“Yo era niña, pero no tan chica, por eso recuerdo. Es muy triste para mí porque mataron a mi papá y casi no me quiero acordar, me hace doler el corazón. Un avión de arriba tiraba bolsas y caían al piso y ahí los mataban. No sé por qué mataron a muchos niños y grandes, fue mucho el sufrimiento”. Rosa Grilo habló en lengua qom y en español sobre la Masacre de Napalpí, que en 1924 le quitó a parte de su familia. Aportó su relato memorioso hace tres años, durante la investigación llevada a cabo por la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Resistencia. El próximo martes, en un hecho inédito, esos crímenes de lesa humanidad cometidos contra comunidades qom y moqoit del Chaco serán protagonistas del inicio del juicio por la verdad. Rosa Grilo, única sobreviviente, llega al proceso con 114 años.
Con el testimonio de Rosa se dio por concluida la recolección de prueba.Su declaración fue filmada. Si el peso de más de un siglo de vida le impide presentarse en la sala de audiencias, su palabra será proyectada. Igual que la de otros sobrevivientes de la masacre que contaron lo que vivieron y ya no están. Como Pedro Balquinta o Melitona Enrique. Sus relatos orales resistieron al paso del tiempo y a la invisibilización de una masacre que será juzgada casi cien años después, aunque ninguno de los acusados como responsables esté con vida.
Lo que contaron los abuelos
La matanza comenzó el 19 de julio de 1924, cuando policías, gendarmes, militares y colonos enviados por el gobernador interventor de Chaco, Fernando Centeno (bajo la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear), abrieron fuego contra una protesta de las comunidades que reclamaban mejores condiciones laborales en la reducción. Unas 400 personas fueron asesinadas y enterradas en fosas comunes. De todas las edades. Quienes lograron escapar sufrieron persecuciones durante meses. A muchos los mataron en esas cacerías. Hasta se utilizó un avión para perpetrar la masacre: eso que aparecía en relatos orales quedó demostrado en los documentos históricos.
Ana Noriega, de Fundación Napalpí, resume la relevancia de un juicio que hasta hace un tiempo no aparecía en el horizonte de lo posible: “Es la primera vez que la memoria oral de los pueblos, lo que se transmite de generación en generación, va a llegar con la misma veracidad que el relato académico y se va a convertir en verdad oficial. Va a devolver un poco la tranquilidad a las comunidades, para decir ‘lo que nos contaron nuestros abuelos fue así’. Desde lo simbólico, es clave”.
Los que salieron a cazar
A David García los primeros relatos sobre lo que pasó en julio de 1924 en la reducción de Colonia Aborigen le llegaron por su tío abuelo: “Siempre se sentaba y contaba cómo se escaparon. Se salvaron por estar en el monte. Sus papás murieron. No murieron en las fosas sino a unos kilómetros, cuando fueron alcanzados por los que salieron a cazar a los que habían huido”.
García pertenece a la comunidad qom. Por su rol como traductor entre esa lengua y el español conoció al historiador Juan Chico, también de origen qom, quien se había enterado de la masacre gracias a los relatos de su abuela, Saturnina. Con esos fragmentos de historias Juan comenzó a buscar testimonios y otras evidencias, piezas de un rompecabezas que luego daría lugar a un libro, Las voces de Napalpí. En ese andar, el silencio histórico se empezó a romper.
“Su texto fue un disparador importante dentro del sistema educativo. Lo publicó el Instituto de Cultura de la Provincia en 2008. Llega a las escuelas y se empieza a hablar en qom, a trabajar el tema de Napalpí, la visibilización de la masacre. Ese año habló Melitona Enrique, incorporamos testimonios de ella. Antes no circulaba la información, a partir de ese texto se animaron los docentes de la zona. La escuela fue un motor principal –define García- Ahí empieza la pregunta que llega a las casas: ‘¿papá, mamá, era cierto?’ Así empezaron a hablar. Hoy la misma comunidad lo difunde, lo trabaja, lo empieza a destapar”.
