El documental de Nicolás Valentini y Alejandro Haddad revela el encuentro entre Madres de la Plaza de Mayo y mujeres del Kurdistán Turco que también reclaman por sus hijos desaparecidos y asesinados.
“Alejandro era maestro rural, viajante, poeta, escritor; hizo cuatro libros de poesía”, dice contundente Valentini sobre su coequiper Haddad, en un tierno intento por resumir una vida en un párrafo: Haddad fue uno de los que llevó adelante el proyecto pero no lo pudo concluir porque al volver del rodaje le detectaron un cáncer que terminó con vida.
“Dio clases en muchas escuelas rurales del sur, vivió en Santiago Del Estero, allí hizo sus primeros trabajos visuales –agrega Valentini–. En un viaje a México en el que estuvo con los zapatistas, conoció a un kurdo que estaba viajando, Erdal, que es el traductor de la peli. Entablaron amistad y después él viajó a Siria a ver familiares y pasó por el Kurdistán Turco, estuvo con Erdal y se metió más en el tema del conflicto kurdo. Cuando volvió a la Argentina dos años después, hubo un foro sobre la Mesopotamia (árabe) al que fue Nora, y empezó a pensar que podía haber una conexión entre las madres de acá y las de allá; él estaba muy interesado en las mujeres en esas luchas. Al principio quería hacer un documental sobre las mujeres kurdas, pero yo lo convencí de que teníamos que intentar hacer un viaje para allá con Nora, y que la película fuera el viaje y el encuentro.”
Luego de la génesis, convencer a Nora Cortiñas –que encima estaba en su cumpleaños 83–, armar el viaje y el itinerario en un país en conflicto y en cambiante situación geopolítica por la lucha contra el Isis y la guerra en Siria. “Nora no nos conocía mucho, y había que coordinar dónde parar en una zona donde por más que fuera democrática, hay represión y censura. El rodaje fue bastante fluido, fueron doce días donde también compañeros kurdos nos ayudaron bastante para agilizarlo.”
Y una vez allí, lidiar con ideas discordantes de las partes que se juntaban: “Las Madres piden juicio y castigo a los culpables, y las madres kurdas piden paz porque el pueblo kurdo considera que está en guerra con el estado turco; además culturalmente creen en la inmolación (se da el encuentro con una madre que su hija se quemó a lo bonzo), y a Nora tampoco le gustaba el machismo que hay ahí en Kurdistán. Pero esas diferencias iban a mantener un poco la tensión en el documental.” Su resolución es la iniciativa para redactar y firmar juntas una carta para llevar a la sede de las Naciones Unidas en Ankara: el relato del periplo y de los distintos puntos de vista sería el motor del relato.
Sin embargo, desde lo personal, para Valentini lo más difícil vino al regreso: cuando le diagnosticaron cáncer a su compañero Haddad y todo entró en un parate: “Después de su partida había que editar el material, unas 80 horas; lo hice con cierta resistencia por lo que le pasó a Alejandro, y personalmente eso fue lo más difícil.”
Con la película terminada, quedó claro que el objetivo bien había valido la pena: “De algún modo nosotros fuimos a buscar la película. Sabíamos que ese encuentro entre los dos grupos de mujeres iba a suceder, iba a haber intercambio e iba a haber conflictos. Y cómo introducir las peleas de las mujeres por la paz, por ser escuchadas por la prensa, en las escuelas, las peleas de las mujeres por sus propios derechos”.
La película se convirtió en un éxito durante su difusión en distintos países occidentales, pero sobre todo en la misma Turquía, donde el canal kurdo la exhibió en televisión abierta. Claro que hubo consecuencias: luego del intento de golpe de 2016, varios de las personas que se ven el film sufrieron algún tipo de persecución: “En la escena que Nora está en la Agencia de Mujeres la entrevista una periodista que ahora está presa hace casi dos años; Erdal también estuvo preso tres meses; a la traductora de ese día en la Agencia también la echaron de su trabajo, Después de ese intento de golpe se buscó sacarle derechos a diputados kurdos, se canceló la difusión de la película, hubo varias cosas”.
La bella canción que cierra el documental, una versión a capela de un tema del cancionero popular kurdo, es un auténtico canto de esperanza. Pese a que la carta en conjunto a la ONU no prosperó, ni la situación del pueblo kurdo parece haber mejorado, ese final funciona como esas luces que se ven en plena oscuridad: nunca brillan tanto.
Desde el jueves 8 en el cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635. Dirección: Alejandro Haddad y Nicolás Valentini. Filmado en Argentina y el Kurdistán Turco, con Madres de Plaza de Mayo y Madres por la Paz y Madres de los Sábados kurdas en reclamo por sus hijos desaparecidos.
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