La ministra hace un balance de su gestión, plantea la idea de un sistema sanitario integrado y pensar a la salud también como generadora de divisas. Habla de la falta de insumos importados y advierte por las ideas libertarias: "una familia debería pagar más de un millón de pesos para cubrir las vacunas del calendario".
“Se juegan dos modelos de país”, define a Tiempo la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, en su despacho del histórico edificio de avenida 9 de Julio, con Evita omnipresente. Igual que en la antesala a su escritorio, donde el aura del primer peronismo se fusiona entre la figura de Eva, la de Ramón Carrillo y la bandera argentina. Ese concepto de política sanitaria que se mantiene desde aquellos años del ministro de salud insignia de la Argentina justicialista de mitad del siglo XX, con el Estado como rector, la búsqueda de equidad y de federalismo en el acceso a la atención y a los recursos; la necesidad de la formación y de la investigación, y la salud primaria como primer eslabón esencial del sistema. Todos elementos que penden de un hilo de cara a la última batalla electoral.
La funcionaria enumera «hitos» de normas sancionadas en estos años, advierte lo que puede implicar la ausencia del Estado en la salud e incluso le pone número a cuánto costarían las vacunas del Calendario Nacional si se dejaran en manos del mercado.
–¿Qué balance hacés de todos estos cuatro años?
–Totalmente extraordinarios, en todo sentido. Para lo bueno y para lo malo. Y para los desafíos por delante. De haber transitado una pandemia, de la peor crisis humanitaria de los últimos 100 años, hubo que reformular todo el Estado nacional, provincial, municipal y todo el sector privado para dar respuesta a esa situación. Y después lo que como equipo pudimos lograr y que eran asignaturas pendientes, como el Plan Federal de Abordaje Integral para la Salud Mental y Consumo Problemático, la cantidad de leyes que se concretaron, como la de VIH y la Ley de Resistencia Antimicrobiana, la de Oncopediatría, la del aborto, la de Mil Días, la de Etiquetado Frontal, la de receta digital e historia clínica digital, y otras que estaban listas y no se habían reglamentado como la de Chagas desde hace 17 años, la de prevención del suicidio, la de trazabilidad de insumos médicos. Se sancionó la Ley de Enfermedad Fibrosis Quística, se reglamentó la de cannabis medicinal que cambió todo un paradigma. Fueron hitos muy relevantes que se han traducido en integración del sistema de salud con medicamentos de muy alto precio que el Estado Nacional está comprando para todos los subsectores, como los de atrofia muscular espinal, como los de la fibrosis quística. Y está todo lo que se trabaja en producción nacional de medicamentos, se volvió a poner donde siempre tuvo que estar el Remediar (desmantelado por el gobierno anterior), el programa de vacunas. Fue extraordinario en lo bueno y en lo malo, y en la capacidad que tenemos para lo que queda por hacer. Porque aún falta muchísimo.
–¿Cuáles son los principales desafíos?
–El primero es seguir visibilizando a la salud en el centro de la agenda. Como un derecho y con una mirada integral. No es solamente cuidar la enfermedad. En estos tiempos donde estamos eligiendo dos modelos de país, pensar la salud como un eje del desarrollo y la investigación estratégica es un desafío grande. No solamente como un área que solicita fondos para cuidar a la población. Debemos trabajar con la producción nacional y regional para el abastecimiento, la autosuficiencia, sustituir importaciones y generar exportaciones. Eso lo hemos hecho como nunca, con ejemplos concretos: en la fibrosis quística con el laboratorio nacional Gador para producir la triple terapia, ahorrando 70% del precio de la compra y proveyendo a todos los subsectores. Ese es el modelo. El otro desafío es el financiamiento del sistema de salud, que es muy fragmentado. Hay acciones concretas que debe hacer el Estado para mejorarlo, pero también debe exigir que todos los subsectores cumplan las normativas y la línea de cuidado para que esos fondos que se generan desde los aportes de los trabajadores, los afiliados privados, el Estado Provincial o desde la Nación tengan una mirada sanitaria. Ese paso se hizo en la pandemia y se empezó a trabajar ahora.
