Humberto Tortonese: «Nunca pensé que me iban a pagar por actuar»

Por: Nicolás Peralta

Construyó una singular carrera que lo llevó de los desbordes del Parakultural a las grandes producciones del San Martín. En el medio siempre intenta disfrutar la vida y eludir las imposiciones ajenas.

Es un actor reconocido y reconocible. Tiene una energía y una gracia natural que son su marca registrada. Humberto Tortonese estudió actuación con Lito Cruz y Augusto Fernández. Fue parte del recordado Parakultural junto a Batato Barea y Alejandro Urdapilleta en los ajetreados ’80. Ese éxito fuera del circuito comercial le abrió puertas para sumarse al elenco del programa televisivo de Antonio Gasalla, entre 1990 y 1993.

Con su amiga Elizabeth Vernaci hizo radio desde el 2001 hasta que este año dejó todo para volver al teatro, luego de dos años de pandemia. Hoy brilla en Vassa (jueves a domingo en el teatro Regio) y tiene su propio centro cultural llamado Loro Negro, al lado de su casa, en el Barrio de Colegiales.

–¿Podrías haberte dedicado a otra cosa?

–No creo. Desde chico tuve ganas de ser actor.

–¿Cómo fue darse cuenta que era tu camino?

–Para hacer teatro tenés que tomarte la vida de una forma más loca. Y a mí me gustaba eso. Al terminar la secundaria no sabía bien qué quería en mi vida, sólo hacía lo que me nacía.

–¿Probaste algo por fuera de lo teatral?

–Me acuerdo que me puse a pintar. Me gustaba, pero sabía que mi vida no iba a ir por ese lado. Me gustaba lo creativo, pero no sabía bien por dónde ir. Pero me lo tomaba con calma, era joven y no me preocupaba

–¿Cuándo empezaste a estudiar teatro?

–En esa época. Terminé el colegio y me mandé.

–¿Cómo recordás las primeras sensaciones de aquellas experiencias?

–Sentí algo muy fuerte. También me dio miedo que me fuera mal, pero no me achiqué, seguí.

–¿Cuál fue tu primera obra?

–La primera vez que actué fue porque unos amigos me llamaron para hacer Romeo y Julieta para chicos. Eso fue lo primero que hice y de ahí en más se me fue dando todo sin buscar nada específico.

–¿Nunca temiste a las dificultades del trabajo de actor?

–Creo que la dificultad se la pone uno mismo, como en todo.

–¿Cómo es eso?

–Lo importante es hacer. La vida es un cúmulo de problemas, siempre hay quilombos, así que si te ponés a ver eso no hacés nada. Nunca pensé que me iban a pagar por actuar. Todo se fue dando y seguí porque me gustaba. Toda la vida trabajé de manera independiente. Cuando no tenía un mango, salíamos con lo que podíamos. No tengo la desesperación de trabajar. Me adapto a lo que va saliendo y lo que puedo generar en ese espacio. Esta carrera es equivocarte hasta encontrar algo que te guste.

–¿La cuestión es encontrar siempre el humor?

–Trato de mirar siempre las cosas de manera distinta. Te podes reír hasta de dramas terribles. Siempre hay detalles  ridículos hasta en las cosas más espantosas. El humor está en todos lados. La vida tiene de todo y la risa te da libertad. Pasa por cómo uno elige tomarse las cosas, creo.

–¿Cómo es tu relación con el público?

–Me quieren mucho, y no le tengo miedo, porque sé que si viene a verme, está bien predispuesto. Generosamente va a verte y a disfrutarte.  Por eso le das lo mejor, o lo intentás.

–¿El Parakultural fue determinante en tu formación?

–Sin dudas. El Parakultural me permitió hacer desde la primera hasta la última locura que propuse. Y eso me ayudó a siempre animarme a más. Yo sentía que se podía hacer cualquier cosa con ellos, lo que sea. Laburábamos sin ensayar, sin dudar, como salía. Tenía dos vestiditos, una tela, una mesita y un vodka: con eso armábamos una obra. Con gente talentosa, todo encaja. Cuando empecé era imposible que mi estilo guste, por suerte las cosas fueron cambiando y encontré mi lugar.

