El proceso. A veces lo que más moviliza es el proceso. La forma en la que se hacen las cosas. Para Hernán Casciari, por ahí pasa todo. O casi todo. «Me aburro fácil», explica el escritor, narrador y empresario editorial hoy metido en el mundo del cine. La uruguaya, película que se estrena el jueves 17, marca el debut de Casciari y de Orsai Audiovisuales, en el universo de la producción cinematográfica. No se trata, solamente, de un proyecto empresarial. De algún modo, con su socio Chiri Basilis, lo han transformado en un juego, en una aventura bastante curiosa, probablemente inédita en la historia.

Basada en la exitosa novela de Pedro Mairal, la película dirigida por Ana García Blaya (Las buenas intenciones) es un ejercicio de producción grupal en el que 1961 personas participaron no sólo poniendo dinero sino siendo parte de las decisiones creativas, votando a la hora de elecciones clave y siendo informados, cotidianamente, de los avances de la producción. No llega a ser «una película hecha por asamblea», dirá Casciari, pero sí una manera lúdica de involucrarse en un territorio desconocido.

La uruguaya no se basa en una novela de Casciari. Le pareció, dice, la forma más apropiada de arrancar. «Cuando empezamos con esto de hacer un sistema de financiación diferente, teníamos el sistema y no teníamos la película. Bueno, sí teníamos una, que es Canelones, que es mía. Y yo tomé la decisión de que nuestro primer contacto con esto sea con algo ajeno, para que no se entendiera que yo había armado este sistema para hacer mis cosas. Buscábamos, buscábamos y un día Pedro le da a Chiri el libro antes de su publicación y Chiri supo que era por ahí».

Lucas y Guerra.

La película narra un día en la vida de Lucas Pereyra (Sebastián Arzeno), un escritor argentino que viaja a Uruguay a retirar 15 mil dólares que recibió en un banco allí y que tiene que traer, en efectivo, a Buenos Aires. El «operativo» le debería ocupar unas horas, pero en el medio Lucas quiere verse con «Guerra» (Fiorella Bottaioli), una chica a la que conoció en la presentación de un libro suyo y con la que siguió en contacto virtual. Y la historia se ocupará de las idas, vueltas y zozobras a lo largo del tiempo que pasan juntos en Montevideo.

Casciari no se considera un cinéfilo, pero sí alguien que consumió mucho cine en su infancia y adolescencia. «En Mercedes estaba el Cine Español, que fue nuestra formación cinematográfica –recuerda–. Fue ahí que vi primero las películas infantiles y después esas que eran prohibidas como La fierecilla domada o La laguna azul”. Tuvimos con Chiri esa iniciación. Él siempre fue el más cinéfilo y a mí me interesaba más la literatura. Y ahora sigue siendo así porque él lleva adelante Orsai Audiovisual».

–Después, en la adolescencia, ¿seguiste cercano al cine?

–Tuvimos una iniciación cinéfila intelectual a los 16, 17 años. Queríamos que nos gustaran Tarkovsky y Godard, no entendíamos una garcha, pero hacíamos el esfuerzo. Lo mismo con cierta literatura y cierta música. Somos de la generación del videoclub de los ’80. En Mercedes había dos. Y después tratábamos de recibir la revista El Amante y ver qué llegaba de Francia. Éramos pichoncitos de intelectuales y hoy vemos con mucha ternura esa etapa. A mí me empezó a interesar de verdad el cine con el primer Tarantino. Ahí dije, «ah bueno, esto me gusta en serio». Ahí supe también que no tenía gustos muy complejos y que me gustaba emocionarme con películas populares como Cuando Harry conoció a Sally o Volver al futuro. Un costado muy diferente al literario en donde ahí sí pegué un salto real y me interesé por la literatura más compleja. En la literatura me atrae lo incierto, pero en el cine me quedo con lo popular.

Casciari no lo soñó.
Foto: Diego Díaz

–¿Y cómo es tu relación con el cine argentino?

–Cuando empecé a ver cine estaban esas películas llenas de niebla de Pino (Solanas) o las de Subiela. Al cine argentino le perdono todo por alguna razón, no sé bien cuál. Será que lo necesito, necesito que exista. No soy un buen crítico de cine ni busco algo en particular. Si hay una peli argentina la veo y si no me gusta, digo «bueno, por lo menos hicieron el esfuerzo». Pienso así, no tengo un pensamiento crítico real.

