Verónica Llinás y Esteban Lamothe: «El humor es como una vaselina para que entre lo que tiene que entrar»

Por: Nicolás Peralta

Juntos protagonizan la obra "Antígona en el baño", una apuesta por pisar fuerte en el circuito comercial con una comedia que indaga en el paso del tiempo, la maternidad y el deseo.

A veces reír, relaja, colabora con tomarse el caos de la realidad de una manera distinta. En los tiempos que corren, muchas veces parece necesario e inevitable que el camino elegido para invitar a la reflexión sobre la condición humana sea desde un lado más jovial, para que la amargura usual que generan las injusticias cotidianas no sea una barrera para contar una historia. Obviamente no es el único camino, pero invita más a que la gente disfrute de una salida al teatro. Desde este viernes 1 de septiembre Verónica Llinás se subió al escenario del Teatro Astral (Av. Corrientes 1639, CABA) con una obra de su autoría en conjunto con Facundo Zilberberg, que no es otra cosa que una comedia, pero que tiene un acercamiento distinto a lo que usualmente se presenta en el circuito comercial.

Antígona en el baño, que Llinás protagoniza junto a Esteban Lamothe y Héctor Díaz, busca contar una historia con la que mucha gente pueda identificarse. La actriz también dirige, junto a Laura Paredes, la talentosa integrante de Piel de lava y actriz de Las cautivas, obra suceso con dramaturgia y dirección Mariano Tenconi Blanco. «La obra me llegó como hace seis años. No la pude hacer, pero siempre me quedó dando vueltas en la cabeza. Antes de la pandemia hubo una posibilidad de hacerla pero, como muchas veces pasa, no se configuraron las cosas para poder hacerla. Pero se dio la oportunidad y aquí estamos», admite Llinás. Al lado de ella, sentado, escuchándola atento, está Lamothe, que admite sin dudar, que era algo que quería hacer hace tiempo: «Por suerte pudimos encontrarnos, tenía muchas ganas de trabajar con Vero y Héctor porque los admiro un montón».

Llinás terminó de hacer Dos locas de remate, con Soledad Silveyra, le preguntaron qué quería hacer y se le vino esta obra  a la cabeza. «Había que modificarla un poco, para hacerla comercial. Era una obra divina, pero era algo más para el ámbito independiente. Los productores tuvieron la suficiente confianza de animarse a un material bastante diferente a lo que estaban acostumbrados», admite la actriz.

–¿Es un desafío mayor presentar en el epicentro del teatro comercial un material que no está avalado por un autor internacional o que no funcionó en otros circuitos similares?

Verónica Llinás: –Es muy común comprar los derechos de obras probadas en otros escenarios. Aunque a veces esas obras también fracasan estrepitosamente. Pero es entendible que como productor vayas por ahí, es jugar un poco más seguro, se sienten más protegidos con obras que fueron probadas afuera o funcionaron de alguna manera por ser de alguien con prestigio o lo que sea. Pero esta obra no. Trabajamos para que tenga esa dinámica que tienen las que funcionan, para que encaje con el tipo de público, sin perder la esencia. Empecé sola con el autor, luego se sumó la dirección de Laura Paredes. Y durante los ensayos seguimos cambiando alguna cosa con los chicos.

Esteban Lamothe: –Ella venía con el proyecto y me llamó. Acepté porque me pareció una linda oportunidad. Habíamos intentado trabajar hace un montón pero no se pudo, por esto que tiene esta profesión, a veces te cae todo junto y a veces no tenés nada. Recuerdo que en su momento ella estaba dirigiendo algo y me llamó para que trabajemos con Julieta Zylberberg, la mamá de mi hijo, mi expareja. Nos estábamos separando en aquel entonces, no era el mejor momento para trabajar juntos (risas). Nos quedamos con ganas. Hablamos varias veces pero no pudimos  y al final se dio. Cosas que pasan. Era una comedia interesante. Me daba ganas de hacer reír a la gente. Venía de hacer Desnudos, también en este circuito, pero era algo bien distinto en este caso.

