El biólogo molecular Alberto Kornblihtt, el ensayista Horacio González y la infectóloga Carla Vizzotti, referentes de tres áreas de las políticas públicas que sufrieron la eliminación de sus ministerios, reflexionan sobre los efectos reales y simbólicos del ajuste que lleva adelante el gobierno nacional.
Reunidos por Tiempo, las reflexiones de estos referentes transitan problemáticas compartidas y la gran incógnita de qué es lo que viene. Son el reflejo de una sociedad civil efervescente, que no encuentra un correlato preciso en la política partidaria. El lugar acordado para la nota resulta casi una metáfora: el edificio del director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE), en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, en Ciudad Universitaria, con capacidad para albergar a 250 científicos, que Kornblihtt les muestra a sus compañeros de entrevista con tanto orgullo como incertidumbre por la finalización de la obra. Pensado como un edificio modelo para la investigación, se inauguró parcialmente en octubre de 2015, y hoy permanece con dos de sus cuatro pisos sin terminar, y el dólar al cuádruple del valor que tenía cuando arrancó.
–¿Las rebajas de rangos ministeriales son tanto presupuestarias como simbólicas?
Carla Vizzotti: –Desde el punto de vista formal, el nuevo decreto dice que ahora es el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, pero Salud pasa a ser una secretaría de coordinación. La verdad, es muy preocupante desde lo simbólico y desde lo real: no estar entre las prioridades del Poder Ejecutivo es un golpe para todo el equipo de Salud. Estuve en el Ministerio y sé lo que es gestionar: cuantos más pasos administrativos uno tiene que dar, más dificultades hay en concretar las compras, todos los objetivos de gestión, y también el rol rector del Ministerio, en un país federal, se diluye.
Horacio González: –Les doy a ambos aspectos la misma importancia. El correlato simbólico indica de qué modo totalmente inhábil y ocioso están pensando al Estado, y el correlato presupuestario es producto de las medidas económicas tremendas que están tomando, emanadas del acuerdo con el FMI. Cultura, que tiene su especificidad como problema, siempre perteneció a Educación, nunca fue ministerio hasta que se creó durante el gobierno de Cristina Kirchner. El modo que tuvieron de descalificarla tiene que ver con el seguro desprecio del gobierno hacia las acciones de un Ministerio de Cultura. Se podría decir: «Si se firma un buen acuerdo y las decisiones se toman igual, ¿qué importa ser secretario o ministro?», pero un Estado es un organismo rector que, cuando se toman decisiones, se hace responsable de ellas, las evalúa, las vuelve a tomar corrigiéndolas, y eso presupone una explicitación diaria que le da a las distintas áreas. Me parece que a un Estado hay que pensarlo como un conjunto vivo de células, que no se convierten en la figura de una división del trabajo precisa y completamente delimitada. Prefiero un tipo de Estado donde haya tareas que se superpongan. Yo veo grave esto que está pasando con el macrismo, porque lo hace el macrismo, sin una noción de lo que es la realidad de una idea tanto moral como económica, entonces es grave cualquier cosa que haga.