–¿Cómo se les ocurrió este modelo de producción tan ambicioso y complicado? Porque es muy original, pero no debe ser sencillo…

–Da la impresión, cuando tirás el copete de que es una película colaborativa, de que hay dos mil personas gritando. Y no pasa eso. Hay una directora, en el caso de La uruguaya, o una cabeza de equipo, en el caso de otros proyectos, con quien consensuamos el corte final. En este caso, aunque íbamos a tener mucha incidencia, ese corte era de Ana. Pero con incidencia me refiero a Chiri y yo. Ana elige cabezas de equipo, director de fotografía –directora en este caso–, directora de casting (María Laura Berch) y así. Ahora, ¿qué le preguntamos a los 2000 productores? Primero que nada, antes incluso de que exista Ana como directora: «¿ustedes quieren una película que tenga protagónicos célebres o desconocidos?». Y le explicamos las ventajas y desventajas de cada caso. Y ellos eligieron, por votación vinculante con el 51% de quórum, que sea un elenco de actores poco conocidos. Eso sí es una elección, pero no es que estén todos gritando. Ellos escuchan cómo discutimos y después votan.

No todo será tan sencillo para Lucas y Guerra.

–¿Qué otras decisiones se toman así?

–Con el casting, por ejemplo, la mayoría quiso que la actriz uruguaya sea uruguaya de verdad y que tenga menos de 25 años. Pero no hay 1900 tipos buscando actores. Ahí María Laura hizo un casting profesional y fue mostrando parte del proceso para que los productores aprendan un poquito más de cine, hasta que ella eligió a nueve parejas posibles. Y a partir de eso hicimos otra votación que duró doce horas, una maratón lindísima. Primero hablamos nosotros, como núcleo duro. «A mí me gusta la pareja 7», dije yo. Chiri dice «a mí me gusta esta”. Ana, “a mí me gusta esta otra». Bueno y ahí votan, se convierten en diputados.

–Tienen como una aplicación para esto, ¿no?

–Es una aplicación hermosa de votación con streaming al mismo tiempo, que te muestra cómo va subiendo la encuesta, lo que va pasando. Es muy divertido. Yo no tenía tanta certeza de que esa parte funcionara bien y es lo que mejor funciona. Para la parte económica es buenísimo porque conseguís plata rápido y de una manera clara. Hay transparencia económica. La directora y todos cobran muy bien. Pero lo que pasó, que ahora estamos reproduciendo en los nuevos proyectos, es que el backstage fue una fiesta, un proceso colaborativo poderoso y divertido.

–¿Qué te gustó particularmente de La uruguaya para arrancar por ahí?

–Primero que nada, estábamos buscando algo que costara menos de un millón de dólares, porque yo entendía que el primer proyecto de nuestra comunidad podía soportar eso. No podíamos meternos en una película que tuviera explosiones, helicópteros, y La uruguaya cumple con eso. Pero hay algo que a mí me llamó mucho la atención en la novela y que fue lo primero que me quedó resonando: que habla del trauma que tenemos con el dólar, que es un problema muy arraigado. No nos damos cuenta que es una enfermedad mental. Y después, una enorme claridad de concepto de Pedro a la hora de dibujar a un tipo de varón de 40 y pico bien de esta época.

–La película ofrece un cambio de punto de vista respecto a la novela. Ya no es él quien cuenta la historia sino su mujer. ¿Cómo y por qué llegaron a eso?

–Una de las primeras cosas que planeamos con Pedro y con Chiri fue tener, primero, a una directora mujer. Ana armó un equipo femenino y de gente muy joven. Y después que no sea una adaptación sino una respuesta a la novela. En el libro a veces parece que Lucas es una especie de number one que se quiere coger a una pendeja, pero en la película queda claro que es un pajero. En el libro es más ambiguo, porque cada uno le pone su propia entonación a las cosas. Y quizás si somos varones de 40 y pico, lo perdonamos al tipo para no sentir vergüenza. Pero en la película no podés.

–Ya tienen otras películas y series encaminadas, y acaban de lanzar un plan de más proyectos. ¿Hasta qué punto ocupa esto tu tiempo?

