Tinelli, Rial, Mirtha y Susana fueron las figuras dominantes de la TV argentina durante los últimos 30 años. Hoy se encuentran sin aire o en profundo declive, postergados por formatos efectivos con conductores mucho menos influyentes.
El año estuvo y está dominado por el «realitismo mágico», ciclos como MasterChef Celebrity y La Voz, con los que Telefe conquisto ratings casi comprables con la era prestreaming. Tampoco se puede ignorar la efectividad de telenovelas extranjeras como Dr. Milagro y Fuerza de mujer. El Trece y El Nueve, por su parte, encuentran sus mejores momentos en los programas que articulan juegos con algo de humor.
Susana y Tinelli son dos conductores que construyeron su espacio en la TV a comienzos de los ’90. Si bien el programa Hola Susana comenzó en 1988, en 1990 encontró su forma más reconocida en Canal 9 y luego, con su pase al naciente Telefe, se convirtió en un gran éxito. Si bien el ciclo alternó envíos diarios, semanales y especiales, mantuvo siempre la lógica de entretenimiento telefónico, charla con personalidades en el living (que podían ser estrellas internacionales o hallazgos bizarros) y espectáculos musicales nacionales y globales. Sin pantalla en los últimos dos años, no parece tener un espacio asegurado en la TV actual.
Respecto a Tinelli, su ascenso desde el horario marginal de la medianoche hasta ser lo más visto de la TV fue vertiginoso también en la década del ‘90. Su programa osciló desde un show humorístico marcado por el uso y abuso de la cámara oculta y la burla grosera a un reality híbrido con un programa de escándalos y cosificación de la mujer, sin conocer límites ni filtros a la hora de perseguir el rating. La actualidad muestra el reverso de esa gran tolerancia en el rubro escrupulos: nada parece dar resultado para encontrar un rating aunque sea cercano a la inversión que exige el programa.
Susana y Marcelo oscilaron en diversos formatos, pero siempre centrados en sus propias figuras como animadores y explotando la conexión que supieron construir con las audiencias: en el caso de Susana, esa suerte de tierna torpeza que le permitía convertir en simpatía los errores; en el caso de Tinelli, su personaje de capo de la barra de amigos, capaz de reírse de todos y de todo, incluso de sí mismo.
Ambos supusieron un fuerte cambio de registro en la conducción televisiva a partir de proponer una conexión más directa con el televidente. Este nuevo estilo sucedió a conductores como Silvio Soldán, Héctor Larrea, Leonardo Simons y Jorge Cacho Fontana, entre otros. Estos últimos fueron muy exitosos en los ‘70 y los ‘80 con un estilo mucho más formal. Si bien en algunos casos continuaron trabajando en décadas posteriores, sus momentos de máximo éxito se fueron alejando.
Jorge Rial tuvo un andar más sinuoso por la TV argentina. Encontró un lugar entre fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90, primero como columnista de Indiscreciones y en 1992 como conductor de El periscopio, junto a Andrea Frigerio. Parte de la misma renovación de registro, exhibió un modo diferente de hacer periodismo televisivo sobre la farándula, mucho menos condescendiente con los famosos y explotando un nuevo estilo en crecimiento: el show-escándalo. Su retorno a la TV en el 2001 con Intrusos supuso la consolidación de un estilo aún vigente. No obstante, el modelo parece sobrevivir a su creador: Intrusos se mantiene vigente sin su creador al frente. Por su parte, el reciente tropiezo de TV Nostra exhibe la dificultad de encontrar un espacio en la difícil televisión actual.
El caso de Mirtha Legrand, la eterna, es bastante más complejo. De larga y exitosa trayectoria como actriz de cine, llegó a la TV con sus emblemáticos almuerzos en la década del ’60, en un récord absoluto que no tiene comparación en la TV del mundo. No obstante, en una situación aún no explicado del todo, no tuvo pantalla en los ‘80 y recién en los ‘90 recuperó su espacio con los almuerzos en Canal 9. A partir de entonces mantuvo su ciclo con continuidad casi perfecta, aunque osciló entre el formato diario y el semanal, hasta que por la pandemia fue reemplazada por su nieta, que hoy campea el ciclo exhibiendo una notable vulgaridad como entrevistadora y una gran eficacia en cuanto a rating. Así las cosas, en El Trece nadie parece extrañar las mañas y exigencias de Mirtha.
Esta generación de conductores que comenzaron en los ‘90, especialmente Tinelli, Susana y Rial, encuentran un límite en la TV actual, donde parece que las mega estrellas ya no tienen lugar o, al menos, ya no son irremplazables. Conductores como Marley, Santiago del Moro y Guido Kaczka se abren paso en formatos que podrían sobrevivir sin ellos mismos al frente. Hasta Bendita, el clásico envío de archivo de El Nueve, ha mantenido extensos reemplazos de Beto Casella sin pérdida de audiencia.
Hoy los formatos parecen imponerse a las personalidades. Mientras antes se miraba a Tinelli y a Susana y no importaba tanto de qué iba el programa, ahora se miran programas y no importa tanto quien los conduce. ¿El futuro ya llegó? «
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