Desde una fábrica de baterías de litio hasta la producción de alimentos, de aceite de cannabis a polos tecnológicos, cómo es el rol estratégico de la educación superior pública de la Argentina.
Energía. Alimentos. Educación. Salud. Tecnología. Las áreas estratégicas del país son tan vastas como su territorio. En todas aparece alguna universidad articulando, formando o incluso fabricando. Es el caso del litio. Argentina es el cuarto productor mundial. Pero en gran medida se lo extrae y exporta como materia prima, decisión de las provincias norteñas que manejan el recurso. Sin embargo en los últimos meses la idea del gobierno nacional fue impulsar el procesamiento del “oro blanco”, clave para dispositivos móviles, autos eléctricos y fuentes renovables. Así nació UniLiB, emplazado en el Centro de Innovación y Transferencia Tecnológica de la UNLP (que ya había creado el triciclo eléctrico, el EcoBus y el Ecoauto), un predio que reúne viejos galpones de la ex Obras Sanitarias reciclados y renovados. La planta podrá llegar a producir 300 celdas por día y tendrá una capacidad anual de 13 MWh, equivalente a unas 50 baterías para colectivos eléctricos. Ahora buscan replicarlo en Santiago del Estero, en un acuerdo firmado esta semana con la Universidad Nacional de esa provincia.
La Escuela de Oficios de la UNLP y al Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA) harán otra tarea inédita: formar a los primeros 45 profesionales y técnicos que operarán la fábrica. No hay experiencia previa sobre este campo en el país.
Del verde al celeste
No solo es blanco el oro. También hay verde. El cannabis es una industria que le puede dar a la Argentina –en un escenario conservador– 10 mil nuevos puestos de trabajo en los próximos diez años; 500 millones de dólares en ventas al mercado interno y otros 50 millones de exportación. La Rioja está a la vanguardia de ese desarrollo, con la empresa estatal Agrogenética Riojana y la Universidad de La Rioja (UnLaR) como estandartes. Cuentan con un programa de mejoramiento genético y obtención de variedades con fines medicinales. Buscan producir una “cepa argentina” y están a punto de concretar el primer aceite cannábico universitario. Mientras, la universidad capacita a médicos, farmacéuticos, bioquímicos, enfermeros y a estudiantes de toda la región. No es la única: la Universidad de Tucumán anunció que buscará especializarse en litio, energías renovables y cannabis medicinal. Catorce investigadores visitaron Jujuy para formarse en esos temas. Estuvieron en el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de esa provincia (Cidmeju), ubicado en Palpalá. Allí, el 5% de lo que se saca de la producción de litio va a la Universidad de Jujuy.
En la última década se da otro fenómeno singular en el mundo universitario: una mirada más atenta y estratégica hacia el mar argentino. Desde el estudio de especies (esta semana anunciaron en Chubut un biobanco con más de mil muestras de organismos marinos de la región), el desarrollo pesquero o la incidencia del cambio climático, hasta el potencial energético de nuestras aguas. La mayoría aglutinados en esa megainiciativa oficial llamada Pampa Azul. Un grupo de investigadores de la Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN BA) busca instalar el primer prototipo convertidor de energía undimotriz del país en el mar. Dos boyas de tres metros de diámetro capturan el movimiento ondular de las olas y luego ese lento movimiento ingresa a una cadena cinemática de engranajes que lo transforman en un rápido desplazamiento giratorio uniforme, entrando a un generador que produce energía eléctrica, limpia y con un gran potencial. Un solo dispositivo puede generar 30 kw por hora. Cien equipos (o sea, 200 boyas) podrían suministrar energía a 5000 hogares.
Servir a la sociedad
La planificación en transporte también es esencial para el proyecto del país, ya sea en infraestructura, movilidad, estrategia, e incluso en la formación del personal para lograr mayor seguridad vial. En la Universidad de Lanús (UNLA), estudiantes y docentes de Tecnologías Ferroviarias desarrollaron un simulador de trenes inédito: las imágenes proyectadas son las mismas que ven los conductores del Roca ramal Constitución-Ezeiza porque se hizo en base a imágenes grabadas.
“El objetivo primordial de las universidades en el siglo XXI debe ser conducir la investigación hacia los problemas acuciantes de la sociedad, promover la aplicación del conocimiento a los problemas sociales y preparar a los estudiantes a fin de que sirvan a su sociedad –planteó la rectora de la UNLA, Ana Jaramillo–. Asumir la misión colectiva de la universidad pública para el presente y el futuro del país”.