–El Chiri está dirigiendo la parte audiovisual, hay alguien dirigiendo la parte editorial y ahora abrimos una pata más en Orsai Tech –que tiene más que ver con inteligencia artificial, Blockchain y cosas así– y hay alguien dirigiendo eso. Y yo estoy controlando todo. Ahora estamos en nueve proyectos. La uruguaya es el que está más lejos. Hay otros cuatro proyectos ya avanzados y cinco más en desarrollo de guión (ver recuadro).

Better Call Casciari.
Foto: Diego Díaz

–¿Todos funcionan con este mismo formato?

–Los cinco proyectos se generan en la terraza de la productora. Los lunes vienen los guionistas de uno, los martes los de otro y así. Y todas las personas que ponen dinero en la financiación ven cómo avanzan. Por ejemplo: vos comprás un bono de 100 dólares y después vas viendo: le pones 20 dólares más a este o 40 al otro, según cuál te guste más. Y de acá a diciembre va a haber una que pique en punta, una segunda y así. Si juntamos un millón de dólares, hacemos una sola; si juntamos más de un millón, hacemos dos; más de dos millones, tres…

–Es como una cosa medio ludópata…

–Es que si no hay timba, yo no puedo. Todos los que ponen dinero, ponen un poco en la base. Y después hacen lo que quieren. Cien es el mínimo que podés poner y nosotros partimos ese bono en cinco. Podés poner 20 en cada una o 100 en una sola, como quieras, y después proporcionalmente te llevas los dividendos de la venta de las películas que producimos o de los guiones que vendemos para que hagan otros. A mí me gusta mucho hacer partícipe a todo el mundo para que, con un poquito de plata, puedan ver cómo funciona un proceso cultural o narrativo de punta a punta.

–¿Te ves dirigiendo vos una película?

–No. Estoy dirigiendo algo que me encanta, que es el proyecto. Hay tanta gente laburando, gente de confianza y muy bien formada. «


La uruguaya

Directora: Ana García Blaya. Elenco: Sebastián Arzeno, Fiorella Bottaioli, Jazmín Stuart, Gustavo Garzón. Estreno 17 de agosto. En cines.




Muchos mas proyectos en Orsai

Además de La uruguaya, la productora de Casciari está involucrada en varios proyectos más. «Estamos terminando la posproducción de Canelones, la miniserie con Darío Barassi y Verónica Llinás –cuenta–. Sola en el paraíso, que es un documental de Justina Bustos, está empezando a entrar en etapa de festivales. En noviembre se empieza a rodar La muerte de un comediante, que es la ópera prima de Diego Peretti como director. La vamos a filmar en un 80% en Bruselas. Y después de esas cuatro empiezan las cinco nuevas».

Los proyectos son La garganta del diablo, comedia romántica escrita por Tamara Tenenbaum y equipo; El rayo de Arquímedes, comedia negra con Diego Capusotto, escrita por Pedro Saborido; Jaque al rey, drama de época creado por Felipe Pigna; El fin del mundo, serie de ciencia ficción de Ana García Blaya y Chiri Basilis, y acaso el más llamativo de todos: Emi On Off, film de animación escrito por Casciari y dibujado por Liniers centrado en la vida de «Dibu» Martínez. «La gente de Dibu venía insistiendo en que yo escribiera un libro sobre su vida y yo no quería, me parecía muy oportunista. Al final se me ocurrió hacerles esta contrapropuesta y les encantó. Fue como un intercambio de figuritas».

–¿Sentís que es algo que vas a seguir haciendo a largo plazo?

–No sé, somos muy de cambiar de rubro cuando nos aburrimos. Yo me canso rápido. Ahora estoy muy metido con la parte de educación. Chiri va a seguir con esto, pero mi idea es abrirme para armar la Universidad de Orsai. Ese va a ser mi próximo paso. En los próximos diez años tengo muchas ganas, como último proyecto mío de Orsai, de armar una gran Universidad de Narrativa en Mercedes. Creo que hace falta algo así. Me parece que los pibes estudian periodismo o cine, pero no saben contar historias. Yo propongo una universidad en la que los dos primeros años aprendan a contar sin saber si van a ser cineastas o periodistas. Y que después elijan la especialización.