En las próximas semanas, la Corte Suprema deberá expedirse en el reclamo de patente de la multinacional Bayer Monsanto sobre una secuencia genética de la variedad de soja “intacta” resistente al glifosato, ante el INPI (Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual).
Esto motivó a la Asamblea Semillas Libres Ya!, un colectivo integrado por organizaciones socioambientales y referentes académicos y científicos, a presentarse ante el superior tribunal como amicus curiae. Esta figura habilita a personas con trayectoria académica, libres de conflictos de intereses, a brindar opiniones y argumentos para ser tomados como elementos de juicio.
“Detrás del intento de patentar una secuenciación genética, está el intento de patentar las semillas, algo que no permiten las leyes argentinas”, señala Carla Poth, investigadora y docente de la Universidad de General Sarmiento (UNGS).
“La Ley de Patentes prohíbe patentar seres vivos, y las semillas lo son. Y la Ley de Semillas tiene un artículo referido al “derecho de uso propio” que permite al agricultor utilizar las semillas sin pagarle regalías a las empresas”, dice Poth, integrante Semillas Libres Ya!.
“No es la primera vez que la multinacional Monsanto, hoy fusionada con Bayer, intenta el patentamiento de semillas”, aporta Vilma Sanz, docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata y también integrante de Semillas Libres Ya! “Lo preocupante es que, si bien en instancias anteriores sus pedidos fueron rechazados por la justicia, los dos últimos fallos fueron favorables a la empresa y hoy es la Corte Suprema quien tiene el caso”, explica.
Semillas de la discordia
La variedad de semilla conocida como “Soja Intacta” fue lanzada por Monsanto al mercado argentino en 2012. Esta semilla lleva inserta una secuencia genética que la hace “tolerante a mayor cantidad del herbicida glifosato, y genera un mayor rinde”.
En 2015, Monsanto reclamó el derecho de patente sobre una molécula de ADN recombinante y de las células vegetales que llevan inserta esa molécula. En esa oportunidad, la Sala II de la Cámara Federal Civil y Comercial de la ciudad de Buenos Aires, rechazó el reclamo.
Aprendiendo de esta experiencia, la firma volvió a la carga con su intento de patentamiento, esta vez no de una molécula, sino de una secuencia genética. En noviembre de 2020, el Juzgado Federal Civil y Comercial Nr 8 de la ciudad de Buenos Aires le reconoció ese derecho. El fallo fue apelado por el INPI y llevado a la Cámara de Apelaciones, donde fue ratificado. El INPI volvió a apelar, y por eso el caso llegó a la Corte.
Una pelea entre David y Goliat
Solo tres empresas detentan hoy el 60% del mercado de semillas y el 70% de agroquímicos, tras las fusiones concretadas a partir de 2015 (Bayer – Monsanto; Dupont – Dow Chemical; y Chemchina – Syngenta).
“Esta gigantesca concentración agrava la pérdida de la diversidad biológica, y la soberanía alimentaria. Hay cultivos donde se ha perdido más del 50% de sus variedades. Esto reduce la diversidad de alimentos y su calidad”, sostiene Poth.
Según investigaciones del grupo ETC, “en los últimos años los alimentos perdieron hasta un 40% de sus nutrientes, por limitar las variantes genéticas y acotar la alimentación a los cultivos que les dan grandes ganancias a las empresas”.
Hay múltiples motivos por los que la Corte Suprema no debería habilitar el patentamiento, según el planteo de Semillas Libres Ya!. “Una secuencia genética no es un invento sino una combinación de material genético existente. Además, la Ley establece que las patentes buscan fomentar la investigación y mejorar la calidad de vida.
“Una modificación genética que brinda mayor tolerancia a un agrotóxico como el glifosato, considerado por la OMS como cancerígeno, y causante de enfermedades endócrinas y del sistema nervioso, cuyos efectos estamos viendo en los pueblos fumigados, no puede considerarse beneficioso”, destaca la organización. “Debemos involucrarnos como sociedad y no dejar que unos pocos decidan sobre el futuro de muchos. Al hablar de protección de las semillas, no solo hablamos de una cuestión ambiental, sino de nuestra alimentación y nuestra salud”, concluye.