–¿Cómo funcionaría este Sistema Integrado de Salud?
–Lo hemos hecho en la práctica en la pandemia, articulándose con el rol rector del Estado nacional. Con algunas normativas se podría trabajar sobre la integración. Cuando asumimos, además de volver a tener Ministerio de Salud, el organigrama definía cuáles iban a ser nuestros objetivos. Una Subsecretaría de Medicamentos e Información Estratégica, otra de Integración de Sistemas de Salud y Atención Primaria de la Salud. Este año lo habíamos puesto en el presupuesto y la oposición lo bajó. La idea es que su financiamiento sea más equitativo, pudiendo cubrir las líneas de cuidado de todas las enfermedades presupuestadas para que se reemplace el PMO, porque el PMO es obligatorio solo para la Seguridad Social Nacional y debe ir incorporando nuevas prácticas y evaluaciones. Para tener un Sistema Integrado de Salud hay que cambiar normas. Puede ser difícil de explicar la complejidad que tiene el sistema de salud. Cuando alguien dice “no me dieron turno en este hospital…”. El Ministerio de Salud tiene la responsabilidad, pero la verdad es que están los hospitales municipales, los provinciales, y nosotros tenemos 12 hospitales nacionales. Lo mismo cuando hay una obra social que no cubre una tecnología, lo que nosotros podemos hacer es trabajar para estimular la cobertura. En ese contexto, el sector privado tiene que sumarse al sistema de salud, a las líneas de cuidado y a la mirada sanitaria y no mercantil de la salud. Para eso el Estado tiene que tener herramientas para poder generar acciones concretas. Si el Estado financia medicamentos de muy alto precio, el compromiso de los otros subsectores es cumplir la normativa del Estado. Si no, se manejan como entes más autónomos y tienen una mirada que es más financiera y de lucro. Y vemos lo que pasa. Estamos hablando de salud y en eso el Estado tiene que tener más herramientas, que no es solamente poder limitar el aumento, porque vos limitás el aumento y lo que sucede inmediatamente es que el impacto lo tiene el recurso humano o el equipamiento o la población, por ejemplo si les cobran el copago.
–¿Cómo se deben abordar situaciones como los copagos?
–Con un marco legal donde la Superintendencia tenga más herramientas para poder controlar o generar acciones concretas en función del monitoreo, no solamente del costo de la cuota, sino también de las prestaciones que genera y de la calidad de esas prestaciones.
–¿Cuánto pueden ayudar los laboratorios públicos?
–Ahí hay dos ejes. Por un lado, estamos trabajando fuerte para identificar insumos estratégicos que puedan producirse en el sector privado para sustituir importaciones. Por el otro, está la Agencia Nacional de Laboratorios de Producción Pública. Es una red de 53 laboratorios en todo el país. Hoy se trabaja en darle más complejidad a la producción. No solamente poner en un blíster. Es el caso del tratamiento para la anemia el Laboratorio de Río Negro, que está en el botiquín Remediar en el marco del programa de los Mil Días. El misoprostol del Laboratorio de Santa Fe, que llega a más de 1300 centros de salud. También se retomó la producción hemorrágica argentina, que se había interrumpido en el macrismo. El Remediar llega a 19 millones de personas que tienen cobertura pública exclusiva. Gran parte son de laboratorios públicos. El Malbrán ahora está produciendo sueros anti toxinas. Todo eso se ve en resultados concretos.
–¿Qué significa menos Estado en la salud, como dice Milei?
