La nueva película de Goyo Anchou despliega grandes dosis de irreverencia y audacia para crear una experiencia cinematográfica singular.
“Para mí la segunda parte no se puede entender sin la primera, pero la primera puede ser leída tranquilamente sin la segunda.” Ambas son bastante dislocadas y traviesas, pero la segunda puede decirse que es más convencional, en el sentido de que sus novedades formales no son tantas. En cambio en la primera se yuxtaponen planos en una pantalla estallada de pantallas más pequeñas, que cuentan historias en paralelo, dando forma a una narración novedosa que no es experimento, sino una forma más del multiverso, en la que se privilegia el ingenio al efecto especial tecnológico. “Con todas esas pantallas no sabes bien a dónde mirar, es un poco estar jugando con la falta de concentración del espectador todo el tiempo, y porque si no se aburre.”
Esos mundos paralelos que se cuentan “es un poco como se lee hoy el mundo real: estamos todos con nuestro trip en el bocho, con todos nuestros universos, es la forma de estructurar la realidad que está teniendo muchísimo muchísima gente en este momento”. Y eso, en una película que habla del deseo y su insatisfacción, permite mostrarlo desde un lugar que interpela al espectador como lo hace el multiverso, sin límites. “Ese es un problema que tiene a veces la estructura psicológica de la gente que solo ha tenido experiencias heterosexuales, les resulta muy difícil pensar la variedad de multiversos de la sexualidad que es infinita. Cuando empezás a tener ojos para verla no la podés abarcar. Y todo eso está hecho con bastante sentido del humor.” Sin dudas: el deseo y la búsqueda suele ser igual de gracioso que de dramático.
Para Anchou el mayor miedo es que su película aburra. “Sé que mis películas son raras, pero lo que trato de trabajar, sobre todo cuando hago ficción, es que siempre estén pasando cosas por más que te las pierdas; tengo un miedo al vacío, incluso al vacío compositivo: no me gusta dejar ni el tiempo ni la imagen vacía, siempre tiene que haber algo que te llame la atención.”
Alguien dirá por eso -entre otras cosas- que ¡Homofobia! es cine experimental. Pero en todo caso si lo es, lo es en dos siglos: la primera parte claramente es del siglo XXI, la segunda podría estar en cualquiera de las películas así catalogadas durante el siglo XX. “Ahora son películas muy raras, pero hace 40, 50 años, no. Creo que pasó algo en el campo de los lenguajes cinematográficos que hizo que se homogeneizara mucho más la producción. La primera parte, muy pensada en función de los multiversos y el scrolleo la terminé de hacer en septiembre del año pasado. Y la segunda es intentar explicar lo que fue pasando, subrayar el por qué de esta película en una situación ya tan distópica: yo tenía una comedia muy liviana que en realidad era muy poco política en relación a mis películas anteriores y de repente la tenía que presentar en una situación política, del país y generacional completamente diferente. Empezar a darme cuenta de que la película la tenía que presentar en esa situación política es lo que me llevó a explicar el proceso de gestación de este lenguaje y de la necesidad de hacer estos lenguajes disidentes en las circunstancias distópicas que estábamos por atravesar.”
En ese mundo que ya es actual, en el que “o se trabaja con las plataformas o se hace películas con una pelotita de barro”, Anchou ya tuvo su primera distópica experiencia cuando ante una presentación en un Centro Cultural dependiente del Poder Ejecutivo le advirtieron que no podía hacer referencias a temas LGBTQ+ o hablar de la dictadura. “No volví a ir a los centros culturales pero sí me enteré que centros culturales que no estaban con restricción de contenidos empezaron a tenerlos. Es una bajada de líneas de las direcciones en términos de programación. Incluso en el Gaumont ¡Homofobia! tenía que ir en la semana del Orgullo y no se pudo programar.”
Anchou es un militante de la diversidad cuando aún no se llamaba así, allá en los ‘80 cuando se hablaba del Orgullo Gay en los años inmediatos después de la dictadura. “Es la primera vez que siento que desde el Estado soy parte de un enemigo como colectivo. Eso nunca sucedió. Tengo muchos amigos que conviven con el HIV y en este momento hay faltantes de medicamentos y en el presupuesto para el año que viene hay un recorte del 75 por ciento para esas medicaciones, lo cual es una condena a muerte para mucha gente, y a una muerte horrible. Y desde el punto de vista epidemiológico mucha gente que ahora no transmite el virus lo va a comenzar a transmitir. Y todo eso muy poca gente lo está notando, a muy poca gente le importa como a muy poca gente le han importado todos los muertos por falta de medicación oncológica o psiquiátrica. La sensación de agobio pasa por la insensibilidad de las grandes mayorías frente a la criminalidad del gobierno que se va profundizando.”
Cuando se escriba sobre la resistencia ético política a estos tiempos ¡Homofobia! sin dudas tendrá un lugar. “Es desesperante: la ves venir sin que a la gente le importe que los muertos se empiecen a apilar. Ahí es cuando se empieza a plantear la lucha antifascista, porque el fascismo es una tiranía de las mayorías que se vuelven insensibles a las muertes de las minorías. Si uno lo plantea como una lucha antifascista todo empieza a tener más sentido. En el presupuesto se está preparando la muerte de mucha más gente sin que a las mayorías se le mueva un pelo. Y eso es el horror del fascismo.”
Dirección: Goyo Anchou. Intérpretes: Ariel Núñez di Croce, Dennis Smith, Gianna Pérez Prado, Emiliano Figueredo, Marcos Molina, Alejandro Flecher, Alejandro Berón. Estreno 7 de noviembre Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635). Del 7 al 13 de noviembre en Sala 2, funciones diarias a las 22:30
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