Todo género expresa y esconde miles de verdades. Es objeto de construcciones, determinismos, confusiones y hallazgos. Pero pocas asociaciones resultan más superficiales que confinar al jazz con el hedonismo y un vaso de whisky. Desde siempre el jazz funcionó –mayoritariamente– como un torrente expresivo para la comunidad afroamericana de EE UU y, particularmente a partir del bebop, encarnó un apasionante modelo de audacia y libertad musical y social. Todo jazz es político, pero algunos lo son mucho más. El movimiento de free jazz de los ’60 resultó tan revulsivo que hasta decidió ignorar -en forma consciente y desafiante– la definición de notas «correctas» e «incorrectas» de la cultura occidental y blanca. Este recorrido simple y abreviado debería resultar suficiente para que The Ever Fonky Lowdown, el nuevo disco del brillante trompetista y compositor Wynton Marsalis, no resulte una sorpresa inimaginable. Aunque propone múltiples singularidades que lo hacen muy atractivo para escuchar y debatir.
Wynton Marsalis es uno de los trompetistas, compositores y pensadores más emblemáticos del jazz de las últimos cuatro décadas. Articula una técnica de altísimo vuelo –que se ajusta con igual autoridad en el jazz y en la música clásica–, un prodigioso conocimiento y amor por el género, y un notorio sentido de la belleza y la musicalidad. Pasaron muchos años y muchos discos desde su consagratorio Think of one… (1983) y en ese recorrido supo construir una obra intensa y rica. En el medio también se ubicó en un lugar incómodo, casi de policía musical, demasiado proclive a sentenciar qué es jazz y qué no, qué nuevo género tenía valor artístico y cuál no. Esa mirada conservadora –más por su carácter condenatorio que por sus gustos personales– le valieron incomodidades varias y acaso haber perdido la oportunidad de jugar un rol más enriquecedor en la cultura popular de EE UU.
The Ever Fonky Lowdown es un disco singular en muchos aspectos. Fue grabado por Marsalis junto a la Jazz at Lincoln Center Orchestra y conjuga un espíritu circense con un amplio catálogo de los más ritmos y tradiciones de Nueva Orleans. Todos ellas desarrollados con arreglos e instrumentaciones de gran riqueza expresiva. Pero el álbum también desarrolla una historia. Un retrato alegórico comandado por un tal Mr. Game (interpretado por el actor Wendell Pierce, recordado por su gran actuación en la serie The Wire). Mr. Game es un merchachifle, un político/líder religioso de poca monta y menos escrúpulos, que subirá peldaños día a día gracias a la desidia del pueblo. Todo parece indicar que se refiere a Donald Trump, pero Marsalis –al menos en forma explícita– lo niega. En diálogo con Tiempo, el músico define a The Ever Fonky Lowdown como «una declaración más cívica y humanitaria que política.» Marsalis es recurrente en sus cuidados discursivos y para algunos observadores también, algo contradictorio. Sin ir más lejos, más de un crítico le señaló que la presentación oficial del álbum en el Lincoln Center de Nueva York –por el precio de las entradas– debió tener una altísima cantidad de émulos de Mr. Game entre el público…
–¿Cómo surgió la idea de convocar al actor Wendell Pierce para que interprete a Mr. Game en el disco?
–Nos conocemos desde que éramos adolescentes en la escuela secundaria. Yo estaba en el anteúltimo año cuando él era un estudiante de primer año. Tiene mucha habilidad y entrenamiento, y entiende la música y la cultura de Nueva Orleans. Es políticamente activo, socialmente consciente y es un eterno estudiante de la condición humana. Es un actor fenomenal que ha sido excelente en muchos papeles a lo largo de estas décadas. Él trajo a Mr. Game a la vida.
–EE UU vive una fuerte crisis interna producto de desigualdades raciales y sociales muy profundas. ¿Qué habría que hacer para que la ebullición de los reclamos no se disipe y quede todo como estaba antes de los reclamos?
–Estos problemas están tan profundamente enraizados que deben ser combatidos y modificados por todos nosotros en todo lugar, en todo momento y como sea que podamos. Entonces, cambiará lentamente. No hay una única solución a la corrupción en esta escala. Como recoger la basura en una ciudad, todos debemos estar comprometidos a hacerlo a nuestro nivel, medida e integridad.
–Usted evalúa en forma muy crítica el funcionamiento del poder en EE UU y las desigualdades que ocasiona. ¿Qué opina de la injerencia política, económica y militar de los gobiernos de EE UU en gran parte del mundo?
–Muchos gobiernos participan en actividades que no representan lo mejor para su gente. Estados Unidos está entre ellos, pero no es más o menos culpable que cualquier otro de su mismo tamaño y esfera de influencia. Nosotros, los ciudadanos, necesitamos estar más involucrados en las acciones de los políticos. Pero nosotros, y me incluyo a mí mismo, no logramos que las personas que elegimos se hagan responsables de sus actos.
Consultado sobre los debates entre Trump y Joe Biden previos a las elecciones presidenciales en EE.UU. que se realizarán este martes, el músico destaca: «Fueron un reality show. Sentí que fue vergonzoso, pero necesario». Su militancia es decidida, pero medida. Contrasta, por citar apenas un ejemplo, con la mítica Liberation Music Orchestra (comandada por Charlie Haden), que en su momento dedicó grandes discos y declaraciones contra la invasión de EE UU a Vietnam primero e Irak después.
Más allá de sus puntos de vista, Marsalis es ante todo un apasionado de la música. Su curiosidad, incluso, lo llevó a tocar tango con la orquesta El Arranque y el Ramiro Gallo Quinteto. Pero también es un atento observador de los procesos culturales. La industria de la música vive momentos turbulentos desde la llegada de las plataformas de streaming y la pandemia complicó aún más esa situación.
–¿Las plataformas musicales de streaming democratizaron o pauperizaron la situación laboral de los músicos?
–Para mí, hizo mucho más disponible la música y puso más presión sobre nosotros para ganarnos la vida tocando en vivo. El mercado es ahora tan grande, diverso y disponible, que es difícil ser competitivo. También sin educación, quién sabe qué es lo bueno. Pero, estoy feliz con toda la música a la que ahora tenemos acceso, aunque necesitamos mejores acuerdos con las empresas de servicios.
–¿En qué nuevos proyectos está trabajando?
–Todo es música, todo el tiempo. Trabajo en una nueva suite para septeto llamada «Suite para la democracia»; en la música para un nuevo programa de televisión para niños y familias de canciones de Plaza Sésamo, con la orquesta del Lincoln Center y los mismísimos títeres; en un concierto de gala de canciones de Ella Fitzgerald, con un line-up de grandes cantantes; y en un nuevo concierto de Navidad online con músicos fantásticos. Todo esto antes de año nuevo. «