Con Esteban Lamothe, Verónica Llinás y Héctor Díaz.

–¿Cuáles son los elementos que detectaron en la idea primigenia que los hizo pensar que era una obra digna de hacer o de intentar llevarla adelante?

V.L.:–La idea general, sin spoiler, me parece interesante. El autor había hilvanado la situación de la obra con distintas tragedias griegas. Son más de una las que la atraviesan la historia, no sólo la que le da nombre, mostrando la vigencia de aquel teatro y lo cíclico o repetitivo de los procesos humanos, que pesar de todo, siempre giran en torno de lo mismo. Esa idea me parece más que inteligente, cómo estaba planteada y desarrollada. Me gustó mucho el personaje también. Me gustó que hablaba del teatro, de lo que nos pasa muchas veces como profesionales, con la angustia previa a un estreno, que es lo que sentimos. Son ricas las interacciones entre personajes, era desafiante y atractivo poder contar esta historia.

E. L.:–Esta obra tiene un tipo de humor más salvaje, más crudo que otras que me tocaron, y sobre todo para lo que es calle Corrientes. Es un gran desafío, y eso me encantó.

–¿Es para ustedes diferente el trabajo de preparar un personaje de comedia comparando con lo que harían con otro tipo de géneros?

E. L.:–No, siempre es igual. Es medio a ciegas decir que es una comedia, porque en realidad siempre hay de todo en las historias, y siempre termina de armar la gente el cómo va a ser. Nosotros nos divertimos, pero quizás hay chistes con los que después no se ríe nadie o al revés, cosas que aparecen y van quedando graciosas. Eso es lo lindo, lo inatrapable. Te pongo un ejemplo: nadie sabe cómo se hace un hit musical, es imposible saberlo. Si no, todos los músicos estarían haciendo lo que indica la receta para lograr eso. Entonces lo que tenés que hacer a priori es hacer tus canciones con pasión y después se ve. Esto es igual. No tengo una manera especial de abordar un material dramático o de comedia: siempre me estudio mucho la letra, me dejo dirigir, dejo que fluya lo que tenga que fluir y comparto con mis compañeros lo que sea que se dé para generar esa química necesaria para sentirme cómodo. Voy por ahí.

V. Ll.:–Por mi parte tampoco tengo una forma de abordaje especial para uno u otro. Si es un drama es un drama y si tiene algo de comedia, la energía es la misma. Mi cuerpo, mi cabeza, siempre va a tientas, un poco intuitivamente buscando ver qué me sirve para abordar lo que me toque. A veces los caminos que uno toma para lograr un objetivo no son tan conscientes, son más desde el instinto, más intuitivos y viendo qué es lo que queda mejor para esa línea, para tal escena, y viendo qué te deja mejor para dar el pie al compañero o ir manejando los tiempos de narración.

–¿La risa es una catarsis necesaria hoy en día?

E. L.:–Aunque suene porno, el humor es como una vaselina para que entre lo que tiene que entrar (risas). La gente sabe que es así. Si los hace reír, te dan la mano y ya no te sueltan, podés ir para otro lado más profundo: quizás si arrancás por ahí sin nada de una mirada con humor, te pueden decir no, no tengo ganas de escuchar esto. La hermandad que da la risa es muy potente. Esta obra nos hace reír mucho, pero nos metemos con grandes temas como el paso del tiempo, la vejez, la familia, los hijos, la maternidad. Y demás asuntos que a cada uno le generará lo que le contamos, que nunca se sabe, y eso está re bueno.

V. L.:–Es casi como un servicio hacer reír, una herramienta de salud, para el público y para nosotros como intérpretes, aunque con otro tipo de historias también está bueno sentir y ver qué pasa. Pero cuando escuchás la risa de la platea, o al terminar la función, te sentís útil. Como que se resignifica la propia existencia, no es sólo mi deseo, sino que doy algo a otros. Ayudó a que la pasen mejor un rato, y si puedo colaborar para que les pase algo, para entender o pensar algo, mejor. La realidad es compleja y muchas veces no te deja darte el tiempo para repensar aspectos importantes, pero que quedan bajo la manta, porque hay que priorizar otras cosas. Ese es rol de lo cultural.

