Desde los primeros días de marzo se está realizando el “FestiMigranta” en el partido bonaerense de San Martín. Las muestras, eventos y actividades están enmarcadas en el mes de las mujeres trabajadoras y se extenderán hasta el tres de abril en el Museo Casa Carnacini de Villa Ballester, ubicado en Pueyrredón 2720. El proyecto recauda el acervo artístico, cultural y laboral que producen cada una de ellas que migraron de distintos países de Latinoamérica y del interior de Argentina con la idea de progresar. Tener una vida digna. Hacen tejidos, piezas de masilla, ofrecen sus comidas, exhiben sus vestimentas, producen toda una mixtura de costumbres, valores, creencias religiosas y muchos colores para las juventudes de sus barrios que son sus hijos e hijas. El Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) les brindará capacitación.
Migrantas en Reconquista es un proyecto de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el International Development Resarch Center (IDRC); Centro de Investigación para el Desarrollo Internacional de Canadá-, lo hacen en conjunto con el arco de organizaciones sociales de la Mesa Reconquista, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y el Municipio. Todo esto muestra un trabajo colectivo sostenido en el tiempo que genera valor en ese territorio donde las investigadoras de la universidad pública se involucran con las vecinas de los barrios y realizan actividades en la cotidianidad.
“Esto es una investigación acción, que busca producir conocimientos y generar transformaciones en la comunidad mediante el Programa de Articulación Territorial y desde la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales”, explicó Natalia Gavazzo, a este diario, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente. Y continuó explicando que “tiene que ver con la proyección internacional y en este caso Migrantas en Reconquista está en el programa sobre cambio climático y género”.
“Queremos mostrar que las vecinas de los barrios producen muchísimas cosas. Porque cada vez que los medios hablan de nuestro territorio es para estigmatizar, etiquetar y señalar como una cueva de delincuentes”, se quejó Teresa Pérez, una de las organizadora, militante y educadora popular.”Hace años que venimos trabajando en el abordaje de los consumos problemáticos, pero necesitamos ayuda”. Las vecinas están haciendo un gran trabajo para mejorar la situación de sus hijos e hijas”, refirió en relación a la tragedia que desató la cocaína adulterada y que tuvo como consecuencia veinticuatro personas fallecidas en los distritos de San Martín y Tres de Febrero.
De las actividades que se realizaron este viernes y, de las que Tiempo participó, estuvieron los estudiantes de la Sede (CUSAM) ubicada en la unidad 48 del Complejo Penitenciario de José León Suárez y los chicos de la Escuela Técnica que la UNSAM tiene en el territorio.
“En nuestras aulas estuvimos estudiando sobre este proyecto y realizando diferentes trabajos que tienen que ver con el bordado, la cocina, los aromas, las culturas y nos ofrecieron participar de esta hermosa muestra colectiva”, expresó Andrea Biscione, vicedirectora de la Escuela Técnica de la UNSAM. Continuó explicando que un grupo de estudiantes “hace en un aula en algún momento se complementa con el de otros alumnos que hicieron otros trabajos en otros lugares con sus madres, sus tías, que amasaron cerámicas”, detalló. Poniéndole voz y letras a los cuentos. “Hoy venimos con 24 estudiantes de 4° y 6° año y ya hemos estado también el viernes pasado con otros diez chicos. Organizar la salida como siempre es difícil pero por suerte tuvimos dentro de Migrantas la posibilidad de un micro”, contó la vicedirectora.
Todo comenzó con el taller de rap de Ariel “Patón” Arguello de Villa La Cava, ex detenido y estudiante de la universidad. “Doy clases de rap, en distintas instituciones educativas, en las cárceles, en las villas y también en un country, porque para mí las personas son todas iguales”, sostuvo durante su presentación en uno de los salones del Museo. “Hay que aprender a aceptar a los demás así como son”, enseñó Arguello a los adolescentes que participaron de su taller. “Me crié en una cultura delincuencial, pero hoy me dedico al arte, la cultura y la educación es mi bandera”, agregó.
“Sentimos mucha alegría de que los estudiantes de CUSAM puedan estar hoy acá. Son todes (sic) de la banda de música ‘Sale 500’, cuya líder es Celeste, “la única mujer de este grupito”, contó a este diario Florencia Miguel, docente de la sede universitaria de la unidad 48. Resaltó que hace una semana atrás participaron todas las “pibas del pabellón de mujeres de la unidad 47 que recorrieron el lugar. Ellas son partícipes con sus obras textiles, cortometrajes audiovisuales, estamos muy contentos por toda la organización que hizo posible este gran evento”.
