El querido artista uruguayo vuelve a la Argentina para concretar una gira que este viernes lo verá en el Teatro Ópera. Su dura infancia, su última gira por Japón, el placer de tocar con sus hijos y su próximo disco.
“Me da mucha alegría volver a la Argentina. Tengo una afinidad muy grande con todo el pueblo argentino. Nunca me porté mal, ni tengo un quilombo o algo, siempre lo sentí como un hábitat natural. Desde que me vine con los Fattoruso y Los Shakers, y vivía en un hotel con una ducha que me inundaba toda la pieza.” En ese recorrido tocó con todos los grandes referentes musicales de nuestro país y fue armando una carrera que culminó transformándolo en un referente indiscutido en el Río de la Plata, en el que se distingue por un estilo propio. Su voz y su swing natural son reconocibles.
“Dos palabras que me salvaron a mí: world music. Toco la música del mundo, nunca me cerré a nada. Toda la música es buena si se la hace con amor. Toqué en cabaret, bares, quilombos, trenes, pizzerías. En la calle, teatros vacíos y llenos. Siempre le puse la misma energía. Pero bueno, ya estoy grande, y me apoyo en la energía y el talento de mis hijas y mi hijo que me acompañan”.
El itinerario por nuestro país incluye el show del 6 de mayo en el Teatro Ópera, luego la Plata, Rosario, Córdoba, Mar del Plata. “Por ahora eso, pero siempre se puede hacer un hueco para saltar el charco”, bromea. Aunque se lo nota algo cansado. Volver al ritmo de la gira constante no es fácil luego de estar tanto tiempo en casa.
En medio de su encierro, editó As noites do Rio/ Aerolíneas Candombe, con el brasileño Ronaldo Bastos, un álbum que desparrama música de Brasil como homenaje a su madre, oriunda de ese país, en el que participa Carlinhos Brown. Pero no mucho más. “La pandemia me comió los pocos ahorros que tenía, porque mis hijos también son músicos y no podían trabajar. Y yo los quería ayudar, claro. Pero bueno, ahora estamos volviendo a movernos. Siempre con ganas de hacer cosas”, comenta con una sonrisa sincera mientras se acomoda la corbata.
Su última aventura lo llevó a un lugar que desde el ‘83 venía esquivando pero lo agarraron con la guardia baja y el bolsillo flaco: a fines del año pasado dio 15 conciertos en Japón, en salas que con aforo reducido llegaron a las 1500. “Los hicimos bailar candombe, jazz, tango, merengue, salsa. Yo los invitaba a bailar. Fue una fiesta. No hace falta saber bailar, eso es para los profesionales, a vos si te gusta, dale. Dejate llevar. Y así fue. Pero bueno era difícil comunicarse y todo es muy moderno. Hermoso, ordenado, todos educados y prolijos, está bueno ir a desestructurarlos un poco. Estuvo lindo la verdad, pero eso sí: es muy lejos”, afirma el músico que no cree que repita la experiencia oriental. “Llego a Japón por un medio que hace años se dedica a llevar músico de todos lados del mundo, que se llama Revista Latina. Todo los años llevan artista de varios géneros y a los japoneses les gusta. Son tangueros, les gusta, entonces muchos fueron llevados a tocar allá. Desde Pugliese, a D’arienzo, a otro tipo de artistas, de todos los estilos. Desde hace muchos años, casi cuarenta me invitan pero como me iba bien acá, para que voy a ir hasta allá. Bueno, se dio ahora. Nos ayudaron desde Cultura de Uruguay y fuimos con mi banda, somos nueve, y estuvo muy lindo. Nunca vi tanto cemento en mi vida. Y me di cuenta lo desordenados que son muchos de los músicos. No entiendo por qué en vez de valijas llevan bolsos. Pero bueno son cosas que me muestran que ya soy grande.”
