Dengue, la epidemia que el coronavirus no deja dimensionar

Por: Gustavo Sarmiento

Hasta la semana 11 de este año, los casos acumulados en Ciudad permitían proyectar que sería peor que la de 2016, pero con la cuarentena se desplomó la notificación de nuevos contagios por la picadura del mosquito Aedes aegypti, presente en todas las comunas.

En la Ciudad de Buenos Aires, a la sombra del Covid–19, el dengue sigue sin freno. Aunque haya desaparecido de la opinión pública y de los discursos oficiales, las infecciones causadas por el mosquito Aedes aegypti se multiplican, con mayoría de casos autóctonos y un agravante admitido por las propias autoridades: los contagios crecen, pero las notificaciones están bajando, lo que hace más difícil el diagnóstico y la intervención. A falta de prevención de las autoridades, parece que el único antídoto será el frío.

«La notificación de casos da cuenta de la sensibilidad del sistema de vigilancia para captar pacientes sospechosos/as de manera oportuna», explica el último Boletín Epidemiológico de CABA. Publicado el pasado viernes, constata 3173 casos confirmados de dengue: de ellos, 2897 no tienen antecedente de viajes. Es un número enorme si se lo compara a los apenas dos casos confirmados en 2017, los 56 de 2018 y los 26 de 2019, aunque no llega aún a los 4741 de la última gran epidemia del año 2016.

Sin embargo, la curva demuestra que las cifras iban camino a alcanzarla, hasta que apareció el coronavirus y la cuarentena. En la semana 11 de este año, es decir, cuando se conocieron los primeros casos de Covid-19, se había superado el registro de la misma semana 11 de 2016 (825 casos frente a 773), pero a partir de allí descendieron las notificaciones abruptamente a 689 en la semana 12, 497 en la primera de abril, y 590 esta semana. De hecho, lo aclara el propio Boletín Epidemiológico: «El descenso de la notificación puede estar relacionado con la situación Covid-19». Igualmente, a los confirmados, habría que sumarle 514 casos catalogados como «probables», y otros 1508 «sospechosos», por lo que el número podría alcanzar los 4700 infectados, equiparando a los que hubo en 2016 para esta misma altura del año.

«En la Ciudad de Buenos Aires se profundiza en las comunas del sur, pero si ves el mapa del dengue, está de punta a punta», relata Juan Calvetti, epidemiólogo de la Comuna 4. Y acota que «ahora parece que bajó un poco, pero la hipótesis es que por el hecho de la cuarentena la gente no consulta tanto a los servicios de salud; por ahí transitó el dengue en su casa, con fiebre y dolor de cuerpo, y después pasó. Como hay mucha gente que ya lo conoce, porque lo tuvo un hermano o un primo, no consulta, y por lo tanto no se notifica al sistema formal. Ahora el frío inhibe un poco la reproducción de los mosquitos, aunque supongo que tenemos dos o tres semanas más de casos».

Según una profesional del Hospital Penna, «la gente de la villa dice que sus vecinos ya no van al hospital por miedo al coronavirus». Temor al Covid-19 o a ser frenados por la policía por no estar en sus casas.

Este año, el dengue ya tiene presencia en todos los barrios porteños. A diferencia del coronavirus, ataca más a las mujeres (53%), ya tiene mayor prevalencia de casos de transmisión comunitaria (casi un 88% del total) y, por sobre todas las cosas, se multiplica en las zonas con menos recursos de la Ciudad: mientras que la Comuna 13, compuesta por Belgrano, Núñez y Colegiales, tiene una tasa de 5,5 contagiados por cada cien mil habitantes, en las comunas 4 (227,4), la 7 (301) y la 8 (273,9 cada cien mil), las estadísticas son similares a las de las epidemias en Paraguay o Brasil. Y llegan a cuadruplicar la media de CABA, que es de 70 cada cien mil habitantes.

«Si se tiene en cuenta los brotes epidemiológicos de 2009 y 2016, donde el conglomerado mayor de casos estuvo en la Comuna 4 (Barracas, Parque Patricios, Nueva Pompeya, La Boca), y más precisamente en la Villa 21/24, se evidencian omisiones y errores del gobierno porteño en las medidas de control vectorial y en la prevención, porque se ha permitido el desplazamiento geográfico del mosquito desde la Comuna 4 a toda la Ciudad», subraya un estudio de principios de mes de la Asesoría Tutelar. El organismo le elevó al Ejecutivo porteño un pedido de informes reclamando datos precisos sobre cantidad de infectados y tareas de prevención e intervención que haya efectuado el gobierno en todo este tiempo.

«En todos estos años se ha hecho muy poco y de manera deficiente –enfatiza Gustavo Moreno, asesor tutelar, autor del informe–, y no es casualidad que afecte sobre todo a las comunas 4, 7 y 8, donde se radican la mayoría de los asentamientos. Esto tiene que ver con la falta de ordenamiento ambiental. En el invierno hay que hacer una buena prevención que elimine larvas. No se hizo en el invierno pasado y, lamentablemente, en medio de la pandemia va a ser difícil que la hagan este año».