Alberto Kornblihtt: –Es coherente con la política que se vino llevando y que hoy es rechazada por un amplio espectro de la comunidad científica y universitaria, que es transversal a quienes votaron o no a Macri. Hoy hay una disconformidad generalizada, prueba de ello es que a las últimas elecciones para el directorio del Conicet, Mario Pecheny se presentó por Ciencias Sociales y Humanidades, y yo por Ciencias Biológicas y de la Salud, y cada uno sacó el 66% de los votos, y nadie puede pensar que todos ellos son K. Y no es sólo el Ministerio: Arsat o Invap también son decisiones del mismo gobierno. Hoy nos encontramos casi ante el fin de las ciencias experimentales en la Argentina, que lamentablemente tienen insumos y equipamientos importados, con la megadevaluación y con subsidios por los que hoy se paga el equivalente a 6000 dólares por año para todo un equipo de investigación, cuando antes eran 20 o 25 mil. Esto genera mucha desazón en los jóvenes, los que volvieron al país con expectativas están muy mal porque el país está mal, porque ven lo que pasa en otros ámbitos. Lo de eliminar el Ministerio de Salud parece un chiste, si no fuera la realidad de este gobierno. Administrativamente, creo que no se ahorran nada. La degradación a secretaría obviamente tiene un carácter simbólico muy grande, pero es acorde a lo que se vino haciendo en Ciencia y Técnica, porque las cosas malas ya ocurrían antes de que eliminaran el ministerio. En todo caso, ahora van a ser peor. La reducción de ingresos a la carrera del Conicet y el porcentaje del presupuesto que hace una tijera inversa a los pagos de servicios de la deuda externa; la no disponibilidad del fondo de financiamiento de institutos; la cancelación de acuerdos internacionales, todo esto era algo previsible en un gobierno de derecha (no me gusta llamarlo neoliberal), que hace las cosas que hace un gobierno de derecha, que no tiene ningún interés en los aspectos prácticos de la ciencia. Su modelo es agroexportador, sin transferencia de conocimiento o valor agregado a la industria. Y tampoco tiene interés en otro aspecto fundamental de la ciencia que es el pensamiento crítico. Te lo dicen abiertamente: hay que reemplazarlo por el entusiasmo y el optimismo. Y no se puede dejar de nombrar al personaje que estuvo en todos estos eventos. Cristina Kirchner fundó un ministerio con un gran valor simbólico, ejemplo en Latinoamérica, lo nombró ministro, él decidió seguir con un gobierno con principios diametralmente opuestos y es el sepulturero de su propio ministerio, que fue ejemplo en Latinoamérica, porque después otros países quisieron imitarlo, como Chile. Hay cosas de principios en los cuales un ser humano puede decir que no.
CV: –En el marco de esta situación, el mismo lunes se armó un aforo de sociedades científicas, ese día éramos 36, armamos un comunicado, lo difundimos y se fueron sumando, a esta altura somos 60 asociaciones civiles, grupos de pacientes, ONG, de una diversidad muy grande. Esto es una preocupación unánime, y el intento de que se revierta demora todas las actividades que estaban en marcha; en tres semanas empieza una campaña en la que hay que vacunar a tres millones de niños, y mientras se reparten las dosis, los trabajadores del área están marchando para no perder sus puestos de trabajo y no desvalorizar la salud pública.
–¿Se imaginaban que iban a llegar medidas tan abruptas como la suspensión de vacunas o de la cobertura de los tratamientos de diálisis?
CV: –Es todo tan rápido. Hace poco menos de una semana las sociedades científicas manifestaban su preocupación pidiéndole al ministro explicaciones por la decisión de posponer en forma indefinida una dosis del calendario sin un motivo epidemiológico ni técnico desde la evidencia científica, ni de stock, porque el laboratorio productor dijo que tenía las vacunas. El jueves pasado, con el dólar a 40, instantáneamente se podía comprar la mitad de los insumos planificados. Y el lunes se derogó el Ministerio. No te dan tiempo a reaccionar. El Calendario Nacional de Vacunación es un modelo en el mundo, con sus 20 vacunas con cada lógica y fundamento científico, y había planes para seguir trabajando en analizar otras nuevas vacunas, como la de meningococo B. Realmente impacta en la disminución de las enfermedades y la mortalidad. Ya no tenemos trasplantes de hígado por hepatitis A en niños vacunados desde 2007. Bajó 62% la meningitis por neumococo, 57% la internación por neumonía en niños menores de 5 años, 82% la mortalidad en bebés con tos convulsa vacunando a las embarazadas. No podemos pensar que es un lujo que no merecemos. Es trascendental el rol social que tiene, el signo de equidad que significa, y es un indicador económico: invirtiendo en prevención, se ahorran costos en atender gente enferma. Nunca hubiésemos pensado que íbamos a tener que defender el Calendario de Vacunación.
–El discurso oficial siempre habla de cosas «por las que hay que pagar»: las tarifas, el fútbol, o ahora los museos.
