El tiempo de aislamiento, se sabe, no fue fácil para nadie. En el caso de Santiago Motorizado, por un lado significó un parate de la actividad junto a Él Mató a un Policía Motorizado, pero por otro, la posibilidad de seguir explorando el costado solista que en los últimos años define su universo paralelo e intimista. Como corolario de esos meses enrarecidos, esta noche el cantante y bajista se anima en el Coliseo a un ejercicio personal y a un espectáculo totalmente nuevo: nuevo porque marca su debut discográfico en solitario, Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro; nuevo porque habrá un particular despliegue en escena, y nuevo porque el impulso detrás de ese repertorio es el reestreno de Okupas, la serie que marcó su vida 20 años atrás y al que Santiago musicalizó para su aterrizaje en Netflix.
Todo empezó hace un año. El director Bruno Stagnaro tuvo que campear los problemas de copyright en relación a la banda sonora para poder reestrenarla en la célebre plataforma, y se comunicó con Santi para contarle que quería usar siete canciones de Él Mató para unas escenas. Se reunieron, y en el encuentro surgió que había muchas tomas más que necesitaban ser intervenidas. El cantante y bajista ya había compuesto el soundtrack del film La muerte no existe y el amor tampoco, de Romina Paula, pero esto, cuenta, era distinto. Finalmente, en esa charla con Stagnaro, éste le propuso a Santiago hacerse cargo de esas composiciones que, necesariamente, debían dar cuenta de otros matices, pulsos, climas de la serie. Para eso, el músico se animó al tango, al folclore, a la cumbia y contó con las colaboraciones, entre otros, de Vicentico, Melingo, Jorge Serrano, Nina Suárez Bléfari y hasta su padre y su hermano, que lo acompañan en la zamba “Un día no vas a estar”. Su amigo y coequiper Felipe Quintans (107 Faunos) produjo con él, grabó y mezcló el disco. Todo es resumido por Motorizado como “un sueño”.
–¿Cuál es el gran desafío y cuál el alivio de componer para el trabajo de otros?
–Cuando acompañás lo visual la música tiene una importancia, pero siempre en pos de una narrativa que se presenta con ella; los diálogos, los actores, el guión. Está bueno porque ya tenés una base de dónde partir para escribir letras, encontrar el tono de la melodía o de la canción. Cuando no tenés nada en qué apoyarte, tenés la libertad total de hacer lo que querés, pero partís de la nada y eso tiene también su dificultad. Acá no sólo tenés una base, sino que eso de complementar es divertido, placentero; tiene el desafío narrativo dentro de lo musical, pero hay un plus, además, en que sea Okupas. La motivación es muy fuerte. Yo, como fan, mezclando el trabajo con mi propia conexión con la serie, me inspiré mucho. Hacer la música para Okupas fue muy una experiencia potente. Me salió muy fluidamente, muchas letras, muchas cosas para decir.
–¿Qué significó para vos la serie?
–Okupas tiene un montón de cosas geniales para analizar. Creo que lo que más me pegó es el nivel de realismo con el que estaba encarada, el nivel de actuaciones, de crudeza, de hiperrealismo, que era totalmente novedoso para el cine y la televisión argentina. Si bien antes estuvo Pizza, birra, faso Okupas fue más allá. Está la narrativa, pero también que el protagonista es un pibe de clase media que se adentra en un mundo marginal, que le es ajeno a él y a la mayoría del público, entonces uno acompaña al protagonista a meterse ahí. El nivel de actuación que tiene que ejecutar Rodrigo de la Serna en pos de eso es tremendo, igual que todo el elenco. Hay una escena icónica, que es cuando se encuentra con el Negro Pablo. Me acuerdo cuando la vi, hace 20 años… De repente ese lenguaje, ese nivel de verdad, me hacía dudar: ¿qué estoy viendo? ¿es un documental, una ficción? Era rarísimo y genial, esa novedad y la maestría con que está hecha, es irresistible.
–Okupas se estrenó hace veinte años, y ahora las nuevas generaciones son fanáticas de la serie. ¿Cuál es el secreto de esa vigencia?
–Hay dos cosas: primero, pensando solamente en lo artístico, Okupas es muy especial. Ahora estamos en una especie de “era dorada” de las series y Okupas también encaja en ese contexto. Pero esta era dorada está muy atada a la comercial, y aunque hay cosas geniales, empiezan a forzar una continuación porque el mercado lo demanda así, y siguen hasta que se gastan. Okupas tiene esa cosa maestra de decir “esta es la historia y cierra para siempre acá”. Muchos de los pibes que la vieron en Netflix pensarán “che, ¿la segunda temporada para cuándo?”. Pero no, cerró ahí, y ya está. Y eso es genial, porque tiene que ver con el cuidado de la obra. Ese cuidado tiene una recompensa: mantenerse en el tiempo. Hay cosas que las recordamos como buenas, pero las volvemos a visitar y les encontramos los hilos o defectos. Okupas fue muy moderna en su momento, por eso envejece bien. Y otra cosa que se puede pensar es que lamentablemente el contexto sociopolítico es muy similar a ese momento pre crisis. Faltan los celulares y los barbijos, pero lo que se vive en la calle, las tensiones, las desigualdades siguen muy vigentes.
–Desde ese entonces también cambió la industria del rock, pero Él Mató se movió dentro de esas fluctuaciones y logró una convocatoria enorme. ¿Qué se modificó en este tiempo?
–Cambió mucho todo. En esos años eran más estrechos los caminos a elegir. La escena independiente era chica, era para un nicho, y los que estaban atentos a eso seguían a Suárez o a otras bandas de los 90. Hubo un hueco entre que se terminaron esas propuestas y sucedió lo de Cromañón, y luego volvió a arrancar todo. En la escena independiente, en ese parate, las bandas chicas fueron las que más sufrieron la crisis, sin lugares para tocar, sin difusión. Pero con Él Mató y acompañando a un montón de bandas de nuestra generación, empezó a crecer de nuevo la escena y llegó a lugares de masividad un poco inéditos dentro de la música alternativa. También cambió el mainstream, que se subió a la ola de lo que son las redes sociales. Antes, en la vieja internet 1.0 uno tenía que bucear, explorar más y poner más de su propia experiencia en esa búsqueda. Ahora cambió. Por más que en las redes tengamos la sensación de que podemos expresar lo que queremos, estamos siempre encajonados dentro de los límites propios de cada red social. No voy a negar las bondades de difundir un evento o lo que sea, pero pienso que las bandas nuevas tienen el desafío de llamar la atención dentro de esto que tiende a volverse más chato, más superficial, más acotado.
–¿Cómo viene el de presentación de Cuatro amigos, una casa y un perro?
–Hay algo que me genera mucha ansiedad, pero porque está buenísimo, y es que va a ser un show único, porque no creo que tengamos la posibilidad de repetir esta puesta en escena de nuevo. Hay muchos invitados y va a ser difícil que volvamos a coincidir todos juntos. También hay algo de pasar de un género a otro, por lo que cada bloque va a tener diferentes bandas, muchos músicos en escena y eso me divierte y es raro, a la vez, hacer algo por una única noche. Pero vale la pena vivir una experiencia única y guardarla en el corazón para siempre.
¿Cuándo?
Santiago Motorizado presenta Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro. Viernes 29 de octubre en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125.