–Es un riesgo enorme. A mí me resulta casi increíble que estemos discutiendo esto. No solamente que el Estado se retire, sino también que vos podés hacer lo que quieras desde tu libertad si te querés suicidar, o cómo se habla de los trasplantes y la donación de órganos. Que se haya votado en contra de la Ley de Cardiopatías Congénitas, que esta semana reglamentamos. Es un desconocimiento absoluto del manejo del Estado. Se subestima muchísimo. El retiro del Estado significa afectar al Instituto Nacional del Cáncer y al Banco de Drogas Oncológicas, y también perder el Plan Nacional de Vacunación, que es gratuito y obligatorio.
–¿Cuánto saldría una vacuna si se librara al mercado?
–A julio se había relevado que una familia con tres hijos para pagar el calendario tiene que tener 1 millón de pesos. Además está la medicación para VIH, para tuberculosis, para la presión o el colesterol, antibióticos para enfermedades respiratorias, el programa Remediar. La medicación para el 80% de las enfermedades prevalentes son distribuidas por el Estado a los 8600 centros de salud. Otro ejemplo es la fibrosis quística. Esta triple terapia, que tiene alto precio, demostró que a los pacientes que la inician les cambia el pronóstico de vida, personas que evolucionaban al trasplante salen de la lista de espera. Imaginate una pandemia sin el rol rector del Estado. Comparado con otros países similares al nuestro, e incluso a otros con una situación económica mejor, la Argentina tuvo menor exceso de mortalidad; el sistema de salud dio respuesta, no como en otros lugares como Nueva York, Perú, Ecuador, hasta el norte de Italia, donde el sector privado fue sobrepasado, y ahí el exceso de mortalidad se disparó. Acá no sucedió, gracias a la integración del sistema y los sectores. Creo que eso lo vamos a poder dimensionar con el tiempo. Dejar todo librado al mercado significa que el que puede, paga. El que no puede pagar, no paga. Y también sería inequidad en cuanto al federalismo, en la capacidad de pago de cada provincia. El mercado donde no ve una oportunidad, no va a estar. Pensemos en los centros de atención primaria, las acciones de los agentes sanitarios en los lugares más alejados, en el trabajo que se hizo desde la conectividad con 1700 CAPS rurales. ¿Qué pasa si el Estado se retira de ahí?
–La vacuna contra el Covid parece uno de los mayores exponentes de la importancia pública en la salud.
–Son menos de diez países que pudieron desarrollar una vacuna íntegramente nacional, desde la investigación básica hasta su registro para la comercialización. Es la primera vez en la historia que Argentina hace eso. Es una decisión política y es un trabajo de años y años de investigación del CONICET y las universidades públicas, a lo que se suma una mirada estratégica y un laboratorio privado nacional que también apuesta e invierte. Es un orgullo. Y a la pregunta de si llegó tarde porque ya no hay más pandemia, sigue habiendo virus y seguimos necesitando refuerzos porque el Covid se volvió un virus estacional. Y la otra situación es que este camino que se hizo es un camino que queda trazado para otras investigaciones, así que por eso la importancia de desarrollar vacunas propias, como puede ser también contra el VPH, neumococo, la antigripal, o el virus sincitial respiratorio, que este año fue muy fuerte. No solo es generar nuevas. También trabajamos en simplificar fórmulas. Que la VPH, por ejemplo, pase de ser dos dosis a una. O combinar para tener menos pinchazos. Y además hay otro punto: las vacunas sustituyen importaciones y se pueden exportar. Con la del Covid estamos trabajando con la Cancillería y el Fondo Rotatorio de la Organización Panamericana de la Salud para países de la región. Igual que la de la gripe. Tenemos que salir de la lógica de que la salud solo gasta plata: también puede generar divisas. Y a su vez, invirtiendo en prevención, diagnóstico precoz y cambios de hábitos saludables te ahorrás costos de atención de gente enferma.
