De Uruguay a Francia, los países que aplicaron restricciones y suspendieron las clases presenciales

Por: Gustavo Sarmiento

La retórica indignada de la oposición respecto de la suspensión de la presencialidad en las escuelas oculta el contexto global. En Europa y en los países vecinos, muchos gobiernos decidieron avanzar con esa medida ante el aumento vertical de los contagios.

Suelen ser puestos como ejemplo en la retórica de medios y políticos opositores, pero son muchos los países que establecieron restricciones e incluso suspendieron las clases presenciales, en estas semanas de segundas y terceras olas de Covid–19 por el mundo.

A pesar de los dichos del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aduciendo que la medida por dos semanas en la Argentina es algo extraordinario, o sin anclaje epidemiológico, la experiencia en otros países demuestra que, al carecer de tratamientos y con las vacunas empezando a llegar, no existe otra forma de bajar la curva de casos que restringiendo la circulación. Y eso también está involucrando al dictado presencial de clases, no solo (o no tanto) por los contagios en el interior de los colegios, sino sobre todo por la movilidad que implican en términos de transporte público, por las juntadas post escuela y las aglomeraciones de familias y chicos. Uruguay, Chile, Alemania, Francia, Inglaterra y Países Bajos son un ejemplo.

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El 23 de marzo, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou (cercano en su pensamiento al macrismo), suspendió la obligatoriedad de asistencia a clases –además de la prohibición de eventos sociales y el cierre de oficinas estatales–, tras alcanzar un pico de contagios. «En marzo pasado la presión era grande para aplicar el confinamiento de la población. Optamos por la libertad. Hoy, un año después, la situación es distinta», se justificó en ese momento. La medida era hasta el 12 de abril, una semana más de lo que anunció ayer Alberto Fernández para Argentina, pero luego se estiró hasta el día 30.

A pesar de tener la mejor tasa de vacunación de Latinoamérica (aunque con la vacuna china Sinovac, que tiene 50% de eficacia con dos dosis, y tendría sólo el 3% con una sola), en Chile el presidente Sebastián Piñera dictó confinamiento total para el 70% de la población el 25 de marzo pasado, especialmente las grandes urbes. La subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, aseguró: «Necesitamos controlar la pandemia y para eso necesitamos disminuir la movilidad». Ecuador y Colombia también dictaron confinamientos y toques de queda. Paraguay evitó afectar las clases, pero en la mayoría de los casos registraron asistencias promedio del 33%.

En Brasil no hay decisiones centralizadas, con Jair Bolsonaro marcadamente en contra de cualquier restricción. Son las gobernaciones estaduales las que deciden si encaran alguna. En Sao Paulo, el debate y las protestas docentes recrudecieron hace un par de meses, cuando los casos se multiplicaron en una decenas de colegios, a menos de diez días de iniciado el ciclo lectivo.

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Hay 27 países en Europa con distintos tipos de restricciones, de los cuales 21 imponen toques de queda. Gran Bretaña, aún con el plan de vacunación más avanzado del continente, recién el lunes reabrió actividades tras el tercer confinamiento impuesto hace tres meses, con presencias masivas (y en varios casos descontroladas) en bares, pubs, shoppings, gimnasios y restaurantes al aire libre. Las clases se mantuvieron desde marzo, pero con un asterisco: en enero superaban 60 mil casos diarios con más de 1200 muertos por cada jornada. El lunes hubo 3568 nuevos contagios y 13 decesos. Según un informe del Imperial College, un 60% de esa caída se debió al confinamiento, no a las vacunas. Pero desde que volvieron las clases hace un mes, las infecciones dejaron de bajar y se amesetaron.

Italia, Francia y España avalaron la presencialidad con protocolos, pero con una particularidad aplicada parcialmente dependiendo de la región: que secundaria, terciario y universidades continúan con la virtualidad, para no saturar el sistema educativa, priorizando a los más chicos. Francia ni siquiera pudo continuar mucho tiempo con la idea. A fines de marzo, Emmanuel Macron dictó el cierre de escuelas por tres semanas y un confinamiento por todo abril, con restricciones a la circulación y a los comercios.

En Alemania, las clases presenciales recién regresaron a fines de febrero, pero el 42% de la población rechazó la iniciativa. Gran parte del otro 58% la avala, siempre y cuando la población docente esté toda vacunada. En la primera semana de abril, Italia vivió nuevas protestas en la plaza romana de Montecitorio por una serie de actividades que continúan cerradas, como restaurantes, gimnasios o vendedores ambulantes. Hasta Suecia, siempre citada como ejemplo por los «libertarios» argentinos, lleva adelante un programa de restricciones desde hace semanas, que se extenderá hasta el 3 de mayo. Entre otros puntos, prohíben que los restaurantes y cafeterías estén abiertos después de las 20.30 horas.

En los Países Bajos, el gobierno holandés anunció la extensión de todas las restricciones y el cierre de la hotelería hasta el 20 de abril, lo que también se aplica al toque de queda diario que llevan adelante hace más de dos meses, aunque retrasaron una hora su entrada en vigor debido al horario de verano, desde las 22 hasta las 4.30.

“No podemos renunciar a las restricciones en este momento”, se lamentó el primer ministro en funciones, Mark Rutte, y no descartó “medidas aún más estrictas” para las próximas semanas, si las cifras de contagios siguen confirmando que los Países Bajos entran en una tercera ola de coronavirus, con 6 mil nuevos positivos por día, la cuarta parte de la Argentina, en la que la suspensión por dos semanas del ciclo lectivo despertó indignación en los medios concentrados y entre los políticos de la oposición.

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