–¿Recordás lo primero que hicieron?

–Me parece que fueron Rimas y leyendas, de Bécquer. Era todo loco y muy fantástico. Sin darme cuenta creé un hábito de trabajo que me permitió adaptarme a todo lo que se me cruzó después. Me acuerdo que gritaba desde unas escaleras detrás de un telón negro, del que sólo asomaba la cara, como una cabeza flotante.

–¿Nunca quisiste ser futbolista, por ejemplo?

–No, jugaba muy mal. Mis primos eran fanáticos y sólo me decían de ir a jugar, si no había otra opción. Pero no era lo mío, está claro. En realidad, nunca hice ningún deporte. Me gustaba natación, pero nunca fui fanático. Jamás competí ni nada de eso. Es que si algo me cuesta o no me interesa mucho, ya está.

–¿Cómo ya está? ¿Te das por vencido?

–Lo que no me sale, no me atrae. Dejo que disfrute el otro, yo a lo mío y a la mierda. Como hacer un asado: que lo haga el que le gusta y lo hace bien, yo te hago la picada a lo sumo, te pongo la mesa y sirvo el vino.

–Buena metáfora gastronómica. ¿Te gusta la cocina?

–Sí. Hago buenos guisos, el pastel de papa me sale bárbaro, cosas caseras y fáciles, sin mucha elaboración.

–¿Es un mito que las drogas y el alcohol sirven para fomentar la creatividad?

–Al contrario, por eso se ha experimentado tanto. El chupi te desinhibe, entonces pensás que podés hacer todo. Pero no es tan así. Yo le daba duro al escabio, me olvidaba la letra y no me importaba, le daba para adelante. Pero con los años fui bajando, antes chupaba como loco y ahora mucho más tranqui. Las drogas igual: te hacen volar, pero no tenés que irte al carajo.

–¿Hay que encontrar el equilibrio?

–Es así, si vos estas bien, te pegan bien. Si estás mal, vas a la oscuridad. Creo que cada uno tiene que hacer su camino por las sustancias y encontrar el placer o lo que te funciona y cómo. Es un viaje muy personal ese.

–Hablando de viajes, con Marley y la Negra viajaron bastante. ¿Cuál fue tu lugar predilecto?

–Fue bárbaro viajar para la tele, porque es trabajo y placer. Pero la ciudad que más me encantó es una a la que fui por mi cuenta: Edimburgo, Escocia.

–¿Qué te gustó?

–Era una de esas ciudades que pensaba que no iba a ir nunca. Media gris, algo apagada. Pero me pareció un lugar increíble: es una ciudad dinámica, muy activa, tiene lugares preciosos. La verdad nos reímos mucho, fue muy bizarro ese viaje. Ellos son bravos, chupan muchísimo, y eso trae situaciones graciosas. Son grandotes, medio brutos, están en polleras y abajo andan en culo. Muy divertido.

–¿Volverías?

–Quizás sí, pero también es lindo recordar. Veremos si se da en el futuro.

–¿Cómo manejás la ansiedad por lo que vendrá?

–Con la edad me pasa algo: me pregunto cómo será, si todo va a ser peor… Pero creo que uno tiene que ir adaptándose, hago eso. Vas encontrando la forma de hacer las cosas, según vas pudiendo. No vale la pena lamentarse por lo que no podés. Me gusta la tranquilidad y es inevitable pensar qué pasará, pero hay que tratar de disfrutar. Nunca sabés qué te va tocar en tu camino.

–¿Pensaste en ser padre alguna vez?

–Me encantaría, pero es una responsabilidad tan grande. Yo me llevo bien con los chicos, me divierte, pero cuando no son míos. Uno piensa en lo que hubiese sido criar un hijo… Pero la verdad que tenés que entregar parte de tu vida a eso, porque no es solo jugar, y no sé si estoy dispuesto. «

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