Para las y los fanáticos de la saga de George R. R. Martín –que se cuentan por millones en el mundo– una espera casi tan larga como la Edad Media que evoca la ficción anhelada llegó a su fin. En efecto, desde 2019 que no se escuchaba la potente banda sonora que daba comienzo y servía de marco a los momentos más épicos de Game of Thronres (Juego de Tronos) –probablemente el mayor suceso de streaming de la última década– y hace exactamente el mismo tiempo que fantaseaban con la continuación. El ansiado spin-off es La Casa del Dragón –basada en el libro Fuego y sangre de Martin–, una precuela que se retrotrae a 172 años antes de la muerte del «Rey Loco» Aerys II y del nacimiento de Daenerys (Emilia Clarke), heroína de la serie original.
El relevo de Juego de Tronos se centra en los antepasados de Daeneyrs: la renombrada, mítica y tenebrosa familia Targaryen que conquistó Poniente y gobernó sobre los Siete Reinos. Y su punto de partida es la poderosa y próspera monarquía de Viserys I Targaryen (interpretado muy convincentemente por Paddy Considine), un rey bastante bueno, pero que padece algunos de los peores pecados en que puede incurrir quien detenta el poder: inocencia, emocionalidad e impulsividad. La tensión esta puesta en la lucha por la sucesión monacal. Los principales aspirantes al Trono de Hierro son su hija primogénita Rhaenyra (Milly Alcock en su adolescencia y juventud, Emma D’Arcy en su adultez) y su hermano Daemon (Matt Smith). En torno a este triángulo protagónico presentado con genialidad en el episodio piloto gira la trama.
Mientras que Rhaenyra se erige como la heroína que lleva en su sangre el esplendor de la Casa Targaryen y quiere convertirse en la primera regina mujer, a Daemon le corresponderá el papel de bravucón malvado y el lado oscuro que precisa toda ficción. Así tenemos al personaje para amar y para odiar. Pero, como nos tenía acostumbrado Juego de Tronos particularmente en La casa del Dragón hay matices y claroscuros en la construcción de los caracteres que producirán sentimientos oscilantes de adhesión y agresión en los espectadores. Sentimientos a los que no parecen ajenos protagonista y antagonista cuya tensión sexual –magistralmente manejada con bellas imágenes y metáforas– concluirá inevitablemente en el incesto dando lugar a algunas de esas sensuales escenas de sexo que son marca registrada de esta mezcla de culebrón y ciencia ficción medieval.
Pero no solamente Rhaenyra y Daemon quieren sentarse en el sillón de Viserys. También están, entre otros, la prima Rhanys (Eve Best), la «Reina que nunca fue» antaño relegada de la corona por no ser varón. Porque sin dudas, uno de los tópicos de la nueva ficción se centra en las violencias de género que impiden u obstaculizan la llegada de las mujeres al poder político. Otros personajes principales son Ser Otto Hightower (Rhys Ifans), mano del rey y fiel consejero, y su hija, la oscilante Alicent Hightower, (Emily Carey cuando joven y Olivia Cooke cuando adulta), ambigua amiga de Rhaenyra.
Y, por supuesto, no falta el toque mágico de los dragones. Así, desde una de las primeras secuencias, la princesa Rhaenyra da cuenta de que es el personaje principal sobrevolando gloriosamente los cielos de Desembarco del Rey a lomos de su dragón Syrax. Mientras que el «príncipe canalla» Daemon, hermano menor de Viserys y a la postre tío de Rhaenyra, libra sus guerras y sueña con el poder real montado en su dragón rojo Caraxes. Y se promete la aparición de más de casi dos decenas de estos animales fabulosos.
Teniendo la responsabilidad de dar continuidad a un monumento colosal de la cultura popular como Juego de Tronos, las comparaciones –siempre tan odiosas– son inevitables. Las continuidades radican en llevar al paroxismo ingredientes que resultaron exitosos en el pasado: espectacular fotografía, muchos asesinatos y muertes con sangre nivel gore (puñaladas, decapitaciones, mutilaciones), desnudos y cópulas locas.
Una de las principales diferencias es la menor cantidad de personajes y una cierta unidad de lugar que la aleja de la veintena de caracteres centrales y las ramificadas locaciones de la serie madre. Al reducirse el conflicto principal a la sucesión del Trono de Hierro hay una menor dosis de acción y un mayor hincapié en el drama familiar y las ambiciones, pasiones e intrigas políticas que remiten al tono oscuro, dramático y de ingeniosos diálogos hicieron comparable a Juego de Tronos a un drama shakesperiano aggiornado a las aceleradas formas narrativas del siglo XXI. En este último sentido, cada capítulo avanza trepidantemente en el tiempo y promediando la temporada –en el capítulo seis– obliga al cambio de reparto. Esos saltos temporales que a veces van en detrimento de la potencialidad de la ficción obedecen a una aparente necesidad de llegar al clímax que constituirá la célebre guerra civil Targaryen conocida como La Danza de los Dragones.
Como nota de color, el espectacular lanzamiento de la serie contó con la presencia de Mirtha Legrand quien si bien se peleó con Gerardo Sofovich cuando él la llamó en su programa «joven dinosauria» parece admitir en la publicidad que pertenece a la estirpe Targaryen y a la época de los dragones. «
¿Cuándo?
La casa del dragón se estrena hoy a las 22 por HBO. Luego estará disponible en HBO Max.