Rada tiene mil y una anécdotas: desde el porro con Bob Marley al encuentro fortuito con Mick Jagger y el vaso de agua de la canilla que se tomó el líder de los Rolling Stones, a sus andanzas en la noche porteña en la que siempre la alegría y la experimentación sonora eran parte. “Arranque hace mucho. Estuve viviendo acá, primero experimentando con el candombe beat y el jazz rock, tocando mucho, moviéndome. Nacieron mis hijos y estaba cerca de Uruguay. Siempre me sentí cómodo. Después me fui a México en una época pero me fue mal, aunque pude tocar con Sting y colaborar con Jon Anderson, ex vocalista de Yes, en unas canciones o algo que me consiguieron para hacer para Europa con Ketama. Pero no andaba la cosa. Por suerte me salvó la vida Cachorro López y ya grabamos unos éxitos como “Cha-cha, muchacha” y esos temas que me metieron de nuevo en la cabeza de la gente. Pero siempre fue igual: el éxito me encontró trabajando”, reflexiona el percusionista y cantante, que en nuestro país también se animó a ser actor en tiras como Gasoleros o películas como Por un puñado de pelos, entre otras.
También fue conductor de radio y televisión en su país, “pero como para no quedarme en la casa sin hacer nada. Me animo a todo, sí me divierte, no tengo problemas. Yo quería ser futbolista, pero me agarró la música, me salvó la vida y no me soltó nunca más. Empezó en la calle, en el carnaval y acá estoy…”.
Si se le pregunta cuál fue para él la etapa en la cual siente que fue más innovador y que marcó su destino, Rada piensa en silencio, como sin poder decidirse. “Quizá con Sonido Original del Sur, allá por el comienzo de los años ’70. Gustavo Bergalli, Bo Gathu, Luis y Héctor Cerávolo, Héctor Finito Bingert y yo. La idea primera era hacer algo de jazz, pero lentamente evolucionó a algo nuevo. Nos dejábamos llevar por influencias de todo lo que escuchábamos o habíamos hecho antes, sin esperar nada, por puro placer. Era como una libertad absoluta. Era algo inclasificable. Pero gustó. Por suerte, fue algo increíble. Venían todos, los Sui Generis o los músicos de acá más prestigiosos. Les encantaba lo que hacíamos. Fue una linda época. Pero bueno tampoco era fácil la vida, así que fuimos rumbeando cada uno por su lado. Ahí aprendí, aunque ya tocaba hace mucho, que uno tiene que dejar salir lo que siente frente a sus instrumentos. Ser verdadero, sino, no va”.
Desde sus inicios, donde trabajó con Eduardo Mateo en el grupo El Kinto, pasando por otros grupos como Tótem, siempre busco “disfrutar de cada canción, de cada show’. Pasé hambre de chico y la alegría de tocar, de disfrutar de la música, te permite seguir y luchar sin darte por vencido”, reflexiona Rada. La seriedad con la que lo dice dura poco. Bromea y recuerda melodías que tararea y sus manos inquietas golpean la mesa buscando el ritmo que lo atraviesa.
Rada está satisfecho con el recorrido de su trabajo, con más de 50 años de carrera y casi 50 discos editados. Sabe que su periplo artístico influyó y que ayudó a crear talento en sus hijas Lucila y Julieta y en su hijo Matías. “Ellos son más profesionales, entrenan la voz, son prolijos, escuchan un montón de música, son creativos. Julieta ya tiene su camino y es una diosa cantando, Lucila tiene también un camino por recorrer. A Matías le insisto que se anime a más, pero él no quiere que lo comparen con el padre. Yo le digo qué importa, si sos mucho más completo que yo. Yo soy puro instinto. Él es un músico del carajo, no sabes cómo canta. Ya se va animar.”
