Ángela Pradelli, libro de testimonio sobre violencia de género

Por: Mónica López Ocón

Las escritoras Ángela Pradelli y Alejandra Correa son las coordinadoras de este libro digital que reúne 30 relatos de mujeres víctimas de violencia de género más 2 de familiares de quienes fueron víctimas de femicidios. Con prólogo de María Pía López y fotos de Martina Bertolini y Alejandra Correa, el proyecto quiere contribuir a hacer visible un problema acuciante de la Argentina y que luego de la publicación, se ha agravado debido al aislamiento obligatorio que pone en contacto estrecho a la víctima y el victimario.

De no ser por la pandemia que nos mantiene encerrados en nuestras casas, Ángela Pradelli debería estar en este momento precisamente en China. Es que tal como lo anunció en su momento Tiempo Argetino, es la ganadora del Prremio de la editorial People´s Literature Press al Mejor libro en español publicado en 2018,que otorga la Asociación de Escritores Chinos en Shangai, por La violenta respiración del mundo que habla de los niños apropiados durante la última dictadura militar argentina y en la que aparece Rodolfo Walsh como personaje

(Foto: Gentileza Prensa)


Luego de tres años de trabajo intenso Junto a la escritora Alejandra Correa acaba de publicar en formato digital el libro Por qué llora esa mujer. Se trata del testimonio de 30 mujeres que sufren o sufrieron violencia de género más 2 testimonios de familiares de víctimas de femicidio, un problema que no sólo no cesa en el país, sino que ahora se ve agravado por la pandemia cuando las víctimas están obligadas a mantener el encierro junto a sus agresores.

(Foto: Gentileza Prensa)


En diálogo con Tiempo Argentino Pradelli se refirió al libro que es un testimonio del dolor, y también a los recientes femicidios ocurridos durante la cuarentena. El PDF de Por qué llora esa muje se puede leer online en: https://bit.ly/3a9y05w La versión online en: https://bit.ly/3aaHCNj

(Foto: Gentileza Prensa)



-¿Cómo se realizó este libro de testimonios?

-Algunos testimonios los tomamos directamente Alejandra Correa y yo y también conectamos a las mujeres que querían dar su testimonio con otras escritoras y escritores y que luego lo narraban. La edición corrió por cuenta de Alejandra y tuvimos la necesidad de publicar fotos entre los testimonios porque las historias eran demasiado densas incluso para nosotras. El prólogo estuvo a Cargo de María Pía López y las fotografías son de Martina Bertolini y Alejandra Correa.

-¿No es una transcripción directa?

– No, a partir del testimonio se narra la historia de cada mujer. No tiene nada de ficción. Luego de esto nos reunimos con la mujer que había dado su testimonio para ver si la narración se ajustaba estrictamente a éste y hacíamos las correcciones pertinentes. Pero en todos los casos la voz es la de la mujer que da testimonio. Nuestro objetivo principal es que ellas se reconocieran en esa voz, que no fuera la voz de la persona que escribía, sino de la mujer que daba testimonio y por eso aparecen tantas voces diferentes en el libro.

¿Y por qué entonces pasaron ese testimonio por el trabajo de un escritor o una escritora?

-Porque cuando se toma un testimonio se hacen preguntas o porque se termina contando algo al final al que parece importante contarlo al principio. Pero no tocamos nada. Sólo contribuimos a armar el relato porque para contar hay que tener herramientas y no todas las tenían. La idea era trabajar lo que decían hasta que ellas sintieran que ese era su relato, que ese testimonio lo sintieran cómodo.

-¿Cómo se hizo la selección de las mujeres víctimas de violencia de género?

-No hubo una selección. Hicimos una convocatoria en Facebook. Tanto Alejandra como yo conocíamos mujeres que vivían o habían vivido violencia de género. Pero no llamamos a ninguna de ellas. Sólo recibimos amorosamente a quienes respondieron a la convocatoria. Lo hicimos así porque nos parece que, sobre todo en los medios, hay algo contradictorio. Se dice que las mujeres cuentan cuando pueden, cuando están en condiciones de hacerlo. Pero luego, cuando llevan a una mujer a un programa de televisión le piden que cuente su experiencia frente a miles de personas. Nosotras no quisimos hacer eso. No fuimos a buscar a nadie. Las mujeres que dieron testimonio se acercaron ellas mismas y todas fueron incluidas, excepto aquellas que luego de dar testimonio nos pidieron que no lo publicáramos. Hay miedo, hay amenazas, no es fácil estar en sus zapatos. Algunos testimonios aparecen con el nombre real y otros no, porque estaban en medio de procesos legales o porque no querían, aún cuando los procesos legales hubieran terminado. Algunas mujeres viven muertas de miedo porque están amenazadas. Los testimonios directos fueron 30. Los otros dos que están en el libro son de familiares de mujeres víctimas de femicidio. Eran muy jóvenes y el libro está dedicado a ellas dos: Belén Canestrari y Katherine Moscoso.

-Desde que comenzó el año los femicidios aumentaron. Supongo que las causas son diversas. ¿Tenés alguna explicación para este hecho?

-Hay algo muy preocupante en este momento que es la cuarentena. No pueden salir de casa y tienen que estar 24 horas con un tipo que las golpea, abusa de ellas, las viola…Desde que empezó la cuarentena los femicidios confirmados suman 7. Yo también me pregunto si hay más femicidios desde que comenzó el año o hay más denuncias.


(Foto: Martina Bertolini /Gentileza Prensa)


¿Y qué te contestás?

