El momento más difícil de la pandemia impuso un parate difícil para casi toda la sociedad. Pero, al mismo tiempo,  algunos artistas encontraron oportunidades para pensar y comenzar a generar nuevos proyectos. Allá por el 2020 Luciano Cáceres se sumó a una vieja idea de Eduardo Pinto que renació, convocó a algunos amigos de la industria  y en cuanto se abrió la chance salieron a filmar. El resultado es El desarmadero, una película de terror (que también es un drama) con una mirada social. Una trama oscura, con influencias de directores de los años ’80 como John Carpenter y David Cronenberg, que estrena este jueves.

“Con los hermanos Pinto trabajamos hace tiempo juntos. Y las ganas nos pusieron a buscar qué hacer. Queríamos hablar  de los accidentes de tránsito, de los autos como elementos de consumo y estatus, de las diferencias sociales y en este proyecto pudimos condensar todo eso. Además, nos encontramos con una locación prestada, y el apoyo de un municipio, el de General Rodríguez, así que teníamos todo y lo hicimos en tiempo record”, comenta Cáceres, que encarna a un artista plástico que después de un hecho traumático se refugia en un desarmadero de autos chocados, donde deberá vigilar el predio. Pero lo acecharán la soledad y la locura, provocada por el dolor de las ausencias.

El film pasó por el 36º Festival internacional de cine de Mar del Plata y Buenos Aires Rojo Sangre, entre otros. “Es una película hecha a pulmón –destaca Cáceres–. En cinco días armamos todo y nos pusimos a  filmar. Todo era perfecto y somos un grupo que trabaja por amor al proceso creativo”.

Sobre su personaje, el actor revela que fue difícil componerlo y que para lograrlo de la mejor manera le resultó necesario transitar un proceso intenso: “La psiquiatría es algo  que me atrae desde siempre. Me apasiona abordar el dolor humano en sus diferentes expresiones. Pero hay situaciones que puede vivir una persona que generan un dolor interno que no tiene cura. Hay una frase que digo en esta peli que me encanta: ‘No estoy loco, estoy solo.’ Todos tenemos pérdidas. Esta peli es de género, pero también muy emotiva y cercana. Y habla lateralmente de los marginados y cómo quedás afuera de un sistema que expulsa a muchos. Eso también se ve en pantalla”, señala el actor.

“Trabajamos jornadas intensas de muchas horas –destaca–. Este tipo de producciones requieren que no solo pensés en el rol, sino en todo. Pero me di mi tiempo para entender el proceso interno de este tipo que pierde el eje y termina buscando una salida a eso.” 

“El cine tiene que entretener, movilizar, pero el imaginario de una buena película también debería ponernos a pensar, sobre la salud mental, los accidentes, la supervivencia y demás focos que hay en esta película. En esta historia no hay buenos ni malos, hay matices, cada personaje tiene sus detalles. Es una historia que te pega una piña, pero también te muestra la fuerza de los vínculos. Es una película humana. Tiene efectos, pero terminás llorando. Eso queríamos y creo que lo logramos”, reflexiona.

Cáceres se caracteriza por su búsqueda artística por fuera de los circuitos comerciales: “Hacer tele o teatro comercial no va en contra de tener un espacio de experimentación. Este tipo de películas te dejan recorrer caminos diferentes, demostrar que podés hacer otras cosas y pasarla bien. A mí me gusta, me hace sentir pleno meterme en proyectos o rodajes donde sentís la sensación de estar en un equipo. Te ponés la camiseta y no lo hacés por el mango, ni por la fama, ni nada: estás ahí porque querés. El deseo es fundamental y no tiene precio. Más allá de los resultados es una experiencia que uno quiere vivir”.

La hija de Luciano, Amalia, la niña que tuvo junto con la actriz Gloria Carrá, trabaja también en la película. “Fue una linda experiencia compartir con ella –afirma–. Le gusta más la danza, pero tiene totalmente naturalizado el oficio por acompañarnos. Aceptó el papel y lo tomo con responsabilidad. Aportó ideas y todo. Se acopló sin problemas, pero dejemos que ella vea qué quiere hacer. La acompañaremos en cualquier camino que decida”.

El actor está por irse a Israel a filmar una película bajo las órdenes de Rodrigo Fernández Engler: La noche que luché contra Dios, inspirada en el atentado a la AMIA. “Filmamos en Córdoba y ahora nos vamos a terminarla allá. Tuve que aprender a pronunciar hebreo antiguo y todo.  Es interesante porque además contar lo doloroso de aquello que nos tocó sufrir de cerca, es apasionante aprender la cultura  del pueblo judío. Son esas lindas oportunidades que te da la profesión”, confiesa. Además hará de boxeador ciego en el debut en cine del dramaturgo Gonzalo de María, el cual se comenzará a filmar en breve. “Por eso me parece muy importante recordar el valor de fomentar las industrias culturales: porque construyen identidad, porque hablan de nosotros y, por otro lado,  generan muchísimo trabajo. En cada proyecto cientos de familias comen. Y hasta por el reconocimiento internacional que despiertan las películas pueden generar divisas. Desde todo punto son beneficiosas. No hablamos de subsidios, reclamamos alientos para hacer algo que vale la pena, para contar nuestras historias y desarrollar talentos para no depender de las plataformas y las grandes productoras. Hay que apoyar, ¿cómo no hacerlo? Ojalá que lo vean aquellos pueden colaborar a que todo mejore.” «


El desarmadero
Escrita y dirigida por Eduardo Pinto. Con Luciano Cáceres, Diego Cremonesi, Malena Sánchez, Fernando Pérez y Brian Maya. Estreno: 6 de octubre. En cines.