El anunciado cierre del Zoológico por dos años expuso los nulos avances en conservación animal y biodiversidad por parte del gobierno porteño desde su estatización hace casi un año y medio. Tres organizaciones dejaron su lugar en el Consejo Asesor por disidencias con la gestión, y los especialistas critican los lineamientos actuales, que se basan más en lo arquitectónico que en la educación ambiental.
El Ministerio de Modernización de la Ciudad, a cargo de Andy Freire, es quien maneja el zoo. Días atrás, sin avisarlo con antelación al público ni a las ONG, decidió cerrarlo por 24 meses para su reconversión a Ecoparque. De las 18 hectáreas actuales, pasará a tener apenas seis. El resto se anexará al Parque Tres de Febrero. Esto generará que algunos de los 52 edificios considerados monumentos y patrimonio histórico, queden afuera del zoológico. La Ciudad admite que la idea es utilizarlos para propuestas gastronómicas y ya eligieron un nombre: «ecomercado». Ese será el destino del Pabellón de las Fieras, el Castillo Gótico y el antiguo Castillo de los Osos, construidos en los inicios del zoo, con el estilo del lugar de origen de los animales. «Todos escuchamos a Freire y a Larreta hablar de generar mejores condiciones para los animales. La primera premisa para que esté mejor un animal es darle más espacio», remarcó a Tiempo el naturalista Claudio Bertonatti, exdirector del zoo y asesor de la Fundación Azara.
Azara fue una de las que abandonó el Consejo Asesor en abril pasado. Antes lo habían hecho la Fundación Jane Goodall y la Agencia de Protección Ambiental (APRA). En ese momento también renunciaron los tres técnicos que comandaban el área de Biodiversidad. Uno de ellos, Hernán Ibáñez, con años de experiencia en la Dirección Nacional de Fauna, expresó a este diario: «No terminan de entender la transformación del zoo en un centro de conservación, concientización y de educación ambiental. Se necesita un máster plan donde se vea qué se quiere hacer, no una foto o una maqueta, sino contenido. Si no, es algo vacío, completamente abstracto. Eso está sucediendo». Hace cuatro meses, un informe del Área de Desarrollo para el Bienestar Animal admitía «falta de personal, presupuesto y conocimiento técnico por parte de las líneas directivas del Ecoparque».
Pablo Buompadre, presidente de la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA), criticó la ausencia de «un plan de acción gradual y creíble» para la reubicación de animales. En este tiempo hubo traslados fatales: «La jirafa Lara a Río Negro, el orangután Max, el yaguareté Tango y parte de los coipos llevados a la reserva Los Robles, en Moreno; todos muertos», resaltó el legislador Adrián Camps (PSA). El caso de los yaguaretés es paradigmático. El zoo tenía dos: una hembra y un macho. «Hace días falleció la hembra. El zoo se quedó sin yaguaretés. Cuando sugerimos buscar su conservación asociándose con la Fundación CLT, que trabaja con estos animales en el Iberá, no se nos tuvo en cuenta», se lamentó Bertonatti.
Una de las guardaparques confió a Tiempo que «hay tres antílopes negros que ya no están; cerraron la granja; a 12 conejos quisieron aplicarles eutanasia que logramos impedir; y a la elefanta Mara no la dejan salir por tres días, para acostumbrarla a cuando la encierren para derivarla, ni siquiera se sabe adónde». También criticó el ingreso de «30 administrativos, la mayoría de la UADE, que no saben nada de ambientalismo y cobran entre 40 y 50 mil pesos, cuando nosotros ganamos 15 mil».
El zoo tiene cuatro programas de conservación: el del cóndor andino, tortugas marinas, aves rapaces y el laboratorio de biotecnología reproductiva, para trabajar con material genético de especies amenazadas. «Todo fue rebajado a su mínima expresión. El de tortugas está desmantelado», denunció Bertonatti. «No produjeron ninguna transformación. Por el contrario, la apuesta es vaciar la institución, desvalijarla, castrarla». «