La serie de Star+ no sólo exhibe parte de la vida en pareja de la actriz Pamela Anderson y el metalero Tommy Lee. También certifica uno de los hechos que marcó el final de la inocencia de Internet y cómo cada uno de los protagonistas jugó sus cartas.
Lamentablemente los debates que se generaron en su momento sobre la vulneración del derecho a la intimidad resultaron infructuosos y el infame video resultó pionero de un fenómeno que se agudizó con la popularización de las redes sociales: el de espiar y divulgar sin permiso el uso de los placeres carnales de las vidas famosas y luego el de no tan famosas y anónimas. Así, la infame cinta sexual engendró desagradables sucedáneos a nivel global que dejaron como saldo incontables víctimas preferentemente féminas. Basta citar en el plano local la difusión de escenas de las vidas íntimas y conyugales de Florencia Peña, Fátima Florez y Marina Calabró, entre tantas otras.
Para adultos
En ese sentido, Pam & Tommy, la primera miniserie de Disney producida para adultos y con sus tres capítulos inaugurales dirigidos por el prestigioso Craig Gillespie (“Yo, Tonya”), se inscribe en un conjunto de ficciones -tales como el documental Lorena o la serie El caso Mónica Lewinsky– que intentan hacer un ajuste de cuentas televisivo con la misoginia y revisar con lentes más o menos feministas esas situaciones en las cuales las mujeres fueron condenadas socialmente y de las que los varones salieron frecuentemente indemnes cuando no reivindicados. Entre tantos ejemplos no parece casual que el affaire sexual en el Salón Oval de la Casa Blanca haya quedado en la memoria colectiva como el caso Lewinsky y no el escándalo Clinton. Y que el sextape que nos convoca haya exaltado las virtudes de Lee a la par que convertían a Pamela en un objeto sexual sin ambages pasible de todos los comentarios e insultos posibles hijos del prejuicio machista y la mojigatería. Básicamente, mientras Tommy Lee se vanagloriaba de las dimensiones de su miembro, Pamela Anderson era considerada una vulgar prostituta.
Que “Pam & Tommy” pretende hacer justicia poética con Anderson (Lily James) queda claro desde la primera escena que ficcionaliza una ignominiosa entrevista en la cual un periodista machirulo se regodea en el video frente a la evidente incomodidad de la actriz. También cuando se burla del falo- egocentrismo de Lee (Sebastian Stan) en hilarantes escenas donde mantiene charlas con su pene parlante (cuya voz en off es interpretada por el humorista Jason Mantzoucas).
Venganza inesperada
En el mismo sentido va el primer episodio titulado “Taladrando y martillando” que se centra en el personaje de Rand Gauthier (Seth Rogen), el desangelado carpintero que será el artífice de la villanía. Cuenta la historia que Gauthier trabajaba en la remodelación de la mansión de Lee y que, al ser estafado por el baterista opta por robarle como represalia. La venganza tomó ribetes inesperados cuando Rand se apropia azarosamente de la grabación erótica casera de la flamante pareja y resolvió divulgarla.
La decisión del creador y guionista David Siegel de enfocarse en Rand en el debut es arriesgada pero estéticamente impecable en términos de síntesis temática: en la rivalidad entre varones para demostrar quien la tiene más larga la principal damnificada es la mujer. También suele resultar interesante centrarse en esos eternos perdedores con síndrome de don nadie que hartos de ser humillados, un día demuestran que son capaces de inconmensurables prodigios o tragedias. En efecto, con su gesto Gauthier sentó las bases de futuras fortunas e hizo literal los deseos onanistas de gran parte de una generación de televidentes al metamorfosear el porno soft de “Baywatch” en porno explícito sin medir, por supuesto, el daño a los implicados.
Sexo, drogas y rock and roll
El segundo capítulo, “Te amo, Tommy”, se focaliza en la relación amorosa que se volvió paradigmática de los años noventa al unir en glamoroso matrimonio y explosiva cópula el mundo del pop y del rock metalero. Al momento de conocerse en una alocada fiesta de año nuevo, Pamela Anderson era una afamada modelo y la coprotagonista más mentada de la popular serie “Baywatch” y Tommy Lee, baterista y uno de los líderes de la banda de metal Mötley Crüe. La miniserie da cuenta del apasionado encuentro que culminó en súbita boda en las paradisíacas playas de Cancún -vestidos casi como Dios los trajo al mundo no desentonar con tan edénico paisaje- a los tres días de conocerse y tras compartir orgiástico lecho provistos e ingestos de abundantes sustancias químicas.
Lily J ames y Sebastian Stan lucen extraordinarios como la archifamosa pareja por antonomasia del glamour y de los excesos noventeros de todo tipo y el tono de la miniserie resulta tan desmesurado como el mundo interior y exterior de los personajes que retrata. Fiel a ese concepto, la siempre efectiva tríada sexo, droga y rock and roll se materializa en potentes imágenes de una explicitud no apta para pudorosos a la vez que logran un retrato de época lúcido, atractivo, salvaje y sensual. A eso contribuye una poderosa banda sonora -impecable selección musical- y múltiples referencias cinematográficas y televisivas a la cultura pop.
En términos de concepción artística el principal problema de la ficción es cuando se aleja de la elipsis y las metáforas tan bien logradas en el primer episodio y se vuelve demasiado literal en sus intentos de objetividad o de corrección política. Quizás en ese sentido, los dos capítulos menos logrados sean el tercero (“Jane Fonda”) sobre los infructuosos esfuerzos de Gauthier de encontrar una productora pornográfica para difundir la cinta prohibida y el más esperado y necesario: aquel que finalmente le da voz a la verdadera víctima de todo ese lío titulado “Pamela en el País de las Maravillas” (dirigido por Hannah Fidell). Aunque en este último caso, las falencias son redimidas por la convincente interpretación de James.
En definitiva y en conjunto, “Pam & Tommy” resulta una atractiva propuesta que acerca a las nuevas generaciones a una época y al origen del mal del que surgieron problemáticas que no son ajenas al mundo contemporáneo. A su vez, para los no tan jóvenes amerita un análisis de conciencia. Desde aquel lejano 1995 la divulgación de escenas sexuales sin consentimiento se masificó y produjo tantos estragos entre adultos y adolescentes que universalizó una nueva nominación delictiva: sexting. La humanidad no ha progresado demasiado y parafraseando a Neruda (que resultó otro machirulo): nosotros, los de entonces, somos los mismos. O peores versiones de sí mismos.
Pam & Tommy
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