Yoga por Zoom. Lo que hace tres meses podía leerse como un oxímoron hoy es una realidad que crece, y que ejemplifica cómo se atraviesa la actividad física en cuarentena, mediados por pantallas y ansiedades, adaptándonos para no sentir que dejamos de tener cuerpo.
En el texto «Cuerpos on line», las investigadoras Dulcinea Segura, Jennifer Cerrotta y Iara Pavanello, del Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, plantean que los movimientos en el ámbito reducico de una habitación, en medio de muebles, pisos de diferentes materiales y temperaturas, objetos como lámparas y televisores, no sólo estructuran de un modo específico el recorrido y la arquitectura del cuerpo y el espacio, sino que también abren una nueva percepción que debe ser incorporada. La cotidianeidad de los movimientos ya no es tampoco la misma. No tocarse la cara, tapar los estornudos o evitar frotarse los ojos: «En esta cuarentena nos encontramos con el desafío de hallar nuevas formas de relacionarnos, de interactuar desde otro terreno con otras herramientas. Sostener estos encuentros virtuales, si bien están lejos de reemplazar aquellas experiencias en vivo, parecen indispensables para mantener despierto y activo al cuerpo».
Una clave es adquirir la rutina de los ejercicios. No hacerlo «cuando se pueda». Según datos oficiales, antes del aislamiento sólo tres de cada diez personas realizaban una correcta actividad física. A ese factor de riesgo se agregan el exceso de peso, que afecta al 61% de la población –y que creció once puntos porcentuales desde 2005–, y la suba de casi un 30% en el consumo de bebidas alcohólicas y azucaradas durante la cuarentena.
Pavanello lidera Movimiento Consciente, donde dicta clases de yoga. Ahora online. «Empecé a hacer videos cortos en redes a modo de tutoriales, o secuencias para armar rutinas diarias. Enseguida se ponen a hacerlos, como si hubiese el registro de una necesidad de volver al cuerpo. Lo que escucho mucho ahora es sobre dolores de cabeza, en el cuello y los hombros». Sus sesiones suelen tener de 8 a 15 personas del otro lado de la pantalla, y la distancia le permitió sumar participantes, especialmente de otras provincias.
Para Pavanello, la principal modificación respecto a los tiempos pre–coronavirus es «que no está el contacto, la presencia y la tridimensionalidad del cuerpo, tres pilares de las clases», por lo que buscó «enriquecer» su trabajo con otros ejercicios y rutinas hogareñas. En días en los cuales se pasan largas horas frente a la computadora y el celular –añade– «es muy necesario descansar del trabajo intelectual y las pantallas e ir hacia el cuerpo, porque si no, se vuelve un cuerpo fragmentado. Parecería que no lo tenemos, de hecho. La sensación que dejan las clases de yoga es de algo reconfortante, las tensiones se alivian».
La falta de movimiento no sólo afecta a lo físico. Según un informe del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA, tres de cada cuatro encuestados tiene el sueño alterado. Este es “uno de los síntomas más frecuentes, tanto en los trastornos de ansiedad como en la depresión. La disminución de la actividad física y la menor exposición a la luz solar en las grandes urbes alteran los ciclos del sueño”, explican los profesionales. Si bien menos de la mitad realiza actividad física en cuarentena, la práctica de yoga se incrementó de 8,2% al 10 por ciento. Muchos ofrecen ejercicios o rutinas gratis por Facebook o Instagram. La clásica imagen de los grupos haciendo yoga en los parques y plazas se trasladó a las redes.
Jazmín Cuperman dicta sus clases de yoga por Zoom, con más gente que antes, por ejemplo, los que no llegaban por tiempos laborables o los adultos mayores: «Incluso me piden que cuando pase la cuarentena mantenga una clase virtual a la semana, sobre todo parejas. Al principio fue un desafío esta modalidad, no poder tenerlos presentes o tocarlos, porque el yoga tiene mucho de sentir, marcarles posturas y verlos desde diferentes ángulos. Pero sigue siendo hermoso igual, porque están queriendo moverse, más allá de lo que pasa afuera».
La gente está quieta y entonces aparecen los dolores. A Jazmín suelen suelen llegarle varios mensajes con pedidos de clases cuando a las personas les surgen las dolencias en cuellos o cabeza. Ella las brinda personalizadas, o a lo sumo grupos de cinco. Comenta que las clases por plataformas virtuales son más lentas y que se vuelven importantes las metáforas, para explicar las posturas sin que tengan que levantar el cuello hacia la pantalla («suelos de arena, elefantes pisando la panza»). Sugiere una hora del día para observarnos: «El cuerpo siempre habla, hay que escucharlo y ver qué podemos hacer para sentirnos mejor».
Julieta Alderete tiene 32 años. Vive en Vicente López y extraña sus rutinas físicas, pero se adaptó con clases virtuales personalizadas. Ya no en resistencia o sobrecarga como en el gimnasio, sino más bien flexibilidad y coordinación. Es madre de Joaquín, de 13, que asiste a un colegio privado: «Les costó arrancar con educación física, ahora pusieron una clase fija por semana. Más que nada los hacen hacer aeróbico. También va a fútbol, ahí sí se conectan en los mismos horarios que tenían las clases, y dan hasta ejercicios con pelota. Dentro de lo que se puede, porque nuestro living es de dos por dos, pero por lo menos se mueve un poco, y pasa menos tiempo con la Play».
