El líder de la mítica agrupación vasca de punk habló con Tiempo antes del multitudinario show que dará este sábado en La Plata. Los pormenores del operativo retorno, el disco nuevo no tan nuevo, las trampas de la democracia moderna y la voracidad del capitalismo.
En pocas horas El Evas dejará su casa del pueblo de Oñati, de 11 mil habitantes (en la provincia de Guipuzkoa, en Euskal Herria o el País Vasco) y a la decena de gatos callejeros que alimenta a diario para dar inicio a una nueva gira Latinoamericana. La primera cita será este sábado en el Punto Único de La Plata, donde se presentará con La Polla Records, la banda pionera que lideró desde 1979 a 2003. Tras la separación intempestiva del mítico grupo a principio de siglo, el cantante conformó otras bandas igual de potentes, como The Meas, The Kagas y Gatillazo, con las cuales también se presentó infinidad de veces en la Argentina. Pero esta visita será muy especial porque es la primera desde la reunión de La Polla Records, concretada a mediados del año pasado. Desde entonces el grupo lanzó el disco Ni descanso, ni paz (que incluye clásicos regrabados y el tema nuevo que da nombre al álbum) y concretó múltiples presentaciones en vivo.
La actual formación de La Polla Records incluye a Evaristo (voz), Txiki (primera guitarra), Sumé (guitarra), Abel (bajo) y Tripi (batería).
–¿Cómo fue que decidieron volver a tocar?
–Esto era imposible que ocurriera. Pero un amigo de Barcelona me llamó para preguntarme qué pasaba con los derechos digitales de La Polla. Esto ya lo he dicho en otra entrevista, pero es importante. No sabía yo que La Polla tuviera huella digital, pero bueno, se ve que hemos dejado huella. Y una cosa llevó a la otra.
–¿Entonces volvieron por una cuestión de derechos?
–Así fue que nos pusimos en contacto con la peña. Mi colega de Barcelona conoce a mucha gente que nos seguía y que luego se hizo abogada o esas cosas. Así conseguimos sacarles a las casas de disco casi toda la discografía y los derechos digitales, lo cual para unos tirados como nosotros no está nada mal. Y luego una cosa llevó a la otra, el roce hace al cariño y acabamos juntándonos porque la gente que nos consiguió los derechos también tenían empresas de contratación y management o como se llame esa mierda, y decidimos probar un poco qué se siente jugar en la Libertadores.
–¿Se vieron las caras nuevamente y qué pasó?
–Nos llevó a hacer esta movida de volver a juntarnos. No dimos cuenta de que después de 15 años y tantos que no teníamos contacto éramos unos señores mayores perdidos en un mundo incomprensible. Rápidamente nos pusimos de acuerdo en todo. Volvimos por el dinero y por las ganas de reírnos. En realidad, lo que nos hizo la mayor idea fue pasarla bien. Estamos dándonos el gusto y cuando concluya este 2020, si no nos hemos muerto antes, pues se acabará.
–¿Esta será la última gira?
–El número de conciertos tanto en América como aquí ya está todo cerrado. Nos vamos a dar el gusto, todo el mundo sabe lo que hay, no hay nadie que esté viviendo una fantasía. Jugaremos la Libertadores y después volveremos a bajar a la tercera o cuarta categoría, que sabemos que es como la Segunda B de allí: el mismo infierno. Hemos desenterrado el cadáver y lo vamos a volver a enterrar en otra postura para que esté más cómodo por toda la eternidad. Es una cosa que nos quedaba pendiente porque La Polla se acabó muy tontamente, no voy a entrar en eso, y ahora, más allá del dinero y lo que pueda pensar la gente que me la suda, es una manera de acabar La Polla como La Polla quiere que acabe. Es un plan genial. Unos 16 años de espera para tener despistada a la gente: ¿no es una estrategia inteligente?
–Hicieron una canción nueva: «Ni descanso, ni paz».
–Nuestro concepto es que un grupo que está vivo tiene que hacer canciones nuevas, por eso hicimos una (risas). Grabamos una especie de mezcla de la primera etapa del grupo porque repetir los tres primeros discos enteros nos parecía un exceso. Metimos lo que éramos y lo que somos ahora, una especie de La Polla zombi.
–La letra de «Ni descanso, ni paz» critica a la tecnología y al capitalismo por igual.
