Gabriel Wolf, actor e histórico integrante de Los Macocos, se animó a asumir el rol de director una vez más. Ahora, para flexionar sobre uno de los elementos claves del teatro, más allá de la corporalidad y el histrionismo. Junto a Diego Carreño, a quien conoce desde hace muchos años, escribieron La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus, un unipersonal que aprovecha recursos de la retórica como la paradoja, la metáfora o la paronomasia –entre otras variables lingüísticas de gran riqueza para la teatralización– como principal desafío de creación y de metodología narrativa.
«La obra siempre estuvo pensada como un unipersonal. Pero no podía hacerlo yo. En realidad, la armamos de una manera particular. Yo tengo un Facebook donde siempre vuelco cosas que se me van ocurriendo. Sobre todo, con el uso del lenguaje y juegos de palabras, y me di cuenta de que eso se podía transformar en un texto teatral», cuenta Wolf. «Hablé con Diego (Carreño) y empezó a imaginar algo basado en estos juegos de palabras que yo tenía acumulados. Hay de todo, desde trabalenguas, homofonía, retruécanos, lo que se te ocurra. Son miles de recursos que tiene la lengua para tocar distintas notas. Lo que hacemos se llama ludolingüismo, al que tratamos de buscarle un marco dramático específico y encontramos un personaje para volcarlo».
El protagonista de la puesta, encarnado por Carreño, es una especie de ermitaño proveniente de una familia de clase alta que en más de 20 años no salió de su casa. Allí se dedicó por completo a su tesis de Filología, basada en la teoría que William Burroughs planteó en el año 1966, que afirmaba que el lenguaje es un virus. «Es su última noche, en la que el protagonista termina este trabajo para recibirse. Entonces, ante el evidente final del camino, se disparan reflexiones que son el nudo dramático de la obra. A partir de allí, sucede todo lo que se ve en el escenario. Con Diego actuando y yo dirigiendo pudimos llevar la historia por el terreno que ya conocemos: la comedia. Por un lado, para que el espectáculo fluya rítmicamente, pero también dándonos cuenta de cuándo se necesita un bache, o cuándo se puede poner algo de música. Fue un gran trabajo creativo para tratar de pensar lo que decimos desde un lado diferente».
La puesta es minimalista. No hay demasiado. «Como para que las palabras cobren más valor», dice Wolf. «Burroughs fue siempre una inspiración para mí. Es un escritor excelso, paracultural e intenso. Representa, junto a Jack Kerouac y Allen Ginsberg, una trilogía de autores que me marcó. Siempre me gustaron. Mi escuela fueron los años ’80 y la primera vez que escuché la frase que da título a la obra fue en una canción de Laurie Anderson, que se llama justamente, «Language is a Virus». Tirando de ese hilo llegué al concepto de Burroughs y me quedó. Fue una punta de ovillo que nos trajo hasta acá. Cerraba perfectamente para ser parte de esta obra».
Las propuestas de Los Macocos, de hecho, se apoyan mucho en lo histriónico y clownesco del movimiento, pero el director de La lengua… cree en otra idea fuerte. «En todo lo que hago, trabajamos desde el juego. Ese es mi ADN, desde que tomé mi primera clase de teatro. En marzo se cumplen 40 años de este camino. En este caso, quise jugar con las palabras. Los actores les ponen vida a esas palabras, y fuimos armando algo que une esas dos partes del alma teatral. El concepto y la acción».
Sobre el trabajo con Carreño, cuenta: «Lo bueno es que laburamos la dramaturgia juntos, eso ayudó. Conozco los tiempos de la comedia, pero haber producido el texto los dos, colabora. Yo escribo, pero soy más de ideas sueltas». La obra ofrece un hilarante recorrido por modismos y formas del habla, pensando el origen de palabras, expresiones cotidianas y cosas que nunca nos detenemos a examinar.
Más allá de Los Macocos, Wolf siempre se aventura a otras exploraciones. Este sería su cuarto proyecto; el primero fue Digital Mambo, una crítica a las nuevas tecnologías; Walter hecho pedazos, un homenaje a Batato Barea; y luego, Poesía de ricota, donde se teatralizaban letras de Los Redondos. «En mis propios trabajos es donde muestro mi verdadera manera de ver las cosas. No son tantos. Son temas especiales, que me movilizan a escribir una obra, mas allá de lo que hago con mis compañeros en el grupo o alguna otra cosa que me propongan. Son pequeños desafíos que uno toma, en este caso, teatralizar una serie de textos descolgados que tenía dando vueltas en las redes sociales, para contar algo», concluye. «
La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus
Dirección: Gabriel Wolf. Autores: Diego Carreño y Gabriel Wolf. Actúa: Diego Carreño. Los viernes a las 22 en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.