Es doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas, y humorista. Descubrió una vida singular entre los laboratorios y los escenarios de stand up, y nunca se detiene.
–¿Cómo es un día habitual de una científica que hace humor?
–Mi vida de siempre sigue siendo ir a un laboratorio, dar clases de lunes a viernes, hasta las 17. Ah, también hago comunicación científica porque trabajo en la agencia de noticias de la Universidad de Quilmes. El resto es el humor.
–Algunos al remitirse a tu trabajo lo definen como stand up científico. ¿Te gusta esa etiqueta?
–Sí, me gusta. Recuerdo que para que eso haya sucedido me anoté en 2014 para recibir un curso de stand up que auspiciaba el Ministerio de Ciencia y Tecnología, con la ciencia como elemento central. Nos anotamos unas 300 personas de las cuales quedamos 30.
–¿Tu vocación humorística nació ahí?
–No, soy comediante desde antes. Siempre fui graciosa y utilicé sucesos dramáticos para hacer humor. Recuerdo que en 2011 me anoté en un curso de stand up a full para darle cauce a eso que no tenía nada de ciencia. Siempre había hecho cursos de teatro, pero no quedaba entusiasmada. Cuando terminé el de stand up me re gustó porque le hablaba a la gente y no interpretaba a un personaje. Después formé un grupo de stand up, iba a los clubes de comedia y hacía shows en sótanos, algo que no se lo deseo a nadie (risas). Más tarde llegó el curso de 2014 y apliqué la ciencia a mis presentaciones en los escenarios.
–¿Siempre pensaste que te dedicarías a la ciencia?
-Yo soy todo desde hace mucho tiempo (risas). Siempre me gustó la ciencia y la carrera de licenciada en Biotecnología la hice en poco tiempo, la universidad siempre me gustó. Cuando me recibí me fui a trabajar a la Universidad de San Pablo pero volví al país con el kirchnerismo en 2003, apliqué a una beca para el Conicet y me quedé a trabajar. Siempre me gustó la ciencia.
–¿Cuándo te diste cuenta de que eras buena haciendo reír?
–Creo que desde muy joven. ¿Viste que siempre hay alguien gracioso en los asados? Bueno, ¡esa soy yo! (risas) Siempre fui chistosa. Inclusive me tomé algunas tragedias familiares con bastante humor porque te brinda poder. Todos los chistes tienen una víctima, y si esa persona tiene más poder que vos, con el chiste eso se invierte. Obviamente, si vos tomás como víctima a una persona que es más débil que vos, eso no es humor, es bullying.
–Hablabas que tomaste con humor ciertas tragedias. ¿Por ejemplo?
-Mi papá murió cuando tenía 12 años. Cuando terminé el secundario le dije a la regente que la medalla de graduación me la daría mi padrino, pero ella me dijo que me la tenía que dar mi papá obligatoriamente. Me preguntó si mi viejo no podía venir, a lo que yo le dije que no, que él estaba un poco descompuesto (risas). Me acuerdo de que los que estaban ahí y sabían la situación comenzaron a reírse, así que con ese chiste la regente fue mi víctima, pero la elegí a ella porque era alguien que tenía mucho poder sobre mí.
–¿Reír hace tan bien como suelen decirnos?
–Reír libera neurotransmisores que tienen que ver con la felicidad. Un día estaba hablando con un neurocientífico sobre los sucesos traumáticos, y ahí hablábamos de que, por ejemplo, todos nos acordamos dónde estábamos cuando murió Maradona, y eso pasa porque ese suceso se guarda en la memoria por la sorpresa que te genera. Cuando te cuentan un chiste sucede lo mismo, entonces las cosas que aprendés mediante el humor, aunque lo que estoy diciendo no lo tengo documentado, se guardan mejor en la memoria a la hora de aprender algo. El humor también hace las cosas más entendibles: si captás un chiste, entendiste todo.
–¿De chica eras la nerd de tu clase?
–Sí, era así, absolutamente. Siempre saqué buenas notas y nunca me llevé materias, aunque la única que me llevé fue Catequesis. Siempre me resultó fácil la secundaria y no estudiaba porque aprendía rápido.
–¿Ser nerd te dio una coraza en esos años?
–Siempre fui una perdedora. En la secundaria estaban los populares y los perdedores, así que yo estaba con ellos. De todas formas, siempre me divirtió eso porque hacía alianzas.
–Mirando hacia atrás, ¿lo ves como una victoria?
-Sí, totalmente. Hoy esos perdedores siguen siendo mis amigos.
–Te recibiste como licenciada en Biotecnología el 19 de diciembre de 2001. ¿Qué recordás de esa fecha?
-Recuerdo que el país se estaba yendo a la mierda. No había redes sociales, así que las cosas de las que me iba enterando me parecían inverosímiles. Yo estaba en Quilmes, lejos de la Plaza de Mayo, pero hasta que De la Rúa no tomó el helicóptero no creía nada. Me acuerdo de la incertidumbre y yo en el medio, recibiéndome.
–¿Qué es más difícil hacer ciencia o reír?
-Las dos cosas (risas). Con las dos hay que tener tolerancia a la frustración, sobre todo en la ciencia porque las cosas tienen que repetirse y hacerse muchas veces hasta dar con lo buscado, de manera estadísticamente significativa. Al hacer ciencia hay que tener un buen ojo, porque hay cosas que a simple vista parecen no tener valor pero lo tienen. Hay que estar atento al momento justo. Por otro lado, el humor también tiene una búsqueda que pasa por hacer al chiste más eficiente. Hacer reír es un experimento científico fascinante.
–Los hombres que realizan actividades científicas adquieren mucha más notoriedad que las mujeres. ¿Por qué?
–En la Argentina hay un 46% de mujeres y un 54% de varones, lo que pasa es que la mayoría de los cargos jerárquicos están ocupados por hombres. Eso puede tener algunas razones, entre ellas que las mujeres cuando son madres reciben una licencia por maternidad de seis meses y los hombres tres días. Eso nos lleva a pensar que los hombres no están obligados a estar en el cuidado y las mujeres sí. En esas decisiones, en la gran mayoría están los hombres, y con los subsidios que da el Estado para investigaciones también pasa lo mismo. «
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