La llegada del Covid–19 potenció las investigaciones y el desarrollo de la salud y la ciencia nacional, pero también, en el otro extremo, generó mayor confianza de la mayoría de la población en los avances científicos. Los ensayos clínicos son un ejemplo claro: comparado a 2015, el año pasado crecieron un 72%. Récord para el país.
El combo del por qué de esa crecida inédita se nutre de otros factores adicionales: disposiciones de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) del 2017 que agilizaron los tiempos de aprobación de los estudios clínicos; la digitalización de trámites y el prestigio de los profesionales e instituciones de salud, llevaron a que la Argentina sea referencia y alcance en la región la tasa más alta de estudios clínicos por millón de habitantes, según afirmaron desde la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME) en el marco del Día de la Investigación Clínica, que se conmemora este viernes 20 de mayo.
Susana Baldini, directora médica de CAEME, explicó que la aprobación de estudios clínicos tomaba unos 140 días en 2018 y hoy lleva 80, lo que permitió al país ser mucho más competitivo frente a otros: “esto, sumado a la rigurosidad de la evaluación y regulación, la calidad de infraestructura de salud, la formación médica, la amplia experiencia y buenas prácticas clínicas, colocan a Argentina en un plano muy atractivo para los patrocinadores”.
Hasta hace poco la mayoría de la población ignoraba qué eran los estudios clínicos y qué beneficios aportaban. Sin embargo, hoy la situación es otra: una encuesta de la consultora Voices! a pedido de CAEME, arrojó que desde la pandemia el conocimiento de la gente aumentó significativamente. Tres de cada 10 argentinos consideran que saben mucho sobre el tema (el doble que antes de marzo de 2020) y 7 de cada 10 participarían en un ensayo clínico y no solo ante enfermedades sin opción terapéutica. Seis de cada 10 lo harían por el avance mismo de la ciencia.
¿Para qué sirve un estudio clínico? Responde Flavio Arce, Regional External Partnership Medical Lead para Latinoamérica del laboratorio Pfizer: “esta actividad permite desarrollar nuevas medicinas que ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas, inclusive opciones de tratamiento innovadoras en áreas terapéuticas con necesidades insatisfechas. Además, facilita que médicos y otros profesionales de la salud accedan a tecnologías de última generación al mismo tiempo que el resto del mundo, brindando capacitación a nuestros profesionales, lo que eleva los estándares de calidad y nos pone a la par de los grandes centros de investigación extranjeros”.
María Mercedes Noya, gerenta de Asuntos Regulatorios para Investigación Clínica del laboratorio MSD, sostuvo que la investigación clínica “promueve el avance de la ciencia y permite a los pacientes un rol activo e informado ante la elección de opciones de tratamiento a su alcance. Potencia y facilita el acceso a nuevos tratamientos”.
Con los ensayos clínicos (como ocurre con las vacunas) se genera además una reducción de los gastos en salud porque se descomprime la atención sanitaria, teniendo en cuenta que los participantes de estudios reciben atención integral por fuera del sistema de salud y todos los costos son cubiertos por el patrocinador del estudio clínico. Claro que en muchas ocasiones esos privados luego pueden poner condiciones o manejan precios discrecionales del medicamento o la aplicación por el uso de la patente.
Desde CAEME sostiene que la investigación clínica implica exportación de servicios, lo que constituye un motor para la economía local: “El 85% del financiamiento externo de todos los sectores de investigación y desarrollo (I+D) corresponde a inversión en I+D clínica, y más del 63% de los recursos con los que se solventan los estudios clínicos provienen directamente de las casas matrices de las compañías farmacéuticas involucradas, lo que se traduce en un ingreso de divisas, que en 2020 representó $20 mil millones”.
Al mismo tiempo, remarcan que un desafío actual es expandir las áreas de estudio. Hoy en día la actividad está concentrada en CABA, Provincia de Buenos Aires y centros de salud privados.
Es una actividad donde se mueven miles de millones de dólares (cada investigación aprobada demanda un promedio de dos mil millones), con una baja tasa de éxito, aunque enormes ganancias en caso de tener éxito. En todo el mundo hay más de 7800 moléculas en etapas avanzadas de investigación. Pero solo 1 de 5.000 a 10.000 que son descubiertas llega a ser aprobada por la FDA de Estados Unidos en un período que lleva al menos 10 años.