La reforma constitucional de 1994 reconoció por primera vez la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios argentinos y el derecho a su identidad. Ese mismo año fue restituida a la comunidad tehuelche el esqueleto de Inacayal, el cacique que resistió hasta el final a la genocida Conquista del Desierto del general Julio Argentino Roca. Luego de ser tomado prisionero, Inacayal vivió «secuestrado por la ciencia» en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que fundó y dirigía el perito Francisco P. Moreno, hasta su muerte en 1888. Nunca recobró su libertad. Desde entonces y hasta los años ’40, sus restos fueron exhibidos en la sala de antropología biológica como representante de las «razas salvajes que se extinguen». Recién a instancias de la Ley 23.940, volvieron al valle de Tecka, en Chubut. A la restitución de Inacayal se sumaron luego la devolución de la calavera del cacique ranquel Panguitruz Güer, más conocido como Mariano Rosas, en 2001; la de la niña indígena aché Damiana Kryygi, en 2010; la de la esposa de Inakayal y su sobrina Margarita Foyel, en 2014; y la de los restos óseos de cuatro integrantes del pueblo shelknam (u ona), entre ellos el del mítico «Capelo», en abril pasado.
Este camino de justicia continuará el próximo 10 de octubre en vísperas de la fecha considerada como el «último día en libertad de los pueblos originarios», cuando sean restituidos los restos del cacique mapuche Gherenal, cuyo cráneo figura en el catálogo del museo platense con el número 317; el cráneo del «Indio Brujo» (número 333); y los igualmente catalogados de Gervasio Chipitruz y Manuel Guerra. Habían sido donados al Museo por el jurista Estanislao Zeballos, uno de los ideólogos de la Campaña roquista.
«Estas restituciones son un grano de arena más en el cumplimiento del espíritu de la ley», explica la directora del Museo, Silvia Ametrano, y adelanta que la institución evalúa otras cinco restituciones. «Tenemos la política de atender todos los reclamos», agrega, y remarca que siempre procuran «verificar la identificación de los restos que se reclaman y que la comunidad que lo hace sea la única reclamante posible», algo que en definitiva debe validar el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
En el Museo de La Plata quedan más de 10 mil restos de las comunidades originarias por restituir. Más de 6000 están retenidos en la «craneoteca» y fuera de exhibición. «Cada restitución es distinta de otra, es única dice Ametrano. Generamos un vínculo con la comunidad reclamante y constituyen procesos intensos. Hemos estudiado mucho cómo proceder y vamos andando por el camino del diálogo con las comunidades.» «
El destino de Calfucurá
Juan Calfucurá fue un cacique mapuche con una vasta actividad militar y política en la Patagonia. Desde su muerte, en 1873, sus restos permanecen en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Su restitución fue solicitada por varias comunidades, pero el INAI ya reconoció los derechos de la de San Ignacio, de Junín de los Andes, en Neuquén. Para concretar la devolución, falta el renunciamiento formal del resto de las comunidades a sus reclamos. «Este tipo de restituciones constituyen una forma de reparación simbólica y material», considera Fernando Pepe, antropólogo y presidente del Colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social), y destaca que «el proceso culmina con la reparación territorial», otra de las luchas históricas de los pueblos originarios. GUIAS se conformó en 2006 para atender esos reclamos.
Un cráneo en el país
La comunidad tehuelche-mapuche de Chubut viene reclamando al Museo del Hombre, en París, la repatriación de los restos de su ancestro, el cacique Liempichún Sakamata, que fueran exhibidos allí luego de que el Conde Henry de la Vaulx profanara su tumba, en 1896. La restitución ya había sido solicitada en junio de 2015, mediante las gestiones del licenciado Fernando Pepe, del Colectivo GUIAS, pero hasta el momento los restos, identificados por el historiador argentino Julio Vezub, siguen en el museo parisino. De la Vaulx se llevó, junto con el esqueleto, el ajuar funerario, joyas y alfarería trasladadas en 30 cajas.