Pablo Ziegler: «Astor te enseñaba a tocar su música y te daba libertad»

Por: Diego Gez

El reconocido pianista que fue parte del último quinteto de Piazzolla durante más de diez años analiza la obra del bandoneonista y su legado.

El paso del tiempo hizo todavía más grande su música, confirma la vigencia de su audacia y el peso de sus convicciones. Astor Pantaleón Piazzolla habría cumplido este jueves cien años (nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921). Desgraciadamente el mítico bandoneonista y compositor ya no está entre nosotros, pero su obra resuena más vigente que nunca y se multiplica en homenajes en todo el mundo.

Piazzolla apostó por un tango que se maridaba con el jazz, la música clásica y diversas expresiones contemporáneas. “El tango es un arte musical que debe evolucionar y no un folklore ridículo para distraer a los turistas”, sostuvo –provocador– alguna vez ante la prensa.

Entre las diversas formaciones que encabezó, se destaca su último quinteto, con el que giró por buena parte del mundo. El pianista de esa formación que se extendió entre 1978 y 1989 fue Pablo Ziegler.

“Hablar de Astor siempre nos lleva a pensar en un músico de carácter popular, pero con una educación musical notable y muchísimo más elevada que sus pares. Ese Piazzolla que hoy recordamos era un tipo que escribía partituras muy bien, pero que empezó queriendo ser pianista y que estudió mucho, aunque luego se decidió por el bandoneón. Tomó clases en Nueva York, cuando su familia emigra de Mar del Plata para allá, y su papá le regala un bandoneón. Ahí nace un ejecutante que llegaría con ese instrumento hasta el final de su vida, pero lo de él fue mucho estudio. Tenemos que acordarnos que fue un tipo que estudió con Nadia Boulanger y con Alberto Ginastera, así que estaba destinado a componer decentemente bien. Astor no sólo lo hizo bien sino que fue un músico trascendente como pocos”, afirma Ziegler desde Nueva York, lugar donde estableció su base de operaciones para seguir llevando su música a todos los continentes hasta el día de hoy.

–Muchos músicos hubiesen dado lo imposible por tocar con Piazzolla. ¿Qué te generó su llamado?

–Fue en 1978 y tiene su historia. En su momento yo era un músico que tenía sus proyectos armados en Buenos Aires, hacía mi música. En ese entonces me llama un tipo como Alberto Cortez para que sea su director musical en España, así que tenía que irme a vivir allá. Lo pensé, era un kilo de guita y acepté. A las dos semanas me llaman y me dicen que Astor venía al país y que me quería para tocar con él. Yo no lo podía creer, no lo esperaba, pero fui a su encuentro porque era un lujo que Piazzolla te eligiese, aunque el dinero no fuese el mismo que me ofrecían desde España.

–¿Dijiste que sí enseguida?

–Primero fui a verlo. Recuerdo que cuando llegué a su encuentro le pregunté por qué me había elegido a mí, que tocaba jazz y no tocaba tango. “Justamente, por eso te llamo”, me dijo (risas). Después toqué algo de tango que él había compuesto y al terminar enseguida me dio como 200 partituras. “Tomá, estudiate esto que ensayamos en 20 días”, me dijo ante mi cara de asombro. ¡Eran como dos ladrillos de alto lo que había que estudiar! Ahí fue cuando le dije sí a Astor y no a España, porque tocar con él es como si te llamase Miles Davis. Fue un honor porque si te llamaba él era lo máximo, lo máximo, y así fue que estuvimos tocando tantos años con un éxito tremendo en lugares donde estaba desde Herbie Hancock para arriba. Eso generaba Astor.

–Muchos dijeron que Astor era de un carácter fuerte. ¿Cómo era con sus músicos?

–Él era un divino, y si te aceptaba, estabas en su grupo y listo. Te enseñaba a tocar su música, te daba libertad, hasta me dejó improvisar. Siempre recuerdo que me dijo: “Improvisá, pero tratá de improvisar en tango, no en jazz”. Eso fue lo que hice, algo que después me ayudó mucho en el futuro. Era un tipo cariñoso con sus músicos, y yo tuve una relación muy linda con él.



–Su éxito fronteras afuera era inmenso, algo que actuaba a la vez como un contraste con lo que sucedía acá, donde recibía críticas.

–Si me habré peleado por su música. Si había diez personas en un asado, cinco lo criticaban mal, así que por supuesto yo los mandaba al carajo. Algunos eran conocidos, así que yo les decía que Astor no era un tipo del pasado. Lo criticaban mal, pero enseguida me daba cuenta que eran sordos. Mucho de eso siguió cuando yo arranqué con mi grupo en el que no había bandoneón, así que tenía miles de peleas con gente que no entendía que se puede hacer tango de mil formas. Hoy en día Astor es uno de los tipos más grabados del mundo, y gracias a él la Argentina figura en ese mundo.

–¿Y cómo reaccionaba él ante las críticas?

–Recuerdo que una vez o varias veces me contó que los taxistas no lo querían llevar cuando se daban cuenta que era él. “¿Así que usted es Astor Piazzolla? Bueno, acá usted no se sube”, le decía el del taxi. Eso era terrible y hasta salían en los diarios los desplantes que le hacían los taxistas (risas). Pero sólo ahora lo recuerdo con algo de humor. Yo creo que él era bocón y enseguida te decía lo que no le gustaba. En Buenos Aires tuvo mucha más fama por bocón que por músico para esa época, sobre todo porque se peleaba con los viejos tangueros, así que nosotros en el quinteto tratábamos de bajarlo porque era muy cabrón. Era de origen italiano, así que lo entiendo muy bien por qué yo soy mitad italiano también (risas).

–Finalmente el tiempo consumió las críticas…

–Sí, tardó pero hizo lo suyo, por supuesto. El tiempo venció tanto que hoy en día todos los músicos de tango de Buenos Aires han virado hacia lo que alguna vez hizo Astor y le aportan lo suyo. Estar con él a mí y creo que a todos los que pasaron por sus consejos nos abrió puertas, nos hizo conocidos. Era por estar con él, sin dudas.

–Hace poco Pipi Piazzolla nos contaba que en el exterior su abuelo es considerado un músico como Mozart o Beethoven. ¿Lo observás de esa manera?

–Eso es exacto y no puedo dejar de coincidir con esa apreciación. Un ejemplo cabal de eso es “Las cuatro estaciones porteñas”, que las ha grabado medio planeta, entre ellos muchos violinistas. Esa música de Astor es una de las pocas del mundo a las que no hay que alterarlas ni hacerle arreglos. ¡Es como si te animás a hacerle arreglos a Bach! Hay música a la que no podés tocarle una nota y hay cosas de Astor que están a ese nivel en el que no hay muchas cosas más. Hoy teniendo en cuenta eso es que medio planeta tocan a Piazzolla de manera clásica. Está bien que así sea.

–¿Mirando hacia atrás y a 100 años de su nacimiento de qué forma lo recordás?

–Con mucho cariño. Tengo recuerdos profesionales y personales que atesoro. Siempre salíamos juntos, especialmente en ciudades grandes a buscar lugares para comer, y ahí más que la comida era la conversación, era estar a su lado porque me aconsejó mucho en esos diez años, aunque ya haber estado tanto junto a él en el quinteto fue una enseñanza increíble. Cuando me contó que el padre no lo dejó ir de gira junto a Gardel, porque no olvidemos que era un chico, menos mal que fue así. Si Nonino, el padre de Astor, lo hubiera permitido, el mundo no hubiese conocido a un verdadero genio de la música.

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