Hace 10 días, seis sociedades cardiológicas emitieron un comunicado para alertar sobre la escasez de insumos médicos clave por problemas de importación. Esta semana se reunieron con autoridades de Salud y Comercio, y agradecieron la “rápida respuesta recibida”. Vizzotti asegura: “Hay distintos ejes. Primero, la autorización de las importaciones. En eso estamos con Economía y el Banco Central. Están priorizadas las importaciones en salud. La segunda es la liberación de los dólares para los pagos. Estamos también trabajando con las empresas, identificando las prioritarias. Y después está la especulación. Hay algunas empresas que tienen hasta un 30% más de importaciones que el año pasado, comprando a dólar oficial y guardando el stock. Es un problema complejo. Hay proveedores que no quieren vender, esperando un dólar más alto. Eso también afecta a los prestadores. Hay quienes no venden porque están especulando”. Un insumo citado estos días es el de los contrastes: “Hay tres proveedores –relata la ministra–. Uno tiene interrumpida la producción a nivel mundial porque están reformulando la planta. El segundo tiene problemas con el acceso al iodo, porque se utiliza también para material bélico y hay un aumento de la demanda. Y el tercero, que tiene provisión, no está pudiendo cubrir todo porque creció mucho la demanda. La situación es complejísima como para que se simplifique diciendo ‘hay que hacer A o B’. Lo que sí estamos haciendo es trabajando día y noche, incluso viendo con pymes que producen en Argentina para poder lograr los insumos y no tener que importar; y ahí donde hay especulación identificándola para hacerla saber”.
Parece mentira, pero en plena campaña desde La Libertad Avanza volvieron a hablar del mercado de órganos. Días atrás el INCUCAI emitió un comunicado firmado también por las 24 instituciones de trasplantes de todo el país alertando por el «total desconocimiento del funcionamiento del sistema de donación y trasplante”, en referencia a Javier Milei cuando en el debate habló de «300 mil posibles donantes» en referencia a las personas que mueren por año. «Es desconocer que la mayoría de las personas no mueren en condiciones para poder donar órganos que necesitan compatibilidad y traslado. Y pone en duda al INCUCAI, uno de los organismos más prestigiosos y transparentes de la región», apunta Vizzotti.
¿Estos grupos de extrema derecha crecieron a partir de la pandemia? Cree que sí: «La situación que se vivió exacerbó comportamientos que ya venían polarizados en función de los antivacunas, de la ‘libertad’ individual, de teorías conspirativas. Se logró captar a personas con estas características, enojadas, que estaban asustadas. En Argentina las vacunas tienen un gran peso y apoyo, pero sí, han crecido estas ideas individualistas. Es el sálvese quien pueda.
¿Cómo se lo combate? “Hay que explicar y tener mucha paciencia, no enojarse, porque la mayoría de la gente entiende el esfuerzo y todo lo logrado. Hay que transmitir que tiene muchas más posibilidades de lograr lo que falta con un gobierno que visibilice la salud como un derecho, con un Estado presente y con igualdad de oportunidades”.
Días atrás se conoció que ya está por comercializarse la vacuna contra el dengue, tras una temporada con récord de casos el último verano. «Es una vacuna compleja –relata Vizzotti–. Es una vacuna laboratorio japonés que está registrada en Argentina, que va a empezar a entrar ahora en el sector privado, pero todavía no está la recomendación regional y nacional desde su uso para el sector público. Es una vacuna que es difícil definir a quién vacunar y hacia dónde va. No es como un calendario que vos decís la pongo a los dos, cuatro y seis meses y van a tener protección hacia adelante y además tienen un impacto colectivo. Es más complejo que eso».
También se refirió a cuánto disminuyó el porcentaje de población vacunada del Calendario Oficial a partir de la pandemia: «Durante los primeros años bajó como diez puntos. El problema es que en general en el mundo las coberturas de algunas habían empezado a bajar antes de la pandemia. Los equipos de los programas de inmunizaciones salieron extramuros y se recuperó ese número. También las vacunas son víctimas de su propio éxito porque eliminan enfermedades o las controlan. Entonces la percepción del riesgo baja y disminuyen las coberturas y vuelve el riesgo de que haya brotes».
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