«Con normalidad». Así definió el ministro de Defensa, Jorge Taiana, a la jornada del Censo 2022 en la región más austral del país, esa donde los vientos normales durante el año alcanzan los 70 kilómetros por hora y que representa una zona de importancia científica y ambiental única en el mundo. En la Antártida finalizó el relevamiento. Y los resultados pudieron concretarse rápidamente: en las siete bases permanentes viven un total 251 personas.
Según lo establecido por el Indec, para facilitar el procesamiento de datos, cada base fue considerada como una única vivienda. En un trabajo conjunto entre Defensa, el Indec, la Dirección Nacional Antártica y el Gobierno de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, cada vivienda militar colectiva (cuarteles, bases, hospitales) fue visitada por un responsable militar de cada jurisdicción junto al personal de censistas para el ingreso en cada barrio militar.
De acuerdo al relevamiento, fueron censadas 64 personas en la Base Antártica Conjunta Esperanza, 26 en la Base Antártica Conjunta San Martín, 17 en la Base Antártica Conjunta Belgrano 2, 21 en la Base Antártica Conjunta Orcadas, 77 en la Base Antártica Conjunta Marambio, 25 en la Base Antártica Conjunta Carlini y 21 en la Base Antártica Conjunta Petrel en la que, según informó el Ministerio de Defensa, «se continúa trabajando para transformarla de base transitoria a permanente». El personal censado allí se transformó en el primero en la historia que invernará en ese sector.
Vida blanca
“Lo normal son vientos constantes de 70 kilómetros por hora, por dos o tres días”, describió a Tiempo el Comandante Conjunto Antártico, general de Brigada Edgar Caladin, al frente de la campaña que suele arrancar en noviembre (en septiembre, hay una precampaña con expediciones científicas) y finaliza cada marzo.
El 22 de febrero de 1904 flameó por primera vez la bandera argentina, en la isla Laurie del grupo de Islas Orcadas, donde actualmente funciona la Base Orcadas. Nuestro país fue pionero en el trabajo sobre territorio antártico. De hecho tiene el Instituto Antártico más antiguo. Las campañas, en las que se multiplican por diez la población estable del resto del año, son claves en desarrollos e investigaciones, pero detrás hay una logística enorme.
Cada temporada se piensa al finalizar la anterior. Licitaciones, comprar, planificaciones, ejercicios y capacitaciones deben efectivizarse en menos de doce meses, sabiendo no habrá muchas oportunidades de ir y venir, sobre todo en las bases del sur. Son 2000 personas que se embarcan cada temporada con un objetivo central que sintetiza Caladin: “La prioridad en la Antártida es el desarrollo de la ciencia”. Están quienes la hacen y están quiénes se encargan de que ese otro grupo pueda hacerla.
Para eso, conviven científicos y científicas con los militares o civiles encargados de la logística. Todo lo que naturalizamos en la vida diaria de cualquier ciudad (comer, dormir, ir al baño) se resignifica en la Antártida, debe ser pensado, estudiado y desarrollado con protocolos. Quizás, por eso el alcohol está acotado, a pesar de que el frío siempre es tentador para volcarse a la bebida. Así, lo explica Caladin: “Es un mito que se bebe mucho; en realidad, la bebida está racionalizada porque hay medidas de seguridad. Si tenés un borracho que no controla sus acciones, puede salir afuera, nadie lo sabe y muere”.
Para 20 o 25 personas, suelen destinar tres botellas de vino y los sábados es el día de la pizza y la cerveza en todas las bases. Eso sí: una lata por persona. “Y están contadas”, advierte el comandante. Hay champagne, sidra, whisky, para los cumpleaños. Pero como está racionalizado, con la idea de transportarlo en enero para que dure todo el año, los cumpleaños se festejan todos los de cada mes en un solo día.
Climáticamente extremo
De sus 14,2 millones de km2, menos del 1% constituyen áreas libres de hielo. Desde Cancillería, apuntan que es el continente más frío, más seco, más ventoso y con mayor altura media (más de 2000 metros sobre el nivel del mar) del planeta: “Existe una serie de variables que hacen que la Antártida sea un continente climáticamente extremo. Sin embargo, el comportamiento y la conexión de estas variables son aún procesos poco conocidos. La observación regular del clima antártico se remonta recién a partir de la década de 1970, y sólo en algunas contadas regiones existen datos confiables de más de 100 años”.
Las actividades que se realizan en la Antártida no deben tener impacto ambiental. Es un requisito del único continente virgen de extractivismo humano. Pero es también uno de los que más sufre las consecuencias del cambio climático. “El calentamiento se nota. A simple vista, ves el derretimiento y la contracción de los glaciares”, revela Caladin. Recientemente, volvió a Base Esperanza, tras diez años. Cuando llegó el glaciar que rodea a la base había retrocedido casi un kilómetro. “Hoy la rotura y derretimiento de hielos está afectando a especies como el pingüino de Magallanes, la más al norte de la península, se alimenta de hielo al sur de Marambio y se ve una reducción de la colonia”, acota.
“La vida de campamento es bastante confortable y los días que la meteorología lo permite se trabaja en el campo prospectando vertebrados fósiles –continúa Reguero, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (UNLP)–. Se aplican diferentes técnicas para los hallazgos. En general, si encuentran vertebrados de gran tamaño (por ejemplo, esqueleto de un reptil marino de 6-7 metros de largo, o un dinosaurio, o bien un esqueleto de cetáceo) se lo extrae y se lo prepara con vendas de yeso húmedas y film. Esa extracción es muy dificultosa por la dureza del permafrost (se utilizan martillos neumáticos) y las condiciones climáticas muchas veces registran temperaturas bajo cero y nieve. También se hace tamizado de sedimento concentrado en seco, para buscar dientes y microvertebrados”.
Las tormentas de nieve y viento, que suelen ser muy comunes, deparan varios días sin poder trabajar y el personal debe permanecer en el campamento realizando tareas adentro de las carpas. “Cada 3 o 4 días se ducha o bien se realiza el ‘baño polaco’. El agua se obtiene de los chorrillos (pequeños arroyos) o bien se descongelan bloques de hielo que se obtienen en la costa. Todo el material fósil se embala y se repliega en helicópteros a la base Marambio. La cocina es comunitaria y generalmente se hace en la cena”.