HG: –Ya lo venían hablando hacía tiempo. La Argentina tiene una tradición de visita libre a museos y bibliotecas. Fue una discusión muy importante en los diarios Clarín y La Nación: si una entrada libre lleva a crear un espectador acrítico, y si una comprada conscientemente significa elevar el nivel cultural del público. Sin dejar de reconocer que es una discusión, me parece que la entrada libre a cualquier organismo estatal es como la justicia, debe presuponer de entrada que es inocente, y que hay un interés del espectador. Es un gesto muy coherente de exclusión lo que están haciendo. En general, el esquema neoliberal –o como lo llamemos, porque también los nombres están bajo discusión– siempre pensó que la vida cultural debía ser un tipo de consumo específico, muy elaborado, con una contraprestación monetaria que lo sustente. La del gobierno anterior fue una época de ebullición respecto a cómo tenían que actuar las instituciones culturales. Por ejemplo Tecnópolis para mí era una gran discusión: el mismo nombre indica que hay una decisión respecto a que la vida popular está siempre interesada en la técnica como espectáculo. Esa discusión sobrevoló todo el kirchnerismo, y el CCK de algún modo la concentró. En ese sentido me parece que el macrismo recibió el Ministerio a disgusto. Implicaba poner un conjunto de nudos problemáticos en un plano de discusión más visible. La Ley de Medios se puede decir que fue una ley cultural: una relación de la sociedad con los medios de comunicación más autoconsciente, y un cierto tipo de decisión social sobre el reconocimiento de cómo juega la relación cultura–propiedad de los medios.
AK: –El mayor miedo de estos sectores es el papel de la cultura en todas sus formas como instrumento transformador. Ellos van a permitir o incluso fomentar cualquier expresión cultural, sea elitista o popular, que no suponga pensamiento crítico. Temen a cualquier actividad que pueda tener un carácter transformador que a la larga atente contra su esquema de poder.
HG: –Esto es así, pero el neoliberalismo, si fuera serio y pudiéramos definirlo mejor, es un modo de circulación financiera también en la cultura. Eso estuvo en el macrismo sin necesidad que hubiera un Ministerio de Cultura. En realidad era una carga. Con el kirchnerismo no alcanzó a definir muy claramente su proyección, que sin duda lo hubiera hecho, se habían preparado múltiples discusiones de funcionarios y secretarías culturales del país: la enorme heterogeneidad de las grandes instituciones culturales, la problemática indigenista, la lengua, la identidad nacional, se planteaba con absoluta diversidad. Por eso no hubo un abrazo al Ministerio de Cultura, que es hoy un archipiélago muy resquebrajado en la Argentina.
AK: –Para mí hay algunas palabras que definen muy claramente la intención del discurso y los hechos oficiales. Una es una gran insensibilidad. Acá ha habido, y hay todos los días, grandes movilizaciones populares, son masivas, pero al gobierno no le interesa el ágora, no la necesita para su proyecto. La otra es el escarmiento: gran parte de las medidas que toma y cómo las vende a la sociedad refieren a «cómo se creían que podían hacer tal o cual cosa». Y una herramienta muy importante para esto es la invisibilización, obviamente también a través de los grandes medios. Frente a esto, el presidente usa el lenguaje vecinal que degrada la política, pero que evidentemente tiene como destinatarios a los que les llega este lenguaje de predicador en ese terreno de lo obvio, «estoy con ustedes, estoy preocupado, no saben cuánto los quiero». Entonces, la pregunta que uno se tiene que hacer es: cuando ese efecto se vaya perdiendo, porque la realidad económica lo está haciendo perder, ¿qué hacemos? No está claro qué podemos hacer y cómo. Si me preguntás a mí, me parece bien que Cristina sea candidata, y la voy a apoyar. Pero eso no define la situación. Es muy compleja. No hay ni siquiera un liderazgo partidario, un sector que se plantee realmente cómo salir de este esquema perverso de gobierno. Ni siquiera creo que haya un plan maquiavélico por importar todo de afuera, hay un retiro total del Estado.
CV: Es muy difícil. El retiro del Estado genera en la población muchísima angustia. Es muy difícil expresar una preocupación genuina en la política de la salud y no llevar alarma a quien es el receptor de esa política y que necesita del Estado. Si una persona interrumpe un tratamiento antirretroviral o si la población deja de vacunarse en forma sostenida… Estamos viendo lo que pasa con enfermedades en otros países, no con cosas utópicas, sino reales, y muy concretas en relativo corto plazo. La globalización hace que muy rápido enfermedades que están en otros países puedan reingresar.