En su Planta de Producción de Medicamentos, la Universidad de Rosario (UNR) elaborará antivirales para tratar el HIV en mujeres e infancia, antiparasitarios para enfermedades desatendidas como el Chagas, y formulaciones destinadas a cardiopatías pediátricas. La textil Kovi, el Conicet, la UBA y la Universidad de San Martín (Unsam) habían hecho los ya famosos barbijos Atom Protect. Este mes lanzaron al mercado “colitas anti–piojos” con halos de repelencia que los ahuyentan y otra tela con nanotecnología que repele pulgas para las mascotas. La Universidad de Misiones (UNM) encaró un programa de desarrollo de nanosatélites junto a la provincia y a la empresa científico–tecnológica FANIoT; y universidades como la de Córdoba, la del Litoral y la del Comahue avanzan en estudios y diseños de casas en seco o prototipos de “viviendas de emergencia” con eficiencia ambiental. Un equipo interdisciplinario del Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (Imbecu), dependiente de la UNCuyo y del Conicet, trabaja en el desarrollo de un extracto natural de la yerba mate, con métodos innovadores y un objetivo mayor: que ayude a prevenir el cáncer de próstata, el de mayor incidencia y mortalidad en la población masculina de Argentina.
A este pantallazo (imposible enumerar todos los proyectos en una sola nota) hay que sumarles los polos tecnológicos. La Universidad del Noroeste de Buenos Aires (UNNOBA) tendrá el primero virtual del país: VINTECAR 4.0, y La Matanza contará con su Polo Tecnológico de la Innovación a lo largo de diez hectáreas. Entre las sierras del centro bonaerense emerge el «Silicon Valley» tandilense. Impulsado por la Universidad Nacional del Centro, está conformado por 50 empresas que cada mes facturan cerca de 8 millones de dólares. El 70% se exporta a mercados de todo el mundo. Los más de 1700 profesionales tienen un promedio de edad de 25 años, y llegan a cobrar 2300 dólares. Un fiel reflejo de que en la Argentina universitaria y tecnológica, el futuro ya llegó.
En La Rioja inauguraron hace dos meses el Polo Tecnológico, con foco en la Economía del Conocimiento (similar a otros creados recientemente, por ejemplo en San Juan), lo que dejó traslucir un desafío del mundo universitario: vencer el histórico centralismo. “Argentina tiene una tradición enorme en ciencia y tecnología, sin embargo un 85% está concentrada en la zona central y metropolitana –remarcó el ministro Daniel Filmus–. No existe en otro ámbito tanta desigualdad como en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Es un derecho natural que todos nuestros chicos y chicas se puedan desarrollar en el lugar donde nacieron y no tener que buscar otros territorios, que tengan el derecho a decidir. Esta es una de las principales preocupaciones que tenemos que atender”. Esta semana el Ministerio adjudicó 13 proyectos de 25 instituciones públicas y privadas por $ 1170 millones “para promover el cambio estructural del sistema energético nacional”, desde un Centro Nacional de Baterías de Litio hasta plataformas para la conversión de energía de olas.
Energía, movilidad, cannabis. ¿Qué falta? Los alimentos, claro. La de Quilmes (UNQ), la de San Juan (UNSJ), la del Noroeste de la Provincia (UNNOBA) tienen ingenierías y tecnicaturas en producción de alimentos. Lo que poco se conoce en la Argentina es que las universidades también producen. No tanto para exportar sino, sobre todo, para abastecer a las poblaciones más necesitadas de nuestro país. La UNQ fue pionera hace casi dos décadas, cuando creó una supersopa de verduras, carne y arroz en latas de 4 litros que podían conservarse por dos años. Otras se sumaron en los últimos años con la idea de desarrollar alimentos de calidad, con valor nutricional y fáciles de cocinar que pueden utilizarse en comedores o en contextos de emergencia, como inundaciones. La de Santa Fe en 2003 sentó las bases para los guisos deshidratados de la Universidad del Litoral (UNL). Tienen 400 calorías por porción (lo que la FAO recomienda en niños con edad escolar), y entre un 14 y un 16% de proteína. “No necesitan cadena de frío y tienen una vida útil de seis meses. Solo necesitan agua y cocción”, explican.
En el último tiempo avanzaron otras como la de San Luis (realizó 300 kg. de guisos deshidratados que fueron donados al comedor Mis Peques de Villa Mercedes) y la de La Plata, también motivada por las inundaciones del 2013. La planta de la UNLP tiene una capacidad instalada de 4000 kilos por mes de tres variedades de guisos, y la producción puede escalar a 100.000 porciones diarias. El costo de cada una no supera los 80 pesos.
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Que horizonte prometedor, que no lo difunden nada mas que ustedes.
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