesta en órbita de este satélite completa la Misión Saocom, que junto a los cuatro satélites –los COSMO-SkyMed– de la Agencia Espacial Italiana (ASI) conforman la constelación SIASGE (Sistema Ítalo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias).
“Este satélite lleva un solo instrumento, que es el radar de apertura sintética (SAR), que permite obtener imágenes únicas del suelo. Por la banda de frecuencia baja que tiene puede penetrar el follaje de los bosques, llegar a la superficie de la tierra e incluso penetrarla. A través de algoritmos calibrados se puede inferir y estimar con bastante precisión la humedad de los suelos”, se entusiasma Hisas, quien considera que este es “un producto primario importante para que el país genere otros subproductos”.
El especialista se refiere a la “productividad agropecuaria, que tiene que ver con el manejo de las emergencias, porque podemos saber qué suelos están saturados o no de agua en la zona pampeana, por ejemplo, y permitiría anticipar riesgos de inundaciones y seguir esa evolución, sea de día o de noche, esté nublado o no”.
La ingeniera electrónica Josefina Pérès es la jefa del proyecto Saocom y responsable del instrumento SAR. “Muchos de los datos que provea la constelación van a terminar de procesarse tiempo después incluso de la vida útil de los satélites, porque todo esto abre ventanas de conocimiento continuo, como la aplicación de la Inteligencia Artificial para la lectura y el registro de la información”, dice la subgerenta de Proyectos Satelitales de la CONAE.
En los papeles, estos satélites tienen una utilidad de entre cinco años y medio y siete, pero pueden durar más del doble de lo estipulado. De todas formas, la CONAE comenzará a trabajar a la brevedad en la renovación de estos satélites para que, a partir de la experiencia, se mejoren las tecnologías que llevan, pero siempre brindando el servicio.
Pérès tiene la experiencia de haber estado en el lanzamiento del hermano gemelo del Saocom 1B, el 1A, y advierte que el escenario ahora es diferente. Ante el éxito de la misión, no habrá abrazos ni besos. Será el corolario de un proceso atípico que comenzó varios meses atrás, cuando a mediados de febrero el satélite partió desde el aeropuerto de Bariloche a Estados Unidos, para ser enviado al espacio cerca del 30 de marzo.
El coronavirus cambió los planes. Los ingenieros argentinos debieron volver al país apenas declarada la pandemia, y recién ahora se presentó esta nueva oportunidad. Por eso, una reducida delegación de técnicos, con el director ejecutivo de la CONAE, Raúl Kulichevsky, a la cabeza, secundado por el representante de la gerencia general de INVAP (contratista principal del proyecto), Guillermo Benito, se encuentran en Florida desde principios de mes, donde tras cumplir una estricta cuarentena, pusieron a punto el satélite, y serán quienes estén codo a codo con los operarios de la empresa del magnate Elon Musk. En la Argentina, en tanto, y de manera remota, la misión será controlada desde la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba y Río Negro.
Tronador, para lanzar de local
“Me parece que estamos ante un momento bisagra para la Argentina. Puedo sonar exagerado, pero no me equivoco al decir que el país tiene que exportar tres toneladas de soja para poder importar un iPhone que pesa 300 gramos”, describe Fernando Hisas, gerente de Proyectos Satelitales de CONAE, quien se ilusiona con la idea de “agregar valor tecnológico y conocimiento” a nuestros productos, y que la industria satelital sea la punta de lanza para ese desarrollo.
Podría decirse que, con el aporte de mayores recursos a partir de la gestión de Néstor Kirchner, y con altibajos durante el último gobierno de Cambiemos, la conquista del espacio se ha convertido en una política de Estado. Así es que hay cientos de científicos e investigadores, tanto del ámbito privado como del público, dedicados al desarrollo satelital.
Y también de lanzacohetes, como los proyectos Tronador 2 y 3, que se construyen en Bahía Blanca, que no hubieran podido lanzar el Saocom 1b (que pesa tres toneladas, mide 4,5 metros de altura y un metro de radio), pero sí podrán poner en órbita satélites de menor tamaño y peso.
Serán las bases de lanzamiento de las nuevas generaciones de satélites argentinos, que no van a depender de otro país para surcar el cielo.
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