Mientras tanto en el primer piso un grupo de mujeres leían textos que escribieron sobre sus vivencias cotidianas, muchas se emocionaron y lloraron, porque cada una de esas palabras que plasmaron en un papel representan cosas que sufren a diario. Hicieron una recopilación y armaron el libro “Mi Barrio en Cuarentena”, concurso de relatos y fotos de mujeres y jóvenes de San Martín. Una de ellas es Rosa, que ganó “una nexbox y la verdad es que estoy muy contenta”. Escribió sobre lo que padeció con sus vecinos durante la pandemia, “la impotencia era tanta que nos mirábamos mal entre nosotros”, fue una de las oraciones que leyó en voz alta, “por todas las necesidades y la angustia que sentíamos”. Las migrantas organizaron las ollas populares en los barrios todo el tiempo y cuidaron a las juventudes cuando las escuelas estaban cerradas, muchas de ellas fallecieron por el virus “sin haber sido reconocidas”.
Desde el colectivo de mujeres “Osadía”, Nancy Salvatierra, contó que hace más de diez años trabajan en el territorio, “en distintas cárceles provinciales y federales”. Usan como estrategia el “teatro del oprimido” para visibilizar las “distintas violencias en contra de las mujeres en los territorios y el encierro”. Ella es una de las curadoras que hacen las visitas guiadas “no sólo para que se vea lo que está reflejado en las paredes, sino también para contar el contexto en el que fue creado cada uno de los espacios”.
“Nos interesa mostrar las corporalidades de las mujeres del área del Río Reconquista, sus comidas, los libros que han hecho con sus ancestras y todos sus saberes”, continúo Nancy. Se trata de dejar de pensar en un “territorio arrasado por las drogas y que es mirado por los medios como si fuera lo peor”. Desde “el analfabetismo hemos convertido un territorio educativo, de expresiones artísticas y muchas cosas hermosas”, subrayó.
Las muestras que van pasando son muy potentes y exponen los textos, audios, videos y todos los materiales que produjeron. Las migrantas también comparten sus plantas, yuyos que invaden de olor la sala donde están y hacen el decorado del lugar. Entre la inmensurable lista de actividades que tienen, las curadoras también realizan visitas guiadas por todo el Museo Carnacini. Hay altares con imágenes de yeso que indican sus creencias religiosas, como ser, el Gauchito Gil, sus ancestras, entre otras. Es lo que -en su análisis- el sociólogo alemán Max Weber llamó la “magia popular” cuando, en 1912, realizó sus estudios sobre las grandes religiones mundiales. En este sentido “FestiMigrantas” es una cadena de misas populares.
En dos semanas, el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) lanzará una Diplomatura en Género, Ambiente y Territorio, estará dirigida por Natalia Gavazzo. De tres meses de duración para las mujeres que participaron del proyecto, las vecinas de los barrios, estudiantes de sociología y antropología.
“Somos un grupo de investigadoras anfibias con residencias en el área reconquista, militantes, activistas de distintos espacios, organizaciones sociales y políticas”, contó la licenciada Romina Rajoy. Además, detalló que “trabajamos problemáticas ambientales, de género y en la ampliación de los derechos de las mujeres”. Agregó que su trabajo puntual es “indagar e informar sobre los trabajos formales e informales que se dan en el territorio en relación con los programas sociales y con el ambiente”.
La vida en la zona del área del Río Reconquista es muy sufrida. Porque existe una estrecha relación entre los barrios, la gente que vive de la basura y la cárcel como destino final de un proceso judicial. Aire, agua y tierra insalubres. Violaciones a los Derechos Humanos en forma constante. Las cárceles de José León Suárez fueron construidas sobre un relleno sanitario. Todo esto muestra la criminalización de la pobreza, el olvido social y la prisión como una deuda de la democracia.
Historia de una migranta y sus hermanos
Alicia Duarte migró desde la provincia de Formosa hace más de 20 años y se instaló en el barrio Costa Esperanza. Tiempo después lo hicieron sus dos hermanitos mellizos, Diego y Federico. Los chicos tenían la idea de progresar, por eso iban a los basurales de José León Suárez a buscar metales y algo que les sirviera para vender. Ambos tenían como objetivo comprar zapatillas para empezar la escuela. La desaparición física de Diego Duarte, de apenas quince años, se produjo durante la madrugada del domingo 15 de marzo de 2004. Ocurrió en el Ceamse que está ubicado sobre el Camino del Buen Ayre.
En esos tiempos, ingresar al basural estaba prohibido y los adolescentes eran perseguidos a tiros por los policías que custodiaban el lugar. Federico logró escapar y pudo reconstruir que su hermano corrió y se escondió entre las montañas de basura. También contó que fue aplastado por un alud de desperdicios que le arrojó encima un camión que volcó su carga donde Diego estaba escondido de los policías; desde entonces nunca más se supo de él. Para construir la memoria de su hermano, Alicia fundó en su barrio el “Centro Cultural Diego Duarte”. El espacio está destinado a brindar ayuda a los chicos y las chicas que padecen necesidades y quieren estudiar.