Desde chico le gustó el arte. El dibujo, la pintura y la música (tuvo un grupo de rock llamado Los Barbacandados), pero el destino de Carlos Fabián Belloso, nacido en Munro el 5 de abril de 1963, vino por la senda de la actuación. Mientras estudiaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires formó el grupo Los Melli, junto a Damián Dreizik, que hacía lo suyo en lugares como el Parakultural o la fundación Banco Patricios. Su camino se afianzo cuando llegó a la tele: debutó en RR D.T. para luego consagrarse como El Vasquito, en la telenovela Campeones de la vida. En 2002, se destacó en la miniserie Tumberos, como un reo capo en la Cárcel de Caseros. Más cerca en el tiempo, ya en la era de las plataformas, fue parte de Iosi, el espía arrepentido y de María Marta, el crimen del country, entre tantos otros proyectos exitosos que también alcanzaron el cine y el teatro.
Actualmente es parte de Salvajada (de jueves a domingo en el Teatro Nacional Cervantes) y recientemente estrenó Love zombie, su primera obra escrita para microteatro, la cual también dirige (martes y domingos en Serrano 1139).
-¿Qué diferencias hay entre actuar y dirigir?
-Son divertidas las dos cosas. Me gusta más actuar, pero ambas son actividades creativas en los que hay que confiar en los actores, en una como compañero y en la otra desde afuera, ajustando lo que se tenga que ajustar.
-¿A qué hay que estar atento para construir un personaje?
-La observación es fundamental. Buscar en lo cotidiano y en qué te pide cada género. No es lo mismo un grotesco que algo realista o leer una poesía. La técnica actoral hay que investigarla, buscar en todas las formas que se puede contar algo, para no caer en las formas hegemónicas. Así me gusta trabajar .
-Por fuera de la actuación o dirección, ¿qué te gusta hacer ?
-Me gusta dedicarle tiempo a la casa. Arreglar cosas, ver qué hace falta. Me gusta la carpintería. Me doy maña con las manos. Me gusta cocinar, lavar ropa a mano. Me tranquiliza hacer esas actividades.
-¿Te gustan otra artes?
-Toda mi vida. Hago música, escribo, pinto, dibujo. Desde muy joven. Estoy siempre conectado con expresar lo que me pasa, volcándolo en algún lado. Con la guitarra o en una hoja, depende del día. Siempre estoy atento a eso. Es una pulsión que tengo.
-¿Por qué creés que es así?
-Necesito sacar las cosas de mi cabeza para que no se pudran adentro.
-¿Cómo eras de chico?
-Fui un niño inquieto. Iba mucho el cine Astral, en Munro. Veía todo tipo de películas. Eso creo que formó mi cabeza. Y jugaba mucho a la pelota en la calle, que era de tierra en esa época. Vivía cerca de las vías del Ferrocarril Belgrano, también eso me marcó: me encanta todo lo que tiene que ver con trenes.
-¿Por qué fuiste actor?
-En la secundaria me hice un test vocacional. Me salió que iba bien para artes plásticas o artes escénicas. Y vi en ese momento que quizás actuar tiene más salida laboral. Me gustaba la idea de ser ilustrador, pero me fui acercando inconscientemente al teatro. Me sentí cómodo.
-¿Cómo recordás tus primeros pasos?
-Con Damián armamos Los Melli y fue una etapa de pura creatividad y de aprender constantemente. El Parakultural fue increíble. Salíamos de la escuela de arte dramático y a tres cuadras teníamos este lugar en el que probamos, en la práctica, la teoría que aprendíamos. Fue una escuela, parte de mi formación.
-¿Cómo te llevás con la exposición que te dio la televisión?
-Muy bien. Es como un eco, vos hacés algo y se replica de manera exponencial. Pero para mí fue sólo una etapa más. Yo la abordé con respeto y siguiendo la tradición de lo que se podía aportar en esas ficciones. Es como cuando entrás a una casa nueva, vas viendo qué hay y tenés que respetar lo que no se toca y lo que se puede.
-¿Te molesta que te festejen más la comedia que otros géneros que has hecho?
-No. No sé si es tan así. Como me dicen que se ríen o se rieron mucho conmigo, también me dicen que les di miedo o que me putearon o que lloraron. En Tumberos o en La Niña santa o en Televisión por la identidad, o en las series que hice últimamente, sacando División Palermo, que es un contrapunto de todo lo otro, no hice comedia. Lo que me gusta es que puedo hacer de todo y me divierto igual.
-¿Cómo hacés para que no te amargue la realidad?
-Al tener un oficio, te aferrás a eso. Toda la incertidumbre de lo que vendrá, lo transformo en ganas de ver qué hacer o cómo decir algo. Tener proyectos siempre es positivo, querer hacer algo es sinónimo de vida. Pero siempre consciente de los problemas que afrontamos como país.
-¿Cuáles?
-Sobre todo que las políticas neoliberales ganen terreno. Ante la posibilidad de que en las elecciones ganen, trato de hablar del tema. Apoyo a quienes creo que pueden hacerle frente. Leandro Santoro, en la Capital, es una oportunidad de luchar contra eso. Me gusta mucho Grabois y voy a tratar de apoyarlo. Trato de replicar cada cosa que dice y hace. El neoliberalismo se ampara en los medios de incomunicación y siempre ataca a los que menos tienen, a las grandes mayorías. Sólo benefician a grupos concentrados de poder, que tienen un blindaje atroz. Mienten, hacen operaciones, distorsionan la realidad y van contra derechos adquiridos. «