Con todo el espíritu de las películas de Clase B, Miedo profundo cuenta la historia del personaje de Blake Lively (una chica Gossip Girl), que se atreve a ir a una playa tan paradisíaca como solitaria en la que su madre ambientó muchos de las historias infantiles que la hicieron feliz. Llegó ahí porque un día descubrió que la playa efectivamente existía y se prometió alguna vez conocerla y surfear en sus espléndidas aguas.
Pero, allí habita uno de esos tantos tiburones que desde la maestría de Steven Spielberg Hollywood convirtió en seres de una inteligencia prodigiosa para el cruel asesinato del humano que husmeara en sus aguas.
Y lo que parecía ser una bufonada involuntaria, de a poco se convierte en un atractivo film de género, donde todo lo que se espera que salga mal u obstaculice la resolución del conflicto, sucederá, y todo lo que se supone que la protagonista debe aprender para superar el momento, lo aprenderá; todo va por el carril que lleva al enfrentamiento frontal entre la bestia y la dama que, por el bien del film y la humanidad, no está vista con la lente machista, sino con una de igualdad de género, en la que todo lo que ella consigue lo consigue por mérito propio.
El final es bastante adivinable, pero no por eso vulgar y menos apreciable. Un divertimento hecho y derecho que hace de la convención, virtud.
Miedo profundo (The Shallows. Estados Unidos, 2016). Dirección. Jaume Collet-Serra. Con: Blake Lively, Oscar Jaenada, Angelo Josue Lozano Corzo, José Manuel Trujillo Salas y Brett Cullen. Guión: Anthony Jaswinski. 86 min. Apta para mayores de 13 años.