-Sorprende la rapidez con que se eliminan planes o programas que parecían derechos adquiridos.
AK: –Hay una realidad: eso ocurrió con un partido de gobierno que tienen minoría en las Cámaras. No podría haber ocurrido si no fuera por el voto hermanado y solidario de un sector del peronismo que siempre justificó su voto en función de la gobernabilidad. Lleva a una situación sin salida en un esquema democrático absolutamente débil. Estos sectores también han tenido insensibilidad frente a las movilizaciones populares, y no son el macrismo. Mi temor es que el gobierno esté mostrando la cara del ajuste más fuerte y duro ahora, para tener cierto aire para aflojar en 2019, y que ese afloje le garantice la continuidad, porque su futuro es el escarmiento.
HG: –Creo que, como no es un gobierno de raíz democrática, su hipótesis sobre el tiempo es sobre un tiempo indefinido. No está entre sus planes aceptar las mismas reglas del juego bajo las cuales se constituyeron en gobierno. Acá estamos tratando temas que tienen un fuerte vínculo entre sí: ciencia, salud, educación, cultura. Tiene que haber algo que recorra todas estas áreas. Ese recorrido significa movilización social, conciencia colectiva, un uso de la ciudad como espacio público manifestante. Todos estos temas son de una articulación tan compleja que no está en relación a un mundo político que la tome y la convierta en acciones públicas que impliquen nuevos dirigentes y programas. Y la indiferencia del gobierno no es cualquier indiferencia, es una indiferencia calculada, que surge en los propios términos en que se elabora el mundo constituido por ellos: empresarial, de finanzas, de apuestas y contraapuestas, vicario. Ese modelo de acciones totalmente indiferentes, barnizadas de evangelismo, bondad, sonrisa premoldeada, coloca serios interrogantes sobre la capacidad que tiene el gobierno de autoconcebirse como el gobierno real de una nación, y la contrapartida de eso es el peligro de extinción de la forma nación en la Argentina.
AK: –La verdad, si algo le agradezco a Macri es haber vuelto a militar: ir a una reunión, discutir un texto, una declaración, intercambiar ideas, la forma en la que se va a organizar un acto. No lo hacía desde la adolescencia. El macrismo nos ha empujado a muchos a hacerlo.
CV: –A mí lo que me da mucha angustia e impotencia es la falta de empatía hacia el otro, no sólo del gobierno, sino de parte de la sociedad, como si estuvieran viendo otra película. Y hay muchos que realmente la están pasando muy mal. Los movimientos sociales, el movimiento feminista, que es muy transversal, han mostrado que organizándose pueden generar situaciones muy importantes. Es un camino para andar, para aprender cómo cambiar las cosas.
HG: –Es que desde la punta de un presidente que lee lo que le dictan, y el montaje que se hace, al arco que va hasta la gente que está sufriendo, hay una relación que hay que explorar. Es una nación cuya figura pública más importante es un hombre de paja que no tiene nada de lo público.
AK: –La pregunta es si es un líder paradigmático o arquetípico. ¿Satisface a parte del electorado desde el punto de vista de la imagen de lo que debe ser un líder o es algo que produce rechazo? Una tarea de Cambiemos fue demonizar al kirchnerismo, y muchas veces por aspectos formales que molestan a un sector de la población: el discurso, la arenga de Cristina, la seguridad con que planteaba las cosas y su carácter didáctico. Mi pregunta es si a la gente que le disgustaba eso le gusta tener un líder de paja.
HG: –Bueno, me parece que el próximo período va a ser también para probar qué tipo de políticos resultan los más sensibles a esta situación. Cristina tiene a su favor un hondo dramatismo, al estar perseguida judicialmente por causas que no son demostrables por las vías habituales con las que procedía el Poder Judicial. Está obligada a llevar ese dramatismo a su condición de líder social. Tiene una gran responsabilidad y me parece que tiene que cumplirla. Macri es una figura totalmente recambiable, y el recambio me temo que venga por la vía de lo que llaman «massismo» o «peronismo racional»… «Racional» pareciera que está cuerdo o que están haciendo filosofía. En realidad, apelan a alguien «que piense como nosotros». Parecieran soportes de la globalización perfectamente llenados por «peronistas racionales» que se dejan llamar así, y no protestan.