Moreno apunta a que el crecimiento del dengue no es un problema puramente sanitario: «Acá hay responsabilidades también del Ministerio de Desarrollo Humano y el de Espacio Público e Higiene Urbana. Ambos tendrían que ocuparse de la urbanización, el descacharreo y de proveer agua de calidad segura a los vecinos. Si no tienen agua segura para tomar o no tienen cloacas, no les queda otra que acumular agua».

En cuanto a los casos graves, hasta el momento se registraron 188 internaciones «con diagnóstico de dengue probable o confirmado», señala el Boletín Epidemiológico (64 más respecto a la semana anterior), y menciona otra clave: los tipos de dengue que actualmente circulan por la Ciudad. «Se encuentran circulando los serotipos DEN 1 y DEN 4, representando el 55% y 41% respectivamente», apuntan. En la Comuna 4, la gran mayoría corresponde a DEN 4. Lo opuesto pasa en la Comuna 7, donde circula el DEN 1.

El de los serotipos no es un tema menor: existen cuatro, y la infección produce inmunidad permanente contra la reinfección pero sólo para el serotipo que el paciente ya sufrió previamente. «La infección sucesiva con dos serotipos diferentes es un factor de riesgo para desarrollar formas graves de la enfermedad», advierte el informe de la Asesoría Tutelar.

Rubén Palmisano, vecino de Villa Urquiza, tuvo dengue la semana pasada, pero no fue notificado, por lo que tampoco conoce con qué serotipo fue infectado: «De mi obra social me hicieron hacer dos videoconsultas antes de mandar médico a domicilio, me dijeron que es dengue pero que la confirmación la tendré en otro momento, que por ahora me quede en casa y no vaya a exponerme a una guardia o a hacerme análisis de laboratorio. Lo cierto es que todo el mundo conoce a alguien con dengue, y en el barrio está lleno de casos, aunque no se hable de eso». «



Por agua potable y saneamiento seguro

Organizaciones sociales y referentes de barrios populares presentaron esta semana una acción de amparo colectivo en relación al acceso al agua potable y saneamiento seguro en asentamientos de la Ciudad, «como forma esencial de prevención del contagio del Covid–19 y del dengue». El expediente N° 3010/2020-0, radicado en el Juzgado en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad N° 8, exige una cautelar para que el gobierno porteño «garantice al 100% de las familias de los barrios populares el acceso formal al servicio de agua potable y saneamiento cloacal», sumado a un programa de limpieza de tanques, fortalecimiento del sistema de atención primaria, y que haya por hogar dos garrafas de 10 kilos, ocho litros de lavandina, jabón blanco en pan, detergente y «dos litros de agua potable envasada por habitante diariamente».

Pobreza sin respuestas y focos de contagio

Cecilia (en realidad su nombre es otro, pero pide reserva por temor a represalias laborales) es médica en una de las zonas «calientes» del dengue: la Villa 21–24, en el barrio de Barracas, al sur de la Ciudad. Su mirada va más allá de lo sanitario: «Hay grandes focos de contagios, y se relacionan siempre con el tipo de vivienda, los barrios que son, y sobre todo la pobreza. Si ves la cantidad de dengue por comuna, vas a ver que es totalmente inversa a la cantidad de casos de coronavirus».

A partir de la epidemia de 2016, que tuvo su foco en esa villa multitudinaria, los centros de salud y organizaciones barriales crearon la Mesa por el Derecho a la Salud y el Hábitat, para abordar las diferentes problemáticas que atraviesas y se entrecruzan en la cotidianidad de la 21–24 (la única de las villas que no tiene plan de urbanización), desde el riesgo eléctrico, las plagas y el ambiente, hasta el agua potable y la prevención de enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti. «Este año insistimos un montón en que se venía un pico de dengue, porque se sabía, y la verdad es que no hubo respuesta del gobierno de la Ciudad en los meses de invierno y primavera, que es cuando más tenés que hacer el trabajo de descacharreo. Nos empezaron a prestar atención recién en enero, cuando ya tenías la disparada de casos de dengue».

Aún recuerda la jornada del 28 de enero, cuando se acercaron al barrio las autoridades y personal de los ministerios, con cámaras y asistentes, a ver todo lo que había que llevarse. «A los dos días se lo llevaron. Y era todo lo que veníamos denunciando nosotros desde septiembre y no nos daban pelota. Entonces, una a veces siente que le toman un poco el pelo, porque todo se hizo por propaganda».

El problema, sostiene, es hacer un descacharreo voluminoso en la villa, donde gran parte de la población acumula chatarra para vender, los camiones de residuos no pasan, donde escasean las campañas de concientización, y siguen con la problemática de la falta de agua y cloacas. «Más allá de que ahora baje la cantidad de enfermos por el descenso de la temperatura, para combatir realmente al dengue hay que cambiar los determinantes sociales de las personas que viven en estos aglomerados –concluye la profesional médica–. Es muy difícil ir a una persona con dengue confirmado y decirle que no acumule agua en un recipiente. Y que te responda: ‘Bueno, y los días que no tengo agua, ¿qué hago?'».

MÁS Y EN TODOS LADOS



El Grupo de Estudios de Mosquitos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA relevó criaderos y larvas de Aedes Aegypti en la Ciudad de Buenos Aires y partidos del Conurbano. Se descubrió que hay casi el doble de mosquitos que los que había en la década del ’90, y en lugares donde antes no se lo encontraba.

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