Yendo de la escuela al living
Pedro Acosta da clases de educación física en tres colegios públicos del mismo distrito escolar de la Ciudad. Es testigo de cómo las diferencias socioeconómicas repercuten en la enseñanza. Están a 20 cuadras, pero en la de Once, cerca de Plaza Miserere, la conectividad de las familias es casi nula, carecen de equipos y se manejan más buscando las actividades en una gráfica; en la del Abasto hay un mix de respuestas, hacen videos y los suben a un Padlet; en la de Villa Crespo, hasta tienen clases por Zoom.
«Los chicos de primero a cuarto no recibieron las computadoras de Ciudad, y muchos no tienen conexión, me mandan mail pidiéndome disculpas que no pudieron hacer la tarea «, subraya Pedro. De acuerdo a cifras del gremio UTE–Ctera, un 70% de la comunidad educativa no recibió capacitación en TICs. En su caso, apela a ejercicios que encuentra en internet, en comunidades educativas virtuales, o incluso algunos que inventa: «Tienen más que ver con lo vincular, no vamos a hacer clases como los gimnasios, muchos no tienen ni lugar en sus casas donde poder moverse. Pero la cuarentena nos permitió trabajar conceptos que no se abordan en la práctica, como el cuidado del cuerpo, el respeto por el otro, la higiene, la respiración o las reglas de deportes que ellos practican. Y apelar a lo creativo. Ayer, por ejemplo, con los chicos creamos un deporte nuevo».
Su materia queda relegada en la lucha simbólica del sistema educativo, frente a las clásicas Lengua, Matemática o Naturales y Sociales: «En Educación Física de primaria, la Ciudad no nos bajó ningún lineamiento ni contenidos. No hay acompañamiento pedagógico», apunta.
En Provincia de Buenos Aires se plantearon adaptar los contenidos de principios de año, aunque se repiten los problemas de conexión de familias y docentes, sobre todo en áreas rurales. Clarisa, profesora de Educación Física en primarias de Azul, apela a elementos no convencionales, como botellas de plástico cortadas o pelotas hechas por los chicos: «Busco que sean actividades atractivas para que se enganchen más. Les hago videos, con ayuda de mis hijos que me filman, y ellos me devuelven los suyos, incluyendo a sus familias en las tareas; es muy gratificante y ahí los adultos se dan cuenta que esto es más que picar una pelota. Es trabajar el cuerpo a través de las capacidades motrices». La primera actividad que les dio al inicio del aislamiento fue por escrito. «Después dije ‘no más’. Los chicos tienen que moverse, están todo el día sentados, necesitan descargar energía y trabajar el cuerpo». «
Los gimnasios subsisten con redes y con apps
Un sector que por ahora espera una posible apertura es el de los gimnasios, mientras continúan con planes de clases virtuales y van viendo la situación en cada provincia. Catamarca, Chubut, Corrientes, Jujuy y Tierra del Fuego ya los permiten. Para el AMBA, las cámaras de gimnasios elaboraron un protocolo de reapertura que ya entregaron a las autoridades, a la espera de una respuesta. Enfatizan su «rol social como agentes de salud» y apuntan a tres ejes: distanciamiento (separando los equipos a dos metros de distancia y poniendo límites a la cantidad de personas por clase, en función de los metros cuadrados del salón), limpieza y desinfección (de materiales, espacios comunes e incluso de las personas) y controles, con toma de temperatura a cada cliente.
«Somos locales de proximidad. Nuestros clientes viven mayormente a menos de ocho cuadras. Somos lugares seguros», remarca Guido Miguez, director de la cadena On Fit, y cuenta cómo programan sus actividades semanales: «Desde el primer día reforzamos los contenidos en Instagram y YouTube y sumamos una app, con clases en vivo y entrenamientos grabados para cada día. Semana a semana empezó a subir el número de seguidores, familias enteras, y agregamos contenidos para adultos mayores, desde movimiento de articulaciones hasta mejorar posturas. Como premisa, apenas cerramos nuestras ocho sedes, tomamos el compromiso de acompañar a toda la comunidad, pero a nuestros socios en particular a sobrellevar esta cuarentena de la mejor manera posible y aportando desde donde más conocemos que es ayudarlos a alcanzar sus metas desde la actividad fisica. En esta pandemia todos valoramos aún más mantener fuerte y sano nuestro sistema inmunológico».
Danza virtual
Paloma cumple 13 años el 20 de junio. La cuarentena la agarró en una edad donde el movimiento y las salidas grupales son esenciales. En su caso, suma las clases de danza, que toma de manera virtual. «Seguimos con las tres clases semanales. A veces nos dan ejercicios de elongación y de técnica, como el relevé en clásico». En la escuela se manejan con actividades que suben a un Drive. «Por ejemplo, nos dieron para investigar sobre las articulaciones, la pirámide alimenticia, elongar y después dibujar las posturas, o tomarnos el pulso. El profesor nos dio las instrucciones pero yo no pude hacerlo porque no me encontré la vena». Y describe su cotidianeidad: «Ahora con el frío ya no hago ejercicios afuera. Pero nos mandan todas las semanas que nos movamos. Yo uso mucho las pantallas, para buscar cosas en Internet, ver series o las reuniones del Centro de Estudiantes, que se siguen haciendo en cuarentena».