El historiador, docente universitario, activista y marica feminista describe la importancia política y simbólica del Día Internacional del Orgullo en Argentina.
A fines de los años sesenta existían pocos bares que permitían el ingreso a personas del colectivo LGTBIQ+ sin ser discriminadas. El Stonewall Inn, propiedad de la mafia, era uno de esos pocos. Aunque ahí no hubiera discriminación, la policía entraba con frecuencia al bar, pedían documentos, se llevaban a algunas personas detenidas y se terminaba la fiesta. Pero la noche del 28 de junio de 1969 hubo protestas en la puerta del bar y en los días siguientes se desencadenaron manifestaciones por todo Nueva York.
Desde entonces, centenares de ciudades en el mundo se fueron sumando a esa jornada de lucha, que también es una jornada de conmemoración y de festejo.
Emmanuel Theumer es historiador, docente universitario y marica feminista, se dedica principalmente a la historia reciente de la sexualidad y movimientos de disidencia sexual. En diálogo con Tiempo relató los significados y las transformaciones de este día, en Argentina.
– ¿Cuál es la importancia política de este Día Internacional del Orgullo?
-Resaltaría que el orgullo es como una manifestación de visibilidad afirmativa de una identidad del placer sexual y de expresiones de género. Me parece que ha sido una de las citas para materializar la emancipación sexual y las prácticas de libertad de los últimos 50 años. No es la única, pero es una de las opciones que más se ha extendido en una sociedad que aún hoy sigue negando el reconocimiento de la diversidad sexual y de género. Una sociedad que sigue tachando la posibilidad de reconocimientos de derechos en términos de vicio ideológico. Una sociedad que impone una base que se presenta como natural: la heterosexualidad reproductiva. Y esto sigue vigente, nunca terminó este rechazo. Hay momentos como los que vivimos actualmente en los que se intensifica una vigilancia heterosexista de los cuerpos que tiene pretensiones restauradoras. Siempre a toda norma le han rodeado sus disidencias. Y un punto que para mí es muy interesante es la crítica al interior de los colectivos de disidencia sexual y de género. Porque desde afuera aparece la dificultad para controlar un único discurso sobre lo que puede contar como orgullo para este 28 de junio.
– ¿Cómo se va transformando socialmente la celebración de este día a lo largo de los años, de manera situada en Argentina? ¿Qué cambió desde las primeras marchas?
-Para mí uno de los puntos más importantes en relación a las transformaciones locales es que si pensamos una de las primeras manifestaciones del orgullo en 1992, treinta años después, ciertamente ha tenido un mayor reconocimiento público que ha ido en crecimiento. De hecho, ha ido renovando sus guiones de protesta y demanda en los cuales participan diversos actores y muchísimas organizaciones que emergieron sobre todo en los últimos 10 años. Ese es un momento inaugural en Argentina, en el cual han emergido y reforzado múltiples organizaciones de disidencia sexual y de género. Otro punto súper interesante es que en Argentina por un lado se celebra la marcha del orgullo en noviembre en conmemoración a la creación de “Nuestro Mundo” la primera organización homosexual de Latinoamérica. Pero por otro lado en los últimos años ha emergido una reocupación del 28 de junio de los grupos travestis y trans, que han replanteado la posibilidad de interrogar al orgullo en un contexto en el cual los crímenes de odio continúan. Los mecanismos de vulneración sobre todo en los cuerpos trans-travestis continúan y realmente invitan a pensar los términos de este orgullo en un momento en el cual la muerte acelerada sobre algunos cuerpos todavía sigue vigente.
– ¿Cómo los avances en materia legislativa se van traduciendo en el campo concreto social? ¿Cuánto falta y por qué?
–En los últimos 15 o 20 años hubo un reconocimiento de derechos sexuales, derechos reproductivos y derechos de género. El campo normativo de la sexualidad ha sido disputado y expandido, en términos democráticos para garantizar algunos derechos. Pero esto convive con ciertas resistencias que insisten en controlar el cuerpo y la sexualidad. No sé si en algún momento esto va a terminar, sino que tal vez probablemente, el dominio de las normas sociosexuales permanece continuamente en disputa y en renegociación. Insisto que hay momentos en los que una vez más, la sexualidad y el género se vuelven campos de conflicto político, que involucran a todo el campo social.
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