Lamothe y Llinás.
Foto: Soledad Quiroga

–¿Les preocupa que pueda venir un recorte hacia el sector cultural si la derecha avanza como parece que lo haría, según lo que indicaron las PASO?

E. L.:–No se vivir sin estar preocupado por el país. Cuando era chico vi la híper, el menemismo, la Alianza y el 2001, y todo lo que pasó. No hay que naturalizarlo, pero uno se acostumbra a los vaivenes. Me da miedo que todo explote, más si hay sectores que representan lo que me parece que ya habíamos quedado que no era algo positivo. Sé que hay una demencia colectiva que deberíamos manejar. Hay que seguir adelante y ver qué pasa, tratando de aportar lo que uno hace. Creo que los otros sectores políticos tradicionales deben tratar de acercarse de alguna manera a los que votaron por ideas de este tipo. Tratar de entender qué pasó.

V. L.:–Creo que se expresó una saturación con la clase política y esto debe ser escuchado. Todos llegamos hasta acá. Millones de personas votaron esto: si te cagan sistemáticamente, o no logran ayudar de verdad a quien necesite, se prueba por otro lado. Por acción o por omisión elegimos mal y estamos donde estamos porque algo no funciona. Pasó en Brasil, en España, en Francia, en Italia, en Estados Unidos. Hay emergentes que expresan una bronca que es peligrosa si la utilizan para imponer el individualismo y el odio.

E.L.:–El joven que se crió en la grieta escucha que alguien dice que esos son garcas y que tiene la manera de que les vaya mejor, aunque no sea real o viable, y lo vota. Si el tío Cacho se pelea con la tía Marcela porque discuten porque Cristina o Macri, listo yo voy con otro. No hay mucho que pensar, aunque ese tipo proponga delirios, como es el caso. Quedan unos meses para que los rivales de Milei tomen nota y trabajen para convencer y ver qué tienen que cambiar para que en el futuro se arregle este quilombo en el que estamos constantemente.  «

Antígona en el baño

Con Esteban Lamothe, Héctor Díaz y Verónica Llinás. Guión: Facundo Zilberberg, Llinás. Dirección: Laura Paredes, Llinás. Viernes y sábados a las 22, y domingos a las 20:30 en el teatro Astral, Av. Corrientes 1639.

Trabajo en equipo, esfuerzo y generosidad

En esta pieza Verónica Llinás es Ignacia, una estrella de otro tiempo que se siente olvidada y a la cual la atacan miedos que no puede confesar: está a punto de salir a escena después de un largo exilio en la televisión y necesita dominar sus nervios. Para superar semejante momento se encuentra con el personaje de Esteban Lamothe, que hace del hijo de su representante de siempre, tratando de emular a su padre para estar a la altura y tiene que compartir con un insólito coach ontológico, que es el personaje de Héctor Díaz.

«Es un desafío actuar y dirigir algo que coescribiste. Tener esos roles es un esfuerzo, porque es difícil ver la totalidad, sacás la vista del propio camino. Ves el bosque, pero no ves el arbolito. Me encontré con un equipo bárbaro, por eso pude hacerlo. Son actores talentosos, inteligentes y generosos. Laura Paredes también tiene un enorme talento. Incluso Sabrina Arias, su asistente, sabe cómo aportar para que me sienta muy apoyada y hacerlo con gusto», confiesa Llinás.

Por su lado, su compañero admite estar chocho con los ensayos: «Nunca es fácil. Siempre es un tedio ensayar, no me voy a hacer el canchero. Es largo, aburrido, angustiante, genera ansiedad. Me pasa siempre. Es una pelea con uno mismo primero que nada, pero fue un proceso interesante, se dió algo amoroso. Todos nos escuchamos y trabajamos por la obra. Somos distintos, pero tratamos de potenciar al monstruo que es la obra. Con generosidad».

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