–Digo que nos han dominado, un comentario desanimado y muy desalentador. Pero aunque suene súper prepotente, de alguna manera creo que nunca tienen la victoria total. Ellos van ganando como 9 a 0 el partido, pero estamos por gritar el gol del descuento. Es imposible darle la vuelta. Pero estamos en ese plan: si podemos meter el gol del honor, lo metemos porque rendirse no sirve de nada. Igual luchar tampoco sirve, pero rendirse menos (risas).
Despedida inesperada
La última vez que La Polla tocó en la Argentina fue hace casi 20 años, el 20 y 21 de abril de 2000, en Flight City, en la coqueta localidad de Ramos Mejía. Los espectadores no sabían que esa sería la última vez que verían en vivo a La Polla. Mientras tanto, afuera de la disco, se desató una verdadera batalla campal entre cientos de punks y la Bonaerense. El cantante volvería muchas veces más, pero con sus otros grupos musicales.
–Viniste muchas veces a la Argentina.
–Sí, ha sido donde más hemos ido. Me acuerdo de discutir con el difunto Fernandito cuántas veces habíamos ido. Pero claro, como ya se ha muerto, no podemos seguir discutiendo (risas). Yo lo contaba por los tatuajes. Cada vez que iba a la Argentina me hacía uno. Como era el de La Polla me salían bien de precio. Me he aprovechado (risas).
–Tras tantos viajes por Latinoamérica, ¿sentís que cambió algo en la región?
–No me veo lo suficientemente informado y enterado de la realidad de América Latina, o como se quiera llamar, porque todos los nombres que relacionan a la América con el habla hispana no me gustan, pero para entendernos uso esa expresión. Lo único que veo es que desde la primera vez que fuimos a México, hace más de 20 años, la diferencia que había entre la gente de la calle de allí y la gente de la calle de aquí era mayor. Ahora esa diferencia se está acortando mucho, pero no porque las clases populares de allá están mejorando, sino porque las clases dominantes de acá están más insaciables que nunca. Esa gente está muy enferma de la cabeza.
–Tus canciones critican al sistema, ¿cuál sería la mejor forma de organizarse?
–A niveles reducidos. La única solución que yo veo, aunque no soy la persona más indicada ni mejor preparada para opinar, es que todo debería ser a niveles pequeños. Hay que reducir el tamaño de los países, de los Estados y dejarlo en zonas como localidades o un barrio en las ciudades grandes. Para que la gente pudiera conocerse unos a otros y dominar el tema: cuántos somos, qué queremos, qué necesitamos y luego –desgraciadamente– llamar a la violencia para ver quién sobra. Normalmente serían pocos, pero para la gente de poder la solución siempre fue cargarse cientos, miles, millones. En realidad creo que si a ellos se los pudiera reeducar, no haría falta ningún muerto.
–¿Y si no se pueden reeducar?
–Si no se puede, que unos cuantos de ellos mueran podría hacer que el mundo mejore mucho. ¿Esto es una llamada al odio? No, no hay por qué odiarles, simplemente hay que mirar lo que tienes enfrente y reaccionar como corresponde. Creo que nos timan por todas partes. Nos vacila gente que está verdaderamente informada de lo que ocurre y se ríe de nosotros, de la inmensa mayoría de la población. No la pescamos. No sabemos qué mierda está pasando. Se ríen de nosotros mientras nos eliminan. Debe ser divertido para ellos, pero para mí es gente que está enferma.
–¿Cómo se revierte eso?
–Organizándote con tu vecino de enfrente, ese hijo de puta que te ha discutido cómo tenías colocada la alfombrilla de la puerta, con tu vecino del tercero, con el que te llevas mal porque es del otro equipo. Sumando una mayoría y avanzando. Se combate descubriendo la trampa de la democracia que es un timo desde el principio porque los griegos inventaron la democracia, teóricamente, pero los esclavos quedaban fuera. Sólo era para los que estaban adentro de la muralla. Todos los sistemas sociales han funcionado con esclavos, por lo menos en este período de extinción, porque se supone que la humanidad se ha extinguido varias veces. Pero aquí estamos.
–No sería muy alentadora tu perspectiva.
–Ni siquiera mi generación, qué somos los mejores, hemos podido cambiar la historia de la humanidad. Éramos los únicos que podíamos hacerlo, así que estáis acabados.
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