En “La muerte del croupier” Jorge Palant retrata una historia personal como símbolo de una época. Todos los martes en el Tadrón Teatro.
Con más de 50 años de dramaturgo, Palant en esta nueva creación se involucra con la realidad que atraviesa la Argentina. Los despidos masivos que se multiplicaron los últimos cuatro años se verán materializados a través del protagonista de La muerte del croupier y en cómo se enfrenta esa realidad que le toca.
–¿Cómo elegiste a los actores?
–Los convoqué porque a la mayoría los conocía. Tres de ellos habían trabajado en otras obras mías y una de ellas había trabajado también en una obra mía, pero que no la había dirigido yo. Y al quinto actor lo elegí por referencias que me dio gente de teatro, lo contacté, le gustó el proyecto y lo sumamos.
–¿Se acoplaron bien los cinco trabajando en equipo?
–Sí, muy bien. Siempre hay dificultades por una cosa o por la otra. Nunca es un idilio, en este caso duró siete meses, pero se acoplaron bien. Y el resultado de eso es el hecho de que la obra nos está saliendo muy bien.
–Tu profesión de psicoanalista, ¿influye a la hora de crear?
–No sé sí mi profesión de psicoanalista influye a la hora de crear. No podría precisar eso. Al contrario, a veces en lugar de influir favorablemente puede complicarte.
–¿De dónde obtenés inspiración para crear tus obras?
–¿De dónde toma la inspiración un escritor? En este caso, ¿alguien que escribe teatro, donde la toma? Toma elementos de la realidad. Esta obra está muy en contacto con la realidad de estos últimos cuatro años. Las cosas se van procesando de una manera que uno no termina de comprender. No es que uno la sigue y termina de entender todo lo que pasa en lo que escribe. Pero la inspiración, lo que se llama inspiración, es que en algún momento hay una figura de la realidad que te toma y te va llevando. Esta obra se hace eco de los despidos masivos que vivimos estos últimos cuatro años. Y una frase que se incluye el título, la obra que se llama La muerte un crupier durante una huelga. Estos han sido los disparadores de esta obra.
–Y el protagonista es un fotógrafo despedido el día anterior. Sobre este protagonista ¿qué aspecto te gustaría profundizar?
–Imagínate un tubo, un catalejo, un telescopio. Un tubo de una cierta extensión que tiene un comienzo y un final. El protagonista entra en ese tubo y se ve implicado en una serie de circunstancias que realmente desconocía. Se ve implicado en una obra de teatro que un grupo de actores ensaya. Él entra ahí. Entra mal por el hecho de haber sido despedido de una manera como todos sabemos que se despide a la gente; y queda tomado por la obra que se ensaya, de tal forma que cuando llega al final, a la última escena (son ocho escenas), lo encuentra de una manera muy distinta. Ha sido protagonista de esta obra de teatro que se ensaya, ha tenido oportunidad de hacer una catarsis muy importante, la cual es el final de la obra. Es una suerte de monólogo que él tiene en donde puede decir, puede contar todo lo que le ha pasado durante el proceso subjetivo de tener que digerir mal un despido que lo conecta, en este caso, con algún despido que ha tenido años atrás por otras circunstancias.
–¿Qué te gustaría generar en el público que asista a la obra?
–Hasta ahora se generó una respuesta muy emotiva, muy emotiva. Me llamó la atención que durante cinco de las ocho escenas, e incluso en la octava, la gente se riera más allá de mis expectativas. Me sorprendió eso. No es porque el texto que pude haber escrito no haya tenido algunas situaciones de humor, podría ser, pero se rieron más de lo que yo esperaba. Y lo interesante es que cuando se produce el momento del contraste, cuando se llega al final de la obra y el contraste es muy grande, no se escuchaba el volar de una mosca y la gente terminó muy emocionada. No es que terminó riéndose o haciendo alguna alusión al humor. Terminó muy emocionada y eso me resultó bueno porque otras obras mías también tienen ese recorrido y suelen llegar a través de la emoción. No una emoción en el sentido de una cosa sentimental ni nada que se le parezca, sino una emoción articulada a un texto.
“La muerte del croupier”. De Jorge Palant. Elenco: Alejandra Colunga, Mario Mahler, Jorge Capussotti, Dora Mils y Beatriz do Santos. Martes a las 21.30 en el Tadrón Teatro, Niceto Vega 4802, Palermo.
* Articulo realizado en el marco de las prácticas de estudiantes de la Universidad Nacional de Avellaneda en Tiempo Argentino.
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