Este Jueves a las 14 hs dentro de las actividades culturales en el marco del evento Carnavales Federales organizado por la Dirección de Cultura de la Cámara de Diputados, en el Anexo del Congreso de la Nacion, se inaugura la exposición de fotografías «Carnavaleando en Argentina» del fotógrafo y periodista Guido Piotrkowski. Si bien la misma nos muestra un recorrido de imágenes alrededor de los carnavales dentro del país, el proyecto del artista lleva casi 10 años y recorre esta celebración en algunos de los rincones más icónicos de Latinoamerica.
Proyecto Carnavaleando surgio en Río de Janeiro, la ciudad que congrega a cientos de miles para su carnaval. Durante cinco días y otras tantas noches, Guido corrió detrás de los blocos, las comparsas barriales que esperan todo el año para ganar las calles. Motivado por la experiencia carioca, decidió llevar adelante un proyecto que comprendiera los principales carnavales de Latinoamérica. Carnavaleando es el resultado de este periplo que le regaló imágenes inolvidables, amigos entrañables y que le ayudó a comprender que sin celebraciones ni tradiciones, la vida sería un trago mucho más amargo.
Carnavaleando propone un viaje en colores al corazón de las fiestas más representativas de América Latina. Un recorrido documental, y también emotivo, de una celebración que forma parte del acervo cultural del continente. Un mosaico mestizo que hace de los carnavales un evento único en el que, más allá de las diferencias, hay un común denominador. Durante estos días, en las calles, todos son iguales, las clases sociales se equiparan, los grandes son como niños. Como dijo un músico y viejo carnavalero bahiano: «Todos podemos cantar, bailar, disfrazarnos, sentirnos libres. Es un quilombo saludable».
Algunos investigadores adjudican la invención del carnaval a la Iglesia Católica, un hecho que habría ocurrido allá por el año 604 mediante la imposición de la cuaresma previa a la Semana Santa, que prohibía una cantidad de placeres mundanos como beber alcohol y comer carne. El pueblo tomó entonces los días previos a la veda para entregarse de lleno al placer, y fue así que nacieron los días del “adiós a la carne» o carne-vale en italiano. La fiesta evolucionó en el Viejo Continente, y con aquella impronta de los bailes parisinos llegó hasta estas costas, a quedarse para siempre. De a poco, y con el aporte fundamental de las culturas africanas e indígenas, el carnaval fue tomando identidad y ribetes propios en cada uno de los lugares donde se afincó.
Las murgas y el candombe retumban noche a noche en Montevideo durante el carnaval más largo del mundo. Río de Janeiro, Olinda y Salvador son los tres puntos de Brasil que expresan en clave de samba, maracatú y afoxé la diversidad cultural que hay dentro del gigante sudamericano. Acercándonos aún más al trópico, la temperatura se eleva al son de la tambora en danzas como la cumbia, el mapalé y el garabato en Barranquilla, Colombia. Y las trompetas de la murga, las carrozas acuáticas del carnaval de Penonomé y el agua de los culecos refrescan al pueblo de Panamá. En la región andina, transitan el tinku, la morenada y la diablada, que se suman a un sinfín de comparsas que bailan sin respiro a 4300 metros sobre el nivel del mar en la ciudad boliviana de Oruro. Al otro lado de la frontera, los diablitos se apoderan de Tilcara, entre coplas y carnavalitos, en medio de los cerros de mil colores de la Quebrada de Humahuaca, y San Antonio de los Cobres, en el norte argentino.
Y Buenos Aires, las murgas, que representan el alma del carnaval porteño, desfilan en una treintena de corsos barriales durante todos los fines de semana de febrero. Así, la capital argentina se anima con el ritmo pegadizo y las canciones de protesta que imponen estas agrupaciones carnavalescas.
Como Bonus track de este ensayo, hay imágenes del carnaval de Barbados, o el Crop Over, el festival que celebra el fin de la cosecha de caña de azúcar, un carnaval fuera de época con infinitas fiestas que se intensifican en la semana previa al día culmine: el Kadooment Day, el primer lunes de agosto. Una intensa jornada en la que desfilan una veintena de agrupaciones al compás del Soca, un ritmo caribeño que suena todo el tiempo a toda hora en todos lados, y que se baila al estilo del Wuk Up, la danza insignia de los locales, un meneo de alto voltaje erótico, una pantomima sexual que pone de manifiesto el goce caribeño por el baile, el ritmo, la fiesta.
Lo diverso, inusual, diferente, y sobre todo, auténtico, encuentran aquí un lugar de expresión y de reconocimiento. Carnavaleando, imágenes paganas de un festejo que ya es parte de la religión.