Entre el 22 de agosto por la noche y el 23 al mediodía asistimos a una ocupación callejera espontánea, multitudinaria, diversa y transversal que no se veía desde hacía tiempo en Argentina. El pedido de 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos -en la práctica, una proscripción- del fiscal Diego Luciani para la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner tuvo una reacción de desborde que las feministas, el peronismo y el movimiento de derechos humanos conocemos bien. Un acontecimiento del hecho maldito que sigue causando pesares en los sectores antipopulares. Esos gestos ciudadanos que ocurren más allá de las estructuras de las organizaciones y que hacen que la política dance una coreografía inesperada.
La foto área de la casa de la vicepresidenta, en el barrio de Recoleta, rodeada de manifestantes que se acercaron a demostrarle su apoyo, fue la escena política y estética que marca el inicio de la campaña electoral que se dirimirá en 2023. Tiene que leerse en clave de un llamamiento a volver a tener a las calles en el centro porque la zona de riesgo se va abriendo como un cráter en el suelo y estamos al borde de caernos. Es momento de asociaciones lícitas, de alianzas insólitas, que tenemos que tramar si queremos defender la democracia y el estado de derecho -ante el poder desdemocratizador de una derecha radicalizada-, si deseamos una verdadera reforma judicial feminista -como tanto se repite-, si realmente es nuestra voluntad enfrentar los poderes corporativos que son responsables de la precariedad de la vida de todxs.
Los feminismos de masas que surgieron con Ni Una Menos hoy no pueden omitir los efectos en el campo popular que tiene el pedido de inhabilitación perpetua a la vicepresidenta y dos veces presidenta. A mediados de 2015, en un año electoral y el último del gobierno de ella como presidenta, salimos a las calles de manera masiva.
Protestamos por nuestro derecho a una vida libre de violencias porque pudimos. Ya teníamos ley que había reconocido las violencias, contábamos con normativas de avanzada como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, la asignación universal por hijo, entre otras normativas que ensancharon nuestras autonomías y libertades. Muchas veces nos preguntan por qué en ese momento y hay una certeza: fue en el marco de una gestión que ampliaba derechos y ponía en el centro la movilización popular como motor de la historia.
“No vienen por mí, vienen por ustedes”, dijo ella en su “derecho a la defensa” que ejerció a través de Youtube, ante la negativa de ampliar su indagatoria en el juicio conocido como Vialidad. “No es un juicio en mi contra, sino contra el peronismo, a los gobiernos nacionales y populares, a los que peleamos por la memoria, la verdad y la justicia; por el salario, las jubilaciones, la obra pública”, agregó.
¿Dónde están las feministas? es un interrogante que nos persigue. La inquisición que se hace en el plano de lo virtual exige más y más al movimiento inédito que ocupó las calles con desborde y política entre 2015 y 2020 en Argentina, produjo acontecimientos que fueron hitos, arrancó derechos que nos debían y traspasó fronteras con sus símbolos y sus luchas.
Es cierto que la pandemia y el mandato de quedarnos en casa para sobrevivir desarticuló una parte de esa potencia. También es válido señalar que una gran parte de nuestras fuerzas se institucionalizaron a partir de 2019 y así como tenemos ex piqueteras y cartoneras del 2001 en la gestión, también hay feministas gobernando, que no están en el agite cotidiano. A su vez, se volvió urgente atender cuestiones trascendentales para el mantenimiento de la vida: desde los comedores populares hasta apagar incendios. La crisis sanitaria, la urgencia por parar la olla y la institucionalización encorsetaron parte de nuestra potencia feminista en las calles. La reacción conservadora ocupó ese lugar que dejamos un poco vacante.
¿Cuánto más hay que esperar para volver a mover las fuerzas de la potencia feminista y recuperar espacios? Ahora es cuando tenemos que dar cuenta dónde estamos: defendiendo los derechos conquistados.
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