Cultora del perfil bajo, cercana hace años al núcleo duro de Axel Kicillof y llegada desde la Universidad Nacional de José C. Paz, la directora general de Educación y Cultura de la Provincia de Buenos Aires, Agustina Vila, habló en exclusiva con Tiempo sobre cómo delinear las políticas educativas de un territorio tan heterogéneo como el bonaerense, con 11 mil establecimientos a lo largo y ancho de 307 mil kilómetros cuadrados, y con un doble desafío: hacerlo tras cuatro años de ajuste macrista, y en pandemia.
Denuncia que cuando asumieron había 200 obras paralizadas y 60 mil netbooks bloqueadas, revela que alrededor de un 2% del alumnado perdió relación con sus colegios en la cuarentena y adelanta la idea de que los docentes continúen con los mismos alumnos en 2021. Para el largo plazo, contenidos como la ESI y el uso crítico de la tecnología serán parte del debate.
–¿Qué reflexión hace de estos meses tan particulares?
–Si algo vino a demostrar la pandemia es que los compromisos que socialmente fuimos capaces de construir en los años 2003-2015 no pueden volver a desconocerse ni interrumpirse. Si Conectar Igualdad se hubiese seguido implementando en los últimos cuatro años, el punto de partida para realizar una continuidad pedagógica no presencial habría sido absolutamente distinto. Cuando mirás que a diciembre de 2015 el presupuesto de la provincia de Buenos Aires en Educación representaba el 39% del total, y al finalizar ese periodo apenas rasguñaba el 31, y al mismo tiempo ves cómo la participación del pago de deuda de la provincia en el total del presupuesto pasaba de 11-12 a 19-20 eso te dice todo. Si interrumpís la inversión no podés pretender que el Estado y la escuela de la noche a la mañana pueda reconstruirse y recuperar todo lo no hecho. Cuando asumimos hace 9 meses nos encontramos con un sistema educativo que había sufrido desinversión, en conflicto con los docentes, retraímiento de los salarios, escuelas en términos edilicios deterioradas, docentes y equipos de conducción a los que no se les había dado la oferta de formación adecuada. Por eso hoy estamos jugando dos partidas en simultáneo: reconstruyendo y tratando de encontrar soluciones estructurales al sistema educativo, muchas agravadas en los últimos años, al tiempo que debemos enfrentar los desafíos que trajo consigo la pandemia, agudizando desigualdades preexistentes y generando nuevas. Otra cosa que nos encontramos cuando asumimos fue que el diálogo permanente entre el nivel central y el territorio estaba obturado. Toda la lógica de sumarios y esa práctica «disciplinadora» que se implementó, claramente obturó la capacidad de construir de forma planificada y participativa. No se pueden tomar definiciones de política en ninguna área desde el escritorio, de manera aislada. Esas definiciones deben poder recoger tanto las particularidades y los problemas de la realidad del sistema educativo en cada distrito como también las iniciativas que en ellos sucedan, porque a partir de eso te enriquecés. La escuela está asentada en una comunidad, esa concepción participativa es la que estamos tratando de reconstruir y era el punto de inicio, y en el medio nos agarró una pandemia. Una de las definiciones inmediatas fue que Escuelas a la Obra, que lanzamos cuando asumimos para atender las mejoras edilicias, era ininterrumpible. Hoy llegamos a las mil obras, casi 700 de ellas están finalizadas, y en paralelo seguimos relevando y tenemos 250 obras adiciones en ejecución. Pero tuvimos otro problema: 200 obras paradas en toda la provincia de la gestión anterior. Algunas llevaban cuatro años detenidas, y muchas eran con financiamiento nacional. Así logramos reactivar 40, terminamos cinco, y las restantes 150 están en proceso de análisis. La suspensión de clases presenciales supuso un proceso de aprendizaje enorme, con