Hacia el final de la dictadura, Charly García se preguntaba: «Por qué tenemos que ir tan lejos para estar acá» («Plateado sobre plateado», Clics modernos). En el inicio de otro tiempo histórico (que parece cerrar el ciclo que Charly abría formulando aquella pregunta), la dramaturga, teatrista y abogada Ana Laura Suárez Cassino se propuso trabajar desde el teatro una hipótesis que la rondaba: «el argentino siempre quiere estar en otro lado» al que está, pertenece, vive como tiempo histórico. Esa es la génesis de su obra El argentino perfecto, que se presenta los sábados en Vera Vera Teatro.
«Y me empecé a preguntar cómo es estar en un lugar y trasladarse a otro; de dónde salís y hacia dónde vas; cómo era dónde vivías y adónde esperabas llegar –continúa su explicación Suárez Cassino–. Ahí ya tenés un montón de variables traducibles a la escena: tiempo, espacio, vestuario, un cuerpo, una manera de estar en el escenario. La idea es que todas esas respuestas se terminen articulando en un sistema. En un universo que pueda tener cierta coherencia».
Claro que, como sucede en la academia, cualquier hipótesis puede ser refutada. «Yo les presento el trabajo a mis actores y de ahí empezamos a trabajar. Al principio sobre textos de Eva Perón, pero no le encontrábamos la vuelta. Quería encontrar la teatralidad en los libros Mi mensaje y La razón de mi vida. En el medio sale esto, que Evita también quería ser otra cosa. Y el peronismo permitió que suceda esa otra cosa y a partir de eso surgió esta nueva hipótesis», detalla Suárez Cassino. Pero como buena investigadora, no intenta forzar la hechos: «A mí me gusta trabajar con lo que llamo la trenza: les propongo algo a los actores, ellos me devuelven en relación a eso, les vuelvo a devolver y vamos construyendo en trenza, en devolución continua. No sé lo que el actor me va a dar con lo que le propongo, y eso es lo que más me interesa».
Suárez Cassino tomó el ciclo histórico del primer peronismo entre otras cosas porque es precisamente allí donde la idea de querer estar en otro lugar puede confundirse con la del progreso social. «Obvio que queremos estar mejor –señala la directora y guionista–. Pero esto no tiene que ver con no aceptar quiénes somos de base, como un desprecio hacia nosotros mismos. ¿Viste que uno entra a un lugar y de repente tiene la costumbre de mirara hacia los costados? Una de las razones por la que eso nos pasa es porque el inmigrante no quería desentonar al entrar a un lugar, entonces miraba. No había una idea de: soy inmigrante y soy lo que soy. La idea de ser rubias: no, no somos rubias, somos morochas, o trigueñas: ¿qué hacemos con esto? Es como que estamos pensando que somos otra cosa que lo que somos. Y eso es un obstáculo precisamente para ese progreso o para poder encarar otro tipo de cosas. Me parece que es parte de nuestra idiosincrasia. En la obra lo que planteo es que en el peronismo no te decían mañana vas a estar mejor, sino que la tierra prometida era real. Esa es otra de las hipótesis que utilicé en la obra. Y la pregunta siguiente es: con eso qué hicimos». «
El argentino perfecto. Sábados a las 20, Vera Vera Teatro (Vera 108).