La fantasía de poder volver a vivir momentos cruciales de la vida es un sueño que probablemente abarque a la humanidad completa. Alguien que en este momento se escapa a la memoria, incluso la que pudiera llevar a intentar un rastreo en Internet, dijo que la especie inventó el arte sólo para poder concretar, con las limitaciones del caso, esa fantasía. “La idea era que todo sucediera en la playa, que no hubiera zonas de ciudad salvo las costeras”, explica Adrián Biniez, director de “Las Olas”, sobre por qué su protagonista (Alfonso Tort: 25 watts, Whisky, El 5 de Talleres, entre otras) es el único personaje que está siempre con un traje de baño y anda así por todos lados. “Es cierto que el resto de los personajes tienen una remera o algo, como pasa con cualquiera que está de vacaciones. Pero en él queríamos mostrar la época a través de la bermuda y que vive una situación especial en cada situación en la que aparece.”
Es que Biniez –residente en Uruguay desde hace 15 años– consigue que Alfonso (Tort) sea un verdadero personaje de sueño: no uno de esos que aparecen como tales de imprevisto, ni de visita para ser agasajado, sino como alguien que vuelve a un lugar mientras todos continúan su vida. Esa extrañeza que produce la película –no marcada, menos subrayada, sino con ese tono etéreo que suelen tener los sueños– guiada permanentemente por la mirada de Alfonso, es su punto sobresaliente. No es que Alfonso los mira, más bien es un acto de presencia en lugares que si bien resultaron hitos en su vida, aún no logra comprender del todo. Incluso aparece en escenas de su infancia con el cuerpo ya de adulto.
“Lo que más me motivó fue salir del registro realista –dice sobre qué lo llevó a cambiar radicalmente respecto a Gigante y El 5 de Talleres, sus películas anteriores–. Era lo único que tenía claro. Y también que fuera todo o casi todo al aire libre.” Pocas cosas pero bien claras, la mayoría de las veces llevan a mejor puerto que varias pero tenues. Así pareció entenderlo su memoria, que en medio de esas claridades, le hizo acordar de “un Word viejo que había escrito pero no sabía dónde estaba”. Sí sabía que se trataba de algo de las playas, y fue ahí, tras esa palabra clave, que volvió a leer esos apuntes, que a su vez lo terminaron de decidir que ese “al aire libre” fuera la playa. “Ahí había ideas escritas con estructura episódica, con mucho de absurdo y un pibe que se tiraba al agua y aparecía en otro lugar”, que en definitiva es como empieza la película.
“Me atraía –y me divirtió– mucho trabajar con el fantástico y el absurdo, que fuera cero naturalista. Y la experiencia de filmar todo a luz natural también fue muy buena. Todas las escenas están filmadas de día, incluso las de noche: ahí le hicimos noche americana. Incluso en los interiores tenían algún rebote, nada más; algún foco, pero no luz. En parte fue una cosa económica, teníamos un equipo de rodaje muy chico.”
La película tuvo su estreno internacional en el último Festival de San Sebastián, en septiembre pasado, y luego anduvo por “Chicago, Río, Lima y la respuesta fue positiva”. Para Biniez, que “no haya respuesta unánime, que a una gente le guste y a otra nada”, le gusta mucho: “con eso también se aprende a convivir. Y hace tres semanas se estrenó en Montevideo y el boca a boca está funcionando muy bien”. Y después, sin emular a nadie, dice que pasan cosas, como que varios se fijen en la gran cantidad de escenas con pies que tiene la película. “Me preguntaron un par de veces si tenía una obsesión los pies, porque había muchos pies. Y la verdad que ni me había dado cuenta; ni siquiera en el montaje”, ríe.
Ahora, mientras en su cabeza sigue armando la idea de un thriller “que transcurre entero en Colonia (Uruguay)”, se apresta a la entrega final de una serie para la Televisión Nacional Uruguay (TNU). “Todos detrás de momo, se llama. Es como un policial detrás del carnaval uruguayo. A la edición final le estoy dedicando casi todo el tiempo, ya que tiene que estar lista en un mes, después el momento de difusión es algo que depende de la televisión pública.”
Biniez sabe que no es el mejor momento para hacer cine, ya que la financiación, desde que el Incaa cambió las reglas de juego desde hace dos años, es más que complicada. Sin embargo, para este oriundo de Remedios de Escalada, hijo de una familia obrera, filmar sigue siendo la misma ensoñación que desde el inicio. “Jamás pensé que iba a llegar a dirigir una película, y ya voy por la tercera; me sigue sorprendiendo filmar. Es una fascinación. Y por otro lado hoy, si tengo que salir a filmar con un celular, lo hago. Esto es lo que me pone. Sé que el cine es un arte muy atravesado por lo económico, pero yo estoy re cabeza con el cine.”