Se acomoda el pelo afro, y el prendedor que tiene en el saco. “La ropa de un artista es clave. Me gusta empilchar bien. El que está arriba del escenario no puede estar vestido igual que el que te va a ver. Tenés que usar algo llamativo. En una época también me hacía cosas en el pelo. Porque un artista en escena no es uno mismo, es el personaje”, afirma Rada. Cuando se le pregunta por su colección de corbatas, de todo tipo y color: “Yo estoy chapado a la antigua, con eso de cuidar la imagen, pero siempre me adapté a lo que me tocó. De chico me costó mucho, faltaba comida y plata, pero la música me guió. Hoy si hago un chiste desubicado, mi hija me dice: ‘tenés deconstruirte Pa’. Y está bien. El chip hay que ir cambiándolo. De poco o como puedas, pero siempre tratando de no joder a nadie y hacer lo que te haga disfrutar, y siempre sin renegar de lo que sos.”
A la vuelta de Japón.
Rubén Rada y su banda vuelven a la Argentina para mostrar sus canciones. El 6 de mayo a las 21hs en el Teatro Ópera, Av. Corrientes 860.
Con ayuda de los amigos
El show que lo trae de vuelta a nuestro país, no podía tener otro nombre: «A la vuelta de Japón». Tras su experiencia nipona, que lo llevó a 15 escenarios distintos por la isla asiática, vuelve a recorrer la Argentina: todo arranca el 6 de mayo en el Teatro Ópera, en calle Corrientes. Al otro día será el turno del Teatro Municipal Coliseo Podestá de La Plata, y al día siguiente actuará en el Radio City de Mar del Plata. Luego de unos días de descanso, el 12 de mayo será el turno del Quality Espacio de Córdoba y el 13 del Teatro La Comedia de Rosario. “Era tiempo de recorrer las principales ciudades argentinas. Vamos a hacer un recorrido por toda mi carrera, invitar a algunos colegas y quizá adelanto algo del nuevo disco. Es que estoy con muchas ganas de hacer candombe”, afirma el músico.
Rada va a titular a su nuevo trabajo «Candombe con la ayudita de mis amigos», haciendo un homenaje al tema de los Beatles, en disco de covers hechos a su estilo, con toques de tambores nacidos en el corazón de Montevideo. Participarán artistas como Pablo Milanés, Fernando Cabrera, Julia Zenco y Carlos Vives, entre otros. De hecho, ya se lanzó, a modo de adelanto, una versión del clásico de Fito Páez «11 y 6», que cuenta con el propio autor como invitado. “Fito es maravilloso. Yo le pedí al manager y me llamo el para decirme si me había olvidado que éramos amigos, me insultó, me dijo de todo menos negro lindo”. El rosarino le dijo: “No voy a participar, voy a estar con vos, hemos hecho fechorías por todo el mundo. Esta va a ser una más”. Rada quedó encantado: “Estuvo divino. Es un temazo, quedó espectacular. Además, Fito me hizo el gancho con Carlos Vives, así que estuvo genial. Todos los temas van a estar buenos pero lo que hicimos con Pablo Milanés quedó increíble. Veremos cuándo podremos lanzarlo. Cantar con amigos es hermoso. Es lindo dejarlo plasmado en un disco.”
Coach en la Voz Uruguay
Además de la gira por Japón, un paso por Europa, a fines del año pasado y estas fechas por la Argentina el trabajo de Rubén Rada también pasa por la televisión. Este año fue convocado como coach en La voz, versión uruguaya, que es un éxito en la televisión de ese país. “Después de la incertidumbre y lo que significó gastarme todo el dinero, este trabajo me asegura un sueldo para que la familia esté bien. Me gustó porque me permite trabajar otro costado mío, el de la docencia. El legado son las canciones, pero uno con todo lo que ha hecho puede transmitir algo de sabiduría. Me parece que está bueno”.
El set de televisión no es un lugar ajeno para Rada. “Lo que más me gusta es que puedo hablar con los chiquilines y decirle que canten y se diviertan. Que disfruten la chance y que traten de que toda la gente que los mira la pasen lo mejor posible. Nosotros nunca tuvimos una oportunidad así, nosotros salimos de la nada”, concluye.
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