¿Y si pudiéramos saber con solo mirar un envase si los alimentos están en buen o mal estado? En otros países como Estados Unidos o en Europa este tipo de envases industriales ya existe pero no es sustentable y ese es el desafío que un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes decidió afrontar.
Empaquetados biodegradables, creados a partir de kéfir, levaduras y extracto de yerba mate, es uno de los proyectos que se llevan a cabo en el laboratorio LOMCEM, del programa Investigaciones Aplicadas al Sector Alimentario II.
Son envases biodegradables
Según la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes (ANQui), un envase adecuado es fundamental para la vida de un alimento al prolongar su utilidad y otorgarle seguridad. En un mundo marcado por la contaminación plástica y el calentamiento global, la búsqueda de envases que se degraden fácilmente y sean creados con recursos renovables se vuelve fundamental.
“Los envases inteligentes son los que le informan al consumidor sobre el estado de conservación de un alimento. La idea surgió con el objetivo de agregarle valor tecnológico e innovador a los materiales biodegradables que estudiamos”, cuenta a Tiempo Guillermo Darío Rezanni, ingeniero en alimentos, becario doctoral del CONICET y miembro del proyecto. Y sigue: “Es una línea de investigación que comenzamos recientemente pero tenemos muchos estudios previos en materiales similares”.
El investigador explica que la principal diferencia entre el tipo de envase que desarrollan y el industrial son los materiales: este proyecto tiene como punto de partida fuentes renovables. “Los envases inteligentes que se comercializan actualmente están hechos con derivados del petróleo y otros químicos, tardan muchos años en degradarse y ocasionan un gran daño medioambiental”, asegura.
El proyecto es innovador ya que no hay registro en otros lugares del mundo “de materiales inteligentes hechos con las mismas biomasas microbianas y aditivos naturales que usamos nosotros, nos entusiasma mucho”, comenta.
Del kéfir y otras yerbas
La búsqueda de nuevas fuentes de biopolímeros capaces de formar materiales -cuenta el investigador- fue lo que los condujo al kéfir. “Lo que hicimos fue desarrollar películas a partir de biomasa de microorganismos y sus derivados, que es lo que hace la industria alimenticia con el kéfir o levaduras”, explica. Pero además hay una ventaja, se realiza un trabajo con fuentes naturales, de bajo costo y que, en algunos casos, provienen de residuos industriales. “Con la biomasa de kéfir y de levadura estamos realizando estudios para ver cuales reúnen los mejores resultados”, dice.
¿Cómo entra la yerba mate en esta ecuación? El equipo evalúa que tendría componentes que cambian de color según el ph del medio. “Esta propiedad es la que nos interesa para el desarrollo de materiales inteligentes porque, por ejemplo, si una carne está en mal estado variará el ph, lo que haría cambiar el color del envase o sticker con el extracto indicador de yerba mate”, afirma Rezan. De esta manera, el consumidor a simple vista podría saber si ese producto está o no en las condiciones óptimas para ser consumido.
Pero no es ésta la única ventaja de la yerba mate, además es factible que se pueda usar yerba de segundo uso, es decir, reciclada. “Sería muy novedoso y redituable económicamente utilizar un desecho como es la yerba usada del mate para desarrollar estos envases”, cuenta. Para ello, tendrán que evaluar y asegurarse de que los componentes no se pierdan en la infusión o, en todo caso, qué adaptaciones podrían hacerse para aprovecharla.
En búsqueda de un costo competitivo
No obstante la innovación y el valor de este tipo de envases, amigables con el medio ambiente, las dificultades en su posible reproducción en el mercado son importantes. “Es muy difícil competir con los bajos costos de los envases de origen petroquímico. Sin embargo, nuestro proceso de fabricación está pensado para reducir costos, utilizando pocos equipos, reactivos y agua”, explica el investigador. En este sentido, comenta que por ejemplo, para desarrollar las películas, se utiliza la levadura de descarte de las cervecerías, lo cual contribuye a la innovación y abarata costos.
Entre los desafíos pendientes relacionados con la instalación en el mercado de estos envases, el equipo de investigación se encuentra en la búsqueda de vínculos con empresas, emprendedores o instituciones que estén interesados en estos materiales para lograr que lleguen a todos los consumidores.
“Es muy gratificante poder compartir con la sociedad el gran nivel en Ciencia y Tecnología con el que contamos en el país. Estoy muy orgulloso de pertenecer a la Universidad Nacional de Quilmes, una universidad del conurbano, pública, donde muchos somos primera generación de universitarios en nuestras familias”, concluyó Rezan.
El proyecto se desarrolla en el laboratorio LOMCEM, Universidad Nacional de Quilmes con un amplio equipo de profesionales con nivel de doctorado. Entre ellos, se encuentran Mercedes Peltzer, Yuly Andrea Ramírez Tapias, Andrés Salvay, Orlando de la Osa, Juan Francisco Delgado y Celeste Cottet. También forman parte los tesistas de grado Federico Duch, Antonella Basili, Daniela Pérez y Mikaela Vena.