Dos años y cuatro meses después de la denuncia a Juan Darthés, la actriz habla de cómo cambió su vida. La importancia de la construcción colectiva y los avances en la causa.
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Pasaron exactamente dos años y cuatro meses de esa tarde en la que Thelma, con su relato, provocó un sismo: las denuncias en redes sociales y programas de ayuda a las víctimas de abuso sexual aumentaron esa misma semana. Hoy, según consta el documento presentado por Actrices Argentinas, las consultas al programa “Víctimas contra la violencia” aumentaron un 1240% en sólo 24 horas, “un programa del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación que registra miles de víctimas de abuso sexual por año, de las que el 65% es menor de edad”, dice el comunicado.
La semana pasada, nuevamente rodeada de sus compañeras, Thelma, junto al equipo de abogados, presentó los avances de la causa: la justicia de Brasil decidió acusar al abusador Juan Darthés, quien, a semanas de la denuncia presentada por la actriz, se radicó en Brasil. “Es un avance del movimiento de mujeres”, dice Thelma Fardín a Tiempo Argentino, a través del teléfono. “Las instituciones tuvieron que hacerse eco del camino que trazamos las mujeres”, agrega.
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Su militancia en Actrices Argentinas y el propio recorrido personal le permiten analizar lo que pasa hoy en la sociedad con la lucha de las mujeres contra la violencia y la desigualdad. “Actrices tiene una herramienta clara de visibilidad, pero es un reflejo de lo que sucede a nivel social. Nos dimos cuenta que divididas era más fácil gobernarnos y que cuando nos unimos tenemos una potencia muy poderosa y dejamos eso que nos habían inculcado de la competencia entre nosotras, y lo transformamos en unión y suma de fuerzas”, afirma.
– ¿Qué te pasó desde aquel diciembre de 2018 hacia acá?
-Son muchas cuestiones. A nivel personal, lo más importante y lo más significativo fue haber tomado la decisión de hacer un recorrido que me sanara en relación a lo que me sucedió a los 16 años, siendo una adolescente. Esta adulta que soy hoy decidió ir a rescatar a esa niña y sanar aquella situación, eso, por un lado. Por otro, cambió mi vida por completo a partir de la organización colectiva. Pasé a conocer y comprender que, de las injusticias, la única forma de que la vida sea un poco más llevadera es estando organizada. Y después hay una pata que tiene que ver con lo legal que por momentos fue muy desgastante porque no solamente fue pública una denuncia que hicimos desde Actrices Argentinas, sino que denuncié ante la justicia nicaragüense, tomé un avión y me sometí a pericias en Nicaragua, donde se dieron los hechos (por eso se dictamina que ahí es donde debe radicarse la denuncia). Entonces, desde ese día hasta hoy siento el agotamiento de todo lo que tiene que ver con el proceso judicial.
– ¿Qué te pasa cuando leés las situaciones de abusos a niñas que tienen la misma edad que tenías vos?
-Es para mí muy doloroso ver cómo recrudeció durante la pandemia el nivel de violencia, no solamente hacia las mujeres, sino sobre todo en las primeras infancias, que es lo que más me obsesiona que protejamos. Muchas veces no se los respeta, no se los cuida en un momento tan importante como el desarrollo para lo que va a significar el resto de su vida. Ese recrudecimiento tiene que ver, sin dudas, con la respuesta a la enorme organización colectiva que se dio en relación a esto. Cuando ponemos este tema en discusión genera que haya sectores más reaccionarios que recrudecen no solamente el discurso, sino también las formas de violencia. Entonces, para mí, ahí se vuelve también una obsesión trabajar para que eso se modifique no sólo en lo social, sino también a nivel institucional.
-En el momento de tu denuncia, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes (SAGAI) sacó un informe preocupante con cifras sobre abusos a actrices y, en particular, a menores de edad, ¿se sigue trabajando sobre ese tema?
-A partir de ese informe, presentamos un proyecto de ley en 2019 para regularizar aún más el trabajo infantil. Creemos que es importante que los niños y las niñas puedan cumplir su sueño; si su deseo es actuar, como trabajo infantil está permitido, pero nos preocupa que ese contacto con el universo de los adultos que es el universo laboral, sea de la forma más sana que podamos propiciar.
– ¿Cómo impactó, en su momento, esa situación en tu carrera y cómo impacta ahora?
-En su momento fue muy duro porque el espacio que habitaba desde los cinco años laboralmente con mucha ilusión, con mucha pasión, de pronto se vio convertido en el escenario que me generó un trauma muy profundo. Fue complejo rearmarme. Después de hablar, hay una connotación en relación a la figura, que en algunos sectores genera rechazo y en muchos otros identificación, orgullo y ganas de compartir. Sí se marca muy claramente una brecha entre quienes no quieren que sigamos hablando de esto y quienes están a favor y comprenden que por un lado está la militante y, por otro lado, la actriz que soy desde que tengo cinco años.
-¿Qué sucedió entre tus colegas, actrices de otras generaciones, y que en su momento no identificaron situaciones que vivieron como violencia de género?
