La pianista y compositora María Laura Antonelli lanzó "Argentígena", un audaz collage que articula tango, jazz y música contemporánea. Lo presentará en Al Escenario.
Con un estilo tan singular como contundente, en los seis tracks de Argentígena –todos ellos instrumentales– Antonelli desconcierta para conmover. Una extraña fórmula de alta efectividad que permite sacar al oído de su adocenamiento los sonidos y melodías mainstream, para llevarlo a uno de esos viajes por lo desconocido que se hace en compañía de un baqueano: sin tensión por la confianza que da el conocimiento de quien guía, lo que queda es el deslumbramiento por lo que se descubre.
«La necesidad, el hecho de tener algo para decir», resume Antonelli los porqué de Argentígena. Pero hay más, claro, siempre hay más: «Es algo arriesgado por un montón de razones. Componer en un lenguaje en un espacio tan chico en cuanto a la difusión, como puede tener el tango, que no es mucho, y tango contemporáneo, menos, y si sos mujer y con base instrumental y con la introducción de lo electroacústico, olvidate», ríe sin amagar carcajada. «Fui encontrando la manera de ir por ahí», acota con un gesto de autofelicitación.
–¿Se sigue notando mucho que es más difícil por ser mujer?
–Sí, sí. Más que nada en el ambiente del tango, aunque de hace unos años para acá se está modificando. Pero es complicado igual decir difícil porque nunca fui hombre, entonces no puedo comparar. Pero me imagino que sí, porque veo colegas, y veo que tienen otras posibilidades. O que no son cuestionados. Te lo podría sintetizar en el hecho de que ser mujer habilita a un montón de otras cosas desde la opinión del otro; te pueden opinar de cosas que no tienen que ver necesariamente con tu propuesta estética o profesional, esa costumbre de que porque es mujer se puede opinar desde cómo está vestida a cómo toca.
–En algunas críticas sobre conciertos de Björk se hacían juegos entre se belleza física y la de su voz, algo que uno difícilmente podría imaginarse para Julio Sosa.
–(Risas) Se espera que, como sos mujer, tengas una imagen estética que sea agradable o que tengas una posición tomada respecto a un montón de cosas, y a veces con los hombres no es así. Pero más allá de eso, para mí una mina sufre un juicio muy fuerte no sólo a nivel personal. Plantarte estéticamente –y me refiero a la parte estética de la composición–, decir: yo lo que hago es esto, suele ser más difícil.
Argentígena es tango, música contemporánea, del Río de la Plata (ver recuadro) y también silencios. «Pienso en la cantidad de información que se expresa cuando hacés un sonido, una frase; es una idea, un gesto expresivo que después necesitás procesar. Y descansar y dejar que eso baje, me parece bueno. Hay una cuestión con el ritmo, que se piensa como que es algo continuo y a veces el ritmo tiene que ver con estas irregularidades; los discursos también tienen ritmos irregulares. Tenés una idea y está bueno descansar y que te habilite una pregunta. Eso también genera un interés, una curiosidad en el oyente», puntualiza Antonelli. Así que no hubo magia: «Los silencios están todos pensados», sonríe. «Incluso creo que tendría que haber habido más», dice con valiente gracia.
«Me parece que es difícil de asimilar (el disco) porque creo que actualmente no se tiene tanto en cuenta el silencio… la necesidad del silencio –reflexiona–. Porque ese silencio, esa falta de información produce una angustia por esperar. Uno está acostumbrado a un ritmo muy acelerado, y además estable: la inestabilidad rítmica de la información descoloca, y eso también lleva a dejar espacios para que aparezcan esas angustias que son parte de la realidad. No hay que estar todo el tiempo ocupando todo con información. Es lo que yo siento». «Antonelli no gusta de los encasillamientos. Por eso habla más de un sonido rioplatense antes que de tango. «Cuando pensaba en la tapa del disco quería que tuviera una referencia de Buenos Aires, del río y de la historia: lo que significa ese río para nosotros. Es el lugar por donde llegaron los inmigrantes y tiene una historia muy fuerte que lo vincula con lo que somos. Hay una oscuridad ahí que también es necesaria que esté plasmada, no podemos hacer como que no pasó nada. Todo lo negativo a algún lado va, no es que desaparece; está ahí. Y eso lo respiramos todos los días. Esto es parte de nuestra identidad, como la reaparición del tango. ¿Cómo hacés para que eso esté en la música actual? Por eso hablo de estrategias de marketing: siempre es más fácil que haya tres talles para la ropa, tenés que encajar ahí».
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