muchísimo compromiso, dedicación y vocación de toda la comunidad. A la semana ya teníamos Continuemos Estudiando, una plataforma que permitió el acceso a contenidos por año y nivel de enseñanza, sin consumir datos. Acto seguido comenzamos a desbloquear netbooks: había en la Provincia de Buenos Aires más de 60 mil en poder de los estudiantes que no funcionaban porque porque no sólo se interrumpió la compra y distribución, también se interrumpió el soporte de esas netbooks, y hoy las recuperamos. Lanzamos Aulas del Bicentenario, que incluyó la formación de más de 40 mil docentes y 10 mil directivos en estrategias pedagógicas para los entornos no presenciales, y trabajamos muy fuerte en la plataforma Mis Alumnos, para tener actualizada la situación de cada estudiante frente a la conectividad. Encontramos que el 5% no tenía conectividad en sus hogares, y del 95% restante, el 55% tenía Internet más computadora, y un 45% solo Internet y celular. Y no era igual en todas las modalidades: mientras en la gestión privada los que no tienen conectividad eran el 0,4%, en la gestión estatal llegaba al 7 por ciento. Entonces, al mismo tiempo, salimos a hacer una logística de distribución de cuadernillos en territorio, para aquellos estudiantes sin conectividad, entregándolos junto al Servicio Alimentario Escolar (SAE), al que reformulamos casi triplicando su presupuesto y pasaron a ser bolsones estandarizados que además del desayuno todos incluyen el almuerzo, algo que antes no ocurría. Ahora, la continuidad pedagógica de los chicos sin conexión requiere no solo que los cuadernillos se entreguen, con un gran trabajo territorial de todos los actores, incluidos los municipios, sino que también puedan hacer sus tareas, y los devuelvan a la escuela. En algunos casos, los cuadernillos no vuelven a la escuela, perdiéndose el contacto, y esa es la población estudiantil a la que mayor atención le prestamos. Para ellos hay dispositivos de revinculación, ya sea telefónica o a veces presencial, con la participación de equipos de psicología y de orientación escolar, o incluso con la intervención de los centros de estudiantes o de las familias de las cooperadoras. Así configuramos los EFTEE: Equipos Focales Territoriales para la Emergencia Educativa.
–¿Cuántos son esos alumnos que perdieron contacto con sus escuelas?
–Aproximadamente el 2% de la matrícula, de primaria y de secundaria, particularmente, que vieron interrumpida su vinculación con la escuela. Se trabaja permanentemente en su revinculación. Ahora, si mirás todos los que reciben el SAE, cuadernillos y no hacen devolución de tarea, ese número oscila entre 8,5 y 9%, coincidente con los relevamientos nacionales. Es histórico el problema de la interrupción de las trayectorias educativas interanuales. La pandemia vino a agudizarlo. Nuestro trabajo es revincular y garantizarle la continuidad pedagógica a quienes perdieron el vínculo, y fortalecer a quienes lo hacen intermitentemente, evitando que desistan, porque cuanto más tiempo pasa más difícil es. Y en ese trabajo se detectan situaciones complejas, de vulneración de derechos, situaciones emocionales, de angustias, o violencia intrafamiliar, por eso trabajamos en conjunto con otros ministerios como el de la Mujer o el de Salud. La escuela siempre fue, y en contexto de pandemia nunca dejó de serlo, ese espacio donde se detectan emergentes extra escolares. La proximidad máxima del Estado a las familias. Y la emergencia de esos problemas que se detectan necesitan de un trabajo en red, que fue un lineamiento del gobernador desde el primer día: bajar al territorio u estar en contacto permanente con las diferentes realidades cotidianas de los y las bonaerenses, y siempre con una perspectiva integral a la hora de caracterizar los problemas y abordarlos.
–¿Cómo se trabajan las evaluaciones en pandemia?