-Sí, muchas compañeras me han contado sus experiencias y a partir de eso logramos este avance que pudimos historizar. Estamos poniendo palabras y nombres a lo que vivimos y entendiendo en qué lugar hay que ubicarlo. Y eso permite que, no solamente quienes ya lo vivimos podamos procesar de una manera diferente, sino que también dejemos muy en claro que para las que siguen una realidad diferente. La construcción que estamos haciendo juntas es muy poderosa y la discutimos transgeneracionalmente. La hablamos con las compañeras de la colectiva desde las más grandes y a las más jóvenes, pensando en que las próximas puedan cumplir su sueño sin atravesar situaciones traumáticas.
– ¿Cómo fue y es tu relación con el feminismo? ¿Qué preguntas o qué cuestionamientos te hacés?
-Todas las preguntas que nos hacemos todas en diferentes instancias de nuestro recorrido, sobre todo cuando nos vamos culturizando en relación al feminismo. Es como un lente que te ponés y empezás a mirar el mundo inevitablemente con esa perspectiva. Entonces, las preguntas que me hago son las que nos hacemos todas, las que se hicieron otras antes de nosotras y, por el nivel de opresión que se ha vivido siempre sobre el sexo femenino y las disidencias, inevitablemente, hubo temas que se taparon, que se fueron metiendo bajo la alfombra. Parece que estamos descubriendo cosas nuevas, pero cuando una va a las bases teóricas ya se hicieron esas preguntas. Me refugio mucho en eso, en esas lecturas para desentramar, y aparece esa sensación de que una reflexiona acompañada por las que teorizaron en ese momento y por las compañeras con las que tenemos debates todos los días y con las conversaciones, porque el feminismo es eso, es reflexionar, ante todo.
-Hubo algunos cambios en los medios de comunicación, en el abordaje y en el lenguaje, ¿qué ves de ahí?
– Hay un avance y hay que reconocerlo, dimos un salto muy importante. Algo que me pasó, por ejemplo, con aquella conferencia de prensa que di hace dos años y la que dimos esta semana fue el cambio en las preguntas. También dando las entrevistas, tanto en radios como en televisión o en gráfica, los medios tienen una persona que en particular se ocupa de estas temáticas y todo eso lo reconozco como parte de una construcción.
-¿Cómo ves el lugar del Estado en este contexto de violencia?
– Es un momento fundamental para hablar de la necesidad urgente de la democratización de la Justicia. Cuando decimos Estado, por supuesto, hablamos de los tres poderes. Creo que la Justicia tiene que ser más representativa, no solamente tener perspectiva de género si no tener representatividad de toda la sociedad, porque cuando decimos “Justicia”, hablamos de personas de carne y hueso que encarnan creencias y valores que se ven a la hora de tomar medidas en relación a una denuncia. Una llega a una comisaría y tiene que hacer un derrotero porque la persona no sabe cómo tiene que tomar esa denuncia. Más allá de la Ley Micaela, todavía los organismos que intervienen en estas situaciones acuciantes no están a la altura de recibir este tipo de temáticas. Y, también, hay que comprender que nuestro país tiene estas grandes peleas entre cómo funcionan las leyes que aprobamos a nivel nacional, pero que después su instrumentación y cumplimiento dependen de cada una de las provincias. Porque necesitamos reconocer dónde está la falla para saber claramente qué le vamos a demandar al Estado y a qué sector del Estado.
– ¿Cómo pensás a futuro un fallo de la justicia favorable?
-Pienso que lo que estamos haciendo ahora es una forma poderosísima de justicia. Si nosotras mismas no redefinimos qué significa la justicia, qué justicia queremos, qué justicia se construye; quedamos atadas a sistemas anticuados. Entonces, hacemos el recorrido tal cómo nos lo piden quienes tenemos la posibilidad de hablar en el espacio social. Yo me tomé un avión a Nicaragua a someterme a pericias, estuve disponible cuando me lo pidieron en la Argentina, ahora de Brasil pidieron más pericias para tener todavía más pruebas. Cada vez que tengo una llamada, estoy disponible a pesar de lo agotador y lo revictimizante que es, pero me parece que, como en general en la vida, hay que saber que lo más sano es entender los procesos hacia los puntos de llegada. Si tuve un punto de partida, de inflexión de la sociedad hacia la vida de hoy, yo siento claramente la conquista.
El estado de la causa
Martín Arias Duval, el actual abogado de Thelma, explicó que la fiscalía brasileña presentó ante un juzgado de ese país una acusación formal por “estupro agravado” contra Juan Darthés y que el juez ahora deberá resolver si le da o no curso a ese proceso.
“Ahora se presentó la prueba y es importante resaltar que la fiscalía de Brasil se presentó de oficio porque consideraba que la prueba es muy contundente y no querían que la causa prescribiera. El juez tiene que evaluar la prueba y decidir con qué caratula lo va a cursar”, destacó Thelma.
EL ARTE DE NO CALLAR
Editado por Planeta, en 2019, Thelma Fardin sacó el libro El arte de no callar: Autobiografía entre el silencio y la impunidad, un relato en primera persona de la actriz que se une a testimonios de otras víctimas de abusos sexuales. Aparecen como análisis las voces de Luciana Peker, Darío Sztajnszrajber, Paula Wachter, directora de Red por la Infancia, y la psicóloga Marita Müller.
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