La república negadora
Juan Chico falleció el año pasado por coronavirus. Tenía 45 años. Dedicó su vida a la memoria de su pueblo. No sólo corrió el velo sobre la Masacre de Napalpí. También visibilizó la presencia qom en la Guerra de Malvinas. Desde su lugar como director de Tierras del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), insistió ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación acerca de la importancia de juzgar lo que había pasado en su tierra natal en 1924. El área que conduce Horacio Pietragalla se sumó a ese desafío.
El historiador Alejandro Jasinski, investigador de la Secretaría, trabajó en la elaboración de un extenso informe que reunió material probatorio sobre la masacre. “Hay que leerla dentro de la larga ocupación del Chaco que comienza en 1860 y produce episodios cada vez más sistemáticos. Lo de 1924 tiene que ver con eso. Y con el problema de la tierra como derecho humano. Es un eslabón más de toda una cadena represiva que se da en esa coyuntura. La Patagonia, la Forestal, Buenos Aires. Pone en discusión masacres de ese tipo en contextos no dictatoriales, eso abre una lupa distinta”, remarca Jasinski.
Su informe refleja, además cómo funcionó el aparato de «la república negadora», que también fue parte de la masacre: «el expediente judicial, el rol del Congreso al prohibir una investigación parlamentaria. En un lapso de tres meses primero se intenta ocultar y el aparato policial entra a actuar, hay un mecanismo de tergiversación de los hechos y termina con una sentencia exculpatoria. No se toman testimonios, se minimizan los hechos, se adulteran documentos. Sobre eso se impone el terror de las comunidades al hombre blanco de armas, se apela al olvido, a la negación, para sobrevivir”.
Ese terror no impidió quebrar el olvido a fuerza de memoria y transmisión oral, en un proceso que tendrá su consagración a partir de esta semana, con el inicio de un juicio por la verdad inédito. “El proceso de memoria, verdad y justicia en la Argentina se amplía. Toma como antecedente los juicios por la verdad de los ’90 (cuando aún estaban vigentes las llamadas Leyes de Impunidad) y de alguna manera intenta reparar, en la medida de lo posible, con esa reconstrucción del derecho a la verdad”, destaca el fiscal Diego Vigay, de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Resistencia. A fines del año pasado, el pedido de juicio por la verdad fue aceptado por la jueza federal Zunilda Niremperger, considerando las normas de imprescriptibilidad de crímenes de lesa humanidad. Una interpelación al pasado, con una meta a futuro: “También tiene un sentido en la cuestión de la no repetición, un aporte a que ese tipo de conductas racistas no se repitan en nuestra democracia”. «
Se corre el velo de otras matanzas
“Hay algo inédito que aún no estamos viendo. No nos damos cuenta de la importancia de esto: un juicio de lesa humanidad a cien años, y las puertas que esto abre”, destaca el investigador de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Alejandro Jasinski, en referencia a la Masacre de Napalpí.
Esas aperturas también se dan con la investigación de otras masacres contra trabajadores, trabajadoras y pueblos originarios a fines del siglo XIX y principios del XX. Por caso, una causa que se inició en la Justicia Federal de Reconquista, Santa Fe, apunta a la masacre de San Antonio de Obligado, en 1887, cuando indígenas qom de una reducción fueron asesinados por militares. Siempre se dijo que fue en represalia por el crimen de un fraile. Las actas de la parroquia de Las Toscas lo desmienten.
Otra invisibilizada fue la Masacre de Rincón Bomba de la Gendarmería Nacional contra el pueblo pilagá en 1947 en Formosa. En marzo de 2020, la Cámara Federal de Apelaciones de Resistencia confirmó un fallo de primera instancia que la declaró crimen de lesa humanidad, ante la denuncia hecha por la Federación Pilagá. La Cámara lo consideró un genocidio.
Osvaldo Cipolloni | Socio
19 April 2022 - 11:05
Importantísimo hito en la historia de la justicia nacional, tan vapuleada en estos tiempos y tan negada históricametne.