–Lo numérico, la calificación, es la asignación de un valor que sintetiza el resultado de una valoración pedagógica que uno hace de lo que se enseñó, de cómo se enseñó, de lo que se pudo aprender y de lo que quedó pendiente o requiere que se lo refuerce. Cuando hablamos de evaluación siempre se lo asocia al resultado, pero es necesario llevar a un primer plano todo el proceso previo que se sintetiza en ese valor. En el marco del Consejo Federal de Educación, todas las provincias acordamos lineamientos de cómo llevar adelante el proceso de revisión y priorización de curriculum, del contenido a impartir, la forma de hacerlo y su progresividad. La primera definición importante es la vinculación de 2020 y 2021 en una única unidad pedagógica, como un ciclo combinado. Cuando lleguemos a diciembre, va a haber todo un proceso de evaluación pedagógica con registros cualitativos muy claros, donde quede claro qué se logró enseñar y en qué medida los contenidos prioritarios se lograron aprender. Para los casos en que deban ser fortalecidos, habrá aceleraciones intensivas, y en aquellos donde no alcance, se sumarán durante 2021 trayectorias acompañadas, pero ya teniendo en claro qué hay que seguir reforzando. Por eso la evaluación nunca puede interrumpirse. De hecho conjuntamente con la mirada cualitativa y la priorización curricular, estamos promoviendo que el acompañamiento del docente con su curso, en la medida de lo posible, continúe el año que viene, el mismo docente con el mismo curso de este año. Y en aquellos casos donde ese docente no puede acompañar, supongamos último año de primaria y primero de la secundaria, se trabajará en articular puentes interniveles para construir una solución de continuidad. Pero requerirá indudablemente de informes cualitativos de cada estudiante porque lógicamente la situación de cada uno es muy heterogénea, y requerirá de estrategias diversas según cada situación.
–¿Cómo ve el debate entre CABA y Nación sobre la presencialidad?
–Todos los ministros y los gobiernos tenemos la firme convicción de que por mucho que hayamos fortalecido el proceso de continuidad pedagógica no presencial, eso no sustituye de ninguna manera la riqueza que tiene el encuentro presencial. Pero también somos absolutamente conscientes de que tenemos que priorizar que el derecho a la educación pueda garantizarse sin poner en cuestionamiento el cuidado de la salud de la comunidad, por eso consideramos que en el AMBA en estos momentos la situación epidemiológica no nos permite el regreso a las aulas. Estos son tiempos de planificar, reorganizarnos y capacitarnos para estar preparados, para que si tenemos la posibilidad de regresar a las aulas, lo hagamos. No hago futurología, no puedo avisorarlo, porque eso es una evaluación sanitaria que se hace monitoreando la evolución epidemiológica, que tampoco es la misma en el AMBA que en el interior. ¿Esto quiere decir que solo vamos a regresar a la presencialidad cuando exista una vacuna? No, a la presencialidad plena y conocida posiblemente sí será cuando ya no haya una amenaza a la salud de niños, docentes y la comunidad en su conjunto. Ahora nuestra tarea hoy está en concentrarnos tanto en fortalecer y revincular continuidades pedagógicas no presenciales como también organizarnos para estar preparados cuando la situación permita el regreso a las aulas. En el Consejo Federal votamos unánimemente los lineamientos generales que deben estar contemplados en los protocolos jurisdiccionales, en un trabajo enorme con expertos, las autoridades sanitarias y los sindicatos docentes. Provincia de Buenos Aires ya hizo sus protocolos para cuando se pueda volver, que suponen desde las técnicas de limpieza o tiempo máximo de permanencia hasta la forma en la que las escuelas deben reorganizar el espacio en las aulas para garantizar la distancia entre los estudiantes y también con los docentes, buscando evitar que los ingresos y egresos supongan una aglomeración de gente en estas instancias.
–Pensando más a largo plazo, ¿cómo ve la currícula actual?
–Cuando comenzamos la gestión nos propusimos generar instancias de reflexión y participación de actores relevantes del sistema educativo para repensar los currículum. Por ejemplo, el uso crítico de la tecnología, fortalecer las prácticas del lenguaje, y que la ESI sea transversal a las materias. Lo cierto es que toda esa revisión de fondo está en un impasse. Estamos concentrándonos en la reorganización curricular necesaria para atender la pandemia y la pospandemia, porque cuando pensamos en la unidad pedagógica 2020-2021, da cuenta de una extensión temporal que quizás requiera otro año más. Desde ya que este proceso de aprendizaje nos obliga a pensar aspectos y repensar prácticas naturalizadas: por ejemplo, el acompañamiento a la continuidad pedagógica de los estudiantes en sus hogares estuvo en más de un 90% en cabeza de mujeres, mamás, abuelas, tías o hermanas. Eso es muy ilustrativo de todo lo que hay que hacer ahí. Pero no me gustaría ser disruptiva con los planteos en este contexto tan particular, que demuestra la importancia de una educación emancipadora que ponga en valor la potencia, los intereses y la vocación de cada uno, y permita hacerte de las herramientas, contenidos y saberes para poder desplegarla. Ese es el desafío, salir de los modelos estereotipados «