-Yo no soy especialista, pero leo mucho sobre el tema. Creo que hay un poco de las dos cosas. Hay más denuncias. Antes una ni siquiera conocía mujeres que hubieran ido a denunciar. Sí conocía mujeres que a lo mejor aparecían golpeadas y trataban de disimularlo. Ahora una conoce un montón de mujeres que denuncian, que están con procesos judiciales. Luego, por supuesto, está lo que dicen antropólogas como Rita Segato. Ella dice que de cada femicidio se hace un espectáculo mediático y eso incrementa en el femicida potencial la posibilidad de matar. La verdad es que no sé cómo funciona la mente de un femicida. A veces me parece que se da todo lo que dijimos a la vez. Pero no tengo idoneidad para hablar sobre el tema más allá de lo que leo y lo que veo. Ayer, por ejemplo, encontraron muerta a una mamá con su hija, un femicidio doble. Algo que me parece tristemente raro o novedoso, no lo sé.

-¿Qué elementos encontraron en común en todos los casos de los que tomaron testimonio?

-Algo que nos llamó la atención es que ciertas mujeres tienen dificultad para percibir la violencia. Si matan a una mujer queda claro que hubo violencia. Pero a veces dicen cosas como “yo trabajo todo el día y mi marido se queda con el dinero, pero yo sé que al lado de lo que pasan otras mujeres lo mío no es nada.” Creen que si no hay agresión física no hay violencia e incluso en muchos casos en que la hay, tampoco lo consideran violencia. Creo que ayudó mucho en un momento hablar de violencia psicológica, de violencia explícita, económica, para entender de qué estábamos hablando. Me parece que ahora habría que acomodar ese concepto porque parece que para algunas mujeres la violencia tuviera categorías, grados: si no es físico no es tan grave. La violencia psicológica no se percibe como algo tan serio. Ha corrido mucha agua bajo los puentes, pero esas cosas se conservan así, estancadas.

-¿Las mujeres entrevistadas crecieron con violencia en sus familias de origen?

-Algunas sí y otras nunca. Hay mujeres que hicieron sólo la escuela primaria o no la terminaron, pero también mujeres que son funcionarias, que tienen carreras terciarias o universitarias y muchas son exitosas en ellas. La violencia contra la mujer atraviesa distintas clases sociales y formaciones intelectuales. Creo que es más una cuestión de personalidad vulnerable, pero no tiene que ver con el hecho de haber hecho la universidad o no como se piensa algunas veces.

-¿Siempre lo concibieron como un libro digital?

-No, pensábamos en un libro en papel, pero había una tensión que no lográbamos resolver Trabajamos durante tres años sin ningún tipo de subsidio. No hubo un peso para nadie. Tampoco para las personas que nos ayudaron a tomar los testimonios, por lo que dárselo a una editorial que lucrara con el libro, que es su trabajo y que está bien, era algo irreconciliable con el tipo de trabajo. En un momento pensamos en donar ese dinero a alguna casa donde se recibieran mujeres. Pasa mucho en el Conurbano, donde yo vivo, que mujeres sin ninguna posibilidad económica pero que tienen su casita y atravesaron por una situación de violencia de género, la abren una noche o dos y comparten su comida con una mujer que está pasando por una situación por la que ellas ya pasaron, que está tratando de salvarse de ser asesinada por su pareja, ex pareja o por el padre de sus hijos. Pero para donar se exigen una serie de requisitos legales: tiene que ser a una fundación u otro tipo de institución, tienen que tener papeles…Y estas son mujeres que no tienen nada. Sólo una habitación disponible para albergar a otra por un día o dos. Por eso lo hicimos de manera digital. Ahora la Biblioteca del Congreso lo incluye en su catálogo de libros virtuales.


(Foto: Gentileza Prensa)


-¿Cómo fueron las devoluciones?

– Nos llegan devoluciones que nos emocionan mucho. Hay mujeres que se juntaban en una plaza a leer el libro. En Rafaela hubo un paro docente cuando comenzaron las clases y los profesores no entraban a las aulas, pero se reunían en las inmediaciones de las escuelas para leerles a sus alumnos el libro. Creemos que en el futuro alguna editorial universitaria se puede sentir interesada y sería interesante para que tenga otro tipo de circulación. También fue emocionante lo que sintieron las mujeres que dieron su testimonio cuando se vieron escritas. Sintieron que tenían un cuerpo y una presencia dentro de la sociedad, que eran leídas en las bibliotecas, en las escuelas, en las casas. A nivel social está teniendo mucha aceptación porque realmente sus historias son una bomba. Hay gente que dice no puedo dejar de leerlo y otra dice empecé a leerlo y lo tuve que dejar porque era muy fuerte y la retomé después. Son historias muy dolorosas y es difícil imaginar tanto dolor. En estos años hubo muchos cambios sociales que a veces una no percibe porque está inmersa en ellos. Pero unos días antes de la salida del libro una mujer que había firmado con seudónimo nos llamó una noche tardísimo y nos dijo: ”Díganme, por favor, que estoy a tiempo de cambiar el seudónimo. No me quiero ocultar más.” Y lo cambió por su nombre verdadero. En los tres años que duró la escritura del libro hizo todo un proceso y sintió que tenía un espacio para contar su historia con su propio nombre. Un dolor aparte fue tomar el testimonio de familiares de mujeres víctimas de femicidio. En un caso, el asesino la mata delante de su hijito de tres años. Su hermana no deja de preguntarse por qué no se dio cuenta de lo que pasaba, por qué no hizo algo. Es que incluso para la familia, la mujer que sufre violencia machista sigue siendo un tabú. Nuestra cabeza tiene que comenzar a funcionar de otra manera, tenemos que tratar de rescatar a quien vislumbramos que puede estar en peligro. Fue una experiencia hondísima. Ojalá alguien tome la posta y haya otros libros de este tipo

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