El próximo 28 de noviembre a las 19 el mundo podrá conocer o volver a disfrutar de un ambicioso proyecto: Descubriendo a Joni Mitchell. Quien la descubre es Laura Ros, y según se pudo apreciar en varios avances, el descubrimiento está a la altura de la figura descubierta. “A diferencia de otros cantautores y cantautoras ella tiene la combinación que creo que no se dio antes ni después: una complejidad y una profundidad en las letras combinada con la complejidad armónica y melódica”, arranca Ros verborrágica. Quien la conozca puede pensar que ella es así sin necesidad de Mitchell. Pero eso no obsta que la gran artista canadiense le genere un torrente de ansiosos vocablos en busca de la precisión que pueda definir eso que generan las emociones indefinibles, las que tocan atávicamente lo que siquiera por sospecha se supo que se podía sentir.
“Por el otro la libertad -intenta redondear los motivos que la llevaron a meterse con Joni Mitchell-. A la hora de componer, esa cosa que con los años fue desarrollando, más de escuchar influencias que poco y nada tienen que ver con el folk, pero a la vez atravesada por eso. Entonces vos escuchás melodías de canciones que por ahí si uno lo piensa es pop, pero si te ponés a ver la melodía (y la tararea) tiene como unos movimientos melódicos que evidentemente vienen de una cabeza que está atravesada por un montón de otras cosas. Y a mí me fascina, me conmueve muchísimo cada vez que me pongo a sacar un tema, que no es lo mismo escuchar que escuchar para tocar; conectás de otra manera. Lo mismo con las letras. Cada vez que escucho un tema suyo flasheo por la riqueza musical y la belleza de las letras. A medida que las voy cantando, apropiándome, porque uno para interpretar se tiene que apropiar de las cosas, si no es como que estás medio separado de lo que decís.”
No, su monólogo no se cortó. Pero quien escuchó y transcribe está en condiciones de asegurar que lo que dice llega y se aprecia mejor si se lo separa. “Es como que siento que estoy viviendo eso y no existirían mejores palabras para describirlo. Como autora y compositora que soy, siento que es como una especie de (valen las mayúsculas) Faro total, y que a mí me está brindando unas herramientas para crecer como música: estoy tocando al máximo de mis posibilidades en guitarra, y todo el tiempo dando un poco más, aprendiendo y volviendo al nuevo máximo, levantando el techo todo el tiempo.”
En un tiempo, nadie que hiciera o escuchase música podía decir que tal cosa hacía si no había escuchado a Joni Mitchell. El tiempo separó a las masas de Mitchell, antes que al revés: sus búsquedas siguieron siendo igual amplias y, para unos cuantos, demasiado sofisticadas. Ros rescata más aspectos. “En mi caso yo pegué un volantazo tremendo al hacer este homenaje, digamos. De venir de hacer canciones atravesadas por el rock, por el folklore, qué sé yo, a hacer temas de Joni Mitchell. La gente que no me conoce dice: ¿qué le pasó a esta? Porque yo soy así, mientras sacaba discos tocaba bajo en una banda, la batería en otra de punk rock en el Teatro Pueyrredón. Y en parte me sentía muy reflejada por Joni Mitchell a nivel personal, en esa cosa de hacer lo que querés. Si yo no tengo una compañía presionándome para hacerme millonaria puedo hacer lo que quiera: es “la libertad de la pobreza”. Esas presiones podés elegir ponértelas porque querés determinado camino y querés que la gente se suba a tu camino y hacés todo lo que mucha gente hace y muy pocos lo logran. A mí me interesa más disfrutar de lo que hago.” Un interés -por definirlo en sus términos- que la maternidad llevó a nuevos límites. “Cuando quedé embarazada estaba presentando mi último disco, Atar (2016), que es un disco que le fue muy bien, muy buenas críticas, premios; un disco independiente que de pedo lo anoté para Capif. La verdad es que en ese momento dije: me parece que va a ser el último por mucho tiempo, porque no estaba conectada y no tenía ganas de tocar. Dije: ¿para qué hago esto? Porque la verdad es que sí, vivo de mi música pero tampoco la pavada. Podía probar otras cosas, seguir dando mis clases. No siento que se me juegue ahí el amor propio respecto de lo que hago. En muchos casos entiendo que sí es muy difícil separar una cosa de la otra. Son tan pocos los que pueden vivir de esto, que mejor estar feliz con lo que uno hace. Ahora este es mi proyecto principal, porque estoy en pleno descubrimiento y lo estoy gozando muchísimo. En el momento que sienta que no lo estoy gozando haré otra cosa. Y para mí eso también es un aprendizaje. Joni Mitchell fue perdiendo público, pero siempre siguió el camino de su deseo artístico. Y me parece que eso está bueno. Son decisiones de vida y voy más por ese lado; siempre voy más por ese lado, está claro. Menos compromiso y más felicidad”, completa con una carcajada.
Las últimas palabras de esta entrevista Ros se las dedica a su compañero y padre de su hija Violeta, Federico Gil Solá, y a Alito Spina. “Fede es una parte importante el motor de este proyecto, es como el empujador. Cuando empecé a transitar la obra para interpretarla me empezó a pasar discos y libros, es muy importante en este proyecto más allá de tocar la batería acá. Alito, bueno, es un bajista impresionante. Musicalmente me armé de un grupo de gente que realmente puede bancar un proyecto de estas características, porque no es nada fácil tocar estos temas. Alito me dijo que para él era una deuda pendiente tocar a Joni Mitchell, y hacerlo conmigo era un sueño. Es muy complejo. Y para tocar con una libertad que en un proyecto de rock no podés.”