El cuarto paro internacional fue una demostración de poder del movimiento feminista, que marcó la agenda de cara a 2019. Una marcha marcada por las nuevas generaciones y el grito: "Niñas, no madres".
El crecimiento social y político del movimiento feminista parecería inalcanzable, a pesar de las cifras de femicidios y travesticidios que crecen y abruman, y del avance de los sectores antiderechos que obligan a parir a niñas violadas. Símbolo de que el afán propositivo no cesa es el extenso documento que se consensuó a lo largo de cuatro jornadas de intensos debates en las asambleas organizativas.
El grito más fuerte se dio contra el ajuste económico y social del gobierno de Mauricio Macri, que en sus tres años de gobierno dejó en la calle a miles de trabajadoras mujeres, y las que lograron permanecer en sus empleos ganan menos que los hombres, en una brecha que es del 27%, que llegó a bajar al 22% hace tres años, y que hoy está en ascenso. Según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), en 2018 las mujeres registraron tasas de desempleo del 10,8% frente al 8,9% de los varones, un incremento de tres puntos porcentuales desde 2015 (ver recuadro).
El mismo gobierno macrista, un día antes del paro, anunció que las trabajadoras del Estado que adhirieran al paro iban a sufrir descuentos en sus salarios. No hubo caso, nadie faltó a la marcha.
«Niñas, No Madres» fue la consigna multiplicada, como un alerta ante el avance de los movimientos autodenominados «Pro Vida» que intentaron frenar en dos ocasiones la aplicación de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
Lo que vendrá
La historia del movimiento de mujeres no es nueva. Pero después del crecimiento en 2015, el gran momento fue cuando cobraron protagonismo las generaciones más jóvenes. Uno de los grandes destellos del 8M fue la articulación de tres generaciones en la Plaza, bajo las mismas luchas y con los mismos pañuelos verdes. «De las jóvenes me inspira el cuerpo que le ponen a la lucha y a la calle», cuenta Roxana, suegra de Patricia y abuela de Juana.
Se emociona al recordar que fue «criada en un ambiente tan diferente», y asegura que «este movimiento tiene que ver con que la mujer tenga los mismos derechos y los mismos lugares que el hombre».
Laura Hernández Arregui fue dirigenta estudiantil y el año pasado se convirtió en una referenta en la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Este año le tocó marchar con sus amigas y ya no bajo la bandera del centro de estudiantes de su colegio de donde egresó hace unos meses. Afirma que el feminismo le permitió tener desde un replanteo ideológico hasta por qué país quiere pelear: «Este año hubo muchas discusiones con respecto a las consignas, pero no es malo porque en definitiva giran en torno a qué feminismo queremos construir. Es cuestión de seguir construyendo en la unidad», analiza.
El aborto legal fue el primer punto del documento leído durante el acto. Durante 2018 la militancia de las más chicas en este tema fue clave, dando la batalla en sus escuelas secundarias y en sus grupos de amigas. Laura fue una de las estudiantes que expuso ante los legisladores durante las jornadas de debate en el Anexo de Diputados: «La clave es el cambio extremo de conciencia en la juventud. También pedimos la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral, y queremos que se entienda que queremos tener una sexualidad deseada y una maternidad deseada», reflexiona Laura. Y agrega: «Una vez que se entra al feminismo no se sale. Empezás a pensar en esos términos y no parás».
Tejiendo redes
Este año, el movimiento de mujeres, que se caracteriza por su transversalidad e inclusión, sumó varios colectivos. Uno de ellos es el de Actrices que surgió el año pasado durante la pelea por el aborto y cobró fuerza a fin de año cuando acompañaron la denuncia pública de Thelma Fardín contra Juan Darthés por violación; también el de las Deportistas en lucha por la igualdad de género; y uno que se conformó hace apenas unas semanas: la Red de Mujeres Policías con perspectiva de género, que el jueves presentó un anteproyecto en Diputados para evitar los casos de abusos en las fuerzas policiales. Antes, habían exigido a sus superiores no reprimir en marchas feministas. «
Acampe feminista: días de fiesta, militancia y debates
Fueron tres días de debates, música, deportes y actividades, pero fundamentalmente de encuentro, donde se visibilizaron las problemáticas y las necesidades de las mujeres trabajadoras y militantes que participaron en la previa del Paro Internacional Feminista y Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans.
«Queríamos visibilizar todas las violencias que sufrimos como mujeres: no tener para comer, que las compañeras no puedan irse de sus hogares porque no tiene adónde y deben quedarse junto a los violentos porque no tienen plata», expresa Johana, integrante de La Poderosa.
«Pensamos en sumar algo más a la marcha, por eso hicimos talleres de Educación Sexual Integral, Economía Popular y Feminista, Acceso a la Tierra y Urbanización, Educación y Represión Estatal. Además debatimos sobre la Interrupción Legal del Embarazo y la realidad de las identidades disidentes en los barrios. De este modo exigimos políticas públicas para los barrios», agrega.
Por su parte, Sonia Alesso, dirigente de CTERA, expresó a La Garganta Poderosa, organizadora del Acampe: «Es fundamental este acampe, el Estado no hace nada para evitar que nos sigan matando todos los días. Y por eso, a todas juntas nos van a tener que escuchar». Las actividades se cerraron con un partido de fútbol femenino.Con respecto a la informalidad laboral, el 37,1% de las mujeres en relación de dependencia trabaja sin registración laboral. Un incremento de 2,1 puntos porcentuales en comparación con el inicio del gobierno macrista. «En cambio, para los varones el porcentaje se sostiene en 31,8 por ciento».
El informe destaca que, entre las desigualdades económicas que afectan a las mujeres, la más importante es la brecha de género en los ingresos: «Si se considera la brecha de ingresos de la ocupación principal (vinculada a la actividad laboral), la misma se ubica en el 25% para el segundo trimestre de 2018, según los últimos datos de la EPH–Indec. Incluso si se considera la brecha de ingresos personales (incluye ocupación principal, secundaria e ingresos como laborales, como jubilación o renta) la brecha de género persiste ubicándose en 26%». En 2015 era del 22 por ciento.
También habla del fenómeno de la feminización de la pobreza, que aparece «cuando se considera la maternidad, particularmente en aquellas mujeres que crían a sus hijos solas».
Hasta en el alquiler ellas sufren más. De las últimas 600 consultas que recibió la Defensoría del Pueblo de Ciudad por no poder pagar los nuevos aumentos, el 68% fue de mujeres.
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