–Y sin embargo, Macri ganó también entre votantes hoy afectados por sus políticas.
HG: –El kircherismo intentó que ese estrato más castigado de la sociedad lo acompañara, y ese estrato no lo acompañó necesariamente. Ahí hay un dilema difícil de resolver. Da la impresión que la gran mutación tecnológica en el mundo provocó una necesidad de protección de liderazgos desdramatizados, que no provocaran un horizonte de peligro a la vida cotidiana de los más desposeídos. Si vas como peronista, kirchnerista, del PO o el PTS, proponés un mundo mejor, pero con riesgos. El kirchnerismo no tuvo carencia de conciencia sobre el problema de que los más desposeídos son susceptibles al mensaje macrista, lo que no pudo es resolverlo.
–Lo que atraviesa a estos tres sectores –salud, ciencia, cultura– es que, si el Estado se aleja, viene la privatización.
AK: –Muchas veces con afirmaciones totalmente falsas. Ya desde el menemismo denostaban a las universidades públicas como lugares donde se va a hacer política y no se estudia. La realidad es que son los centros de producción de conocimiento más importantes del país. Hay un propaganda en contra que tiene patas cortas, pero requiere de la militancia constante para revertir ese mensaje perverso. Constantemente estamos tratando de decirle a la sociedad que no es como dice el establishment. A mí me horroriza la composición del gobierno. Una invitación que me llegó hace un tiempo para participar del Plan Argentina 2030 traía la metáfora de un dicho de Obama sobre fútbol americano y cuántas yardas se corrían: apelaba a metáforas de un deporte que no se practica en la Argentina, a un sistema métrico que no se usa aquí y a consecuencias políticas superficiales. Les contesté que, más allá de negarme a participar, el mensaje reflejaba la condición de clase de los funcionarios del macrismo: gente que responde a una escuela de negocios de los Estados Unidos con un lenguaje cuanto menos sectario. CEOs hijos de secundarias y universidades donde nunca entró el pensamiento crítico. O la misma senadora con la cual tuve aquel intercambio (en la audiencia por el aborto en el Congreso), que es graduada de una universidad privada tucumana que responde a la orden de los benedictinos, y cuya tradición histórica está en la Inquisición.
HG: –Ahí tenés una diferencia con los CEO. Ellos no quieren tener historia. No quieren ser responsables de nada. En cambio, ella tiene una historia. Del siglo XVII, pero la tiene. «
Un recorte que empezó mucho antes
Las rebajas de rangos ministeriales de Cultura, Salud y Ciencia no constituyen el inicio de un proceso de ajuste, sino el corolario de más de dos años y medio de recortes. El caso de Salud es significativo. En menos de dos semanas se informó la baja de medicamentos de PAMI y de servicios de diálisis, por deudas millonarias del Estado nacional. El quite del refuerzo de dosis contra la meningitis en chicos de 11 años, y el retraso de un mes en la aplicación de la triple viral, ambas obligatorias en el Calendario Nacional de Vacunación, se sumaron a la ejecución ínfima del presupuesto para el CUS (Cobertura Universal de Salud), que no llega al 15% en los primeros ocho meses del año, y la falta de inversión en programas, lo que ya derivó en la renuncia del titular de la Dirección de Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual, Sergio Maulen.
En Ciencia ocurre algo similar. Primero recortaron a la mitad los ingresos a la Carrera de Investigador del Conicet. Luego frenaron programas y demoraron la entrega de subsidios, que además tienen valores desactualizados. Y en las últimas semanas, las autoridades informaron que dejarán de financiar proyectos de cooperación internacional. Por la necesidad de insumos y equipamientos, es de los sectores que más depende del valor del dólar. Los últimos meses devaluatorios fueron otra daga en el corazón de la ciencia argentina.
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