“La Feliz. Continuidades de la violencia”, el último documental de Valentín Javier Diment (autor de Mujeres de lesa humanidad) es un trabajo que difícilmente pase inadvertido para quienes lo ven. En sus primeros minutos, algunos de los personajes que darán forma a la historia ofrecen una idea de por qué Mar del Plata sigue siendo un territorio en el que las expresiones más violentas de la derecha aún se presentan en escena: que el peronismo haya convertido en popular a una ciudad pensada para la oligarquía argentina, parece ser una afrenta que unos cuantos parecen no querer perdonar.
“Uno de los planos que me interesaba era la documentación histórica, el otro, que con el foco en Mar del Plata se tuviera una idea representativa de lo que pasó en el país”, cuenta Diment. Claro que en todo el país no se ven imágenes y símbolos nazis y golpes a grupos LGBT. Pero si se piensa en la niña tucumana de once años violada y obligada a continuar con el embarazo, se adhiere a la idea de que “hay distintos tipos de manifestaciones de la derecha que emergió durante la dictadura. El neonazi no es un muñequito, un monigote con la esvástica. Lo que hay son representantes de una violencia ideológica que la visibilizan y la expresan de distintas formas de acuerdo a las características de cada lugar. Eso es lo que hace un grupo que milita que una nena violada no pueda abortar como indica la ley. La violencia neonazi tiene sus bemoles. Es contundente a la hora de la publicidad del caso: banderas con esvástica; pero por a la hora de pensar te deja un poco de lado. Los curas de Tucumán no se van tatuar la esvástica, pero son representantes de lo mismo.”
El film trabaja la tesis de la continuidad de una violencia que, desde la transformación de Mar del Plata en la popular La Feliz, tuvo su primera manifestación abierta en la primera mitad de lo 70, cuando la Concentración Nacional Universitaria comenzó a atentar y matar militantes de izquierda y peronistas. “Es extraño -dice Diment-, pero hay que gente que no sabe qué fue la CNU”. La incredulidad le viene porque en Mar del Plata se llevó adelante un juicio histórico que casi 30 años más tarde dio condena a los principales responsables de aquellos crímenes.
Y Diment tiene la gran idea de sentar ante la cámara a las partes enfrentadas. Por un lado registra el emotivo y escalofriante testimonio de la sobreviviente Marta Candeloro (“ese relato me contó que lo hizo más de 80 veces, porque dio testimonio en su momento y por los procesos judiciales, que te exigen contar lo mismo en distintas instancias”), igual que a quienes reivindican lo actuado por la CNU. “La verdad que ellos tienen ganas de hablar -explica Diment parte del por qué de las entrevistas-. No nos preguntaron de qué ideología éramos; además para ellos todos los entrevistadores o documentalistas son zurdos -casi se le puede ver la sonrisa-. Les interesa ser oídos porque tienen la intención de armar un partido.”
Con estos testimonios, se completa la tesis política: en Mar del Plata hay una convivencia sin tapujos de ambas partes, “siempre y cuando haya un poder judicial que sancione los excesos. Porque antes de los crímenes de la CNU estaban todos más o menos juntos, se cruzaban en la calle, iban a las mismas peñas peronistas, cantaban juntos, de vez en cuando se daban tortazos. Pero después empezaron a darse cadenazos y después tiros. Ahí es cuando el sistema judicial interviene –después de muchos años– y determina que no hay impunidad. Esa es la base para la convivencia. Si eso no funciona, las expresiones se vuelven violentas, y los más débiles se tienen que ir de la ciudad, como pasó con los militantes de izquierda y del peronismo que con la Triple A y la dictadura tuvieron que dejar la ciudad”. Pese al tono esperanzador del documental, Diment no es muy optimista: “El problema que estamos viendo ahora es que el sistema judicial tiende a degradarse. Y si bien esa degradación no llegó a instalarse del todo en Mar del Plata, sí se ve que está siendo socavada”.
Como perlita, el documental tiene, si se quiere, una zona más antropológica sobre la violencia: “Como plantea Capitalismo Gore (de Sayak Valencia), el capitalismo destruye el cuerpo ajeno, lo mutila, lo tortura”, y ahí estaría la violencia de la derecha. Sin embargo la izquierda más de una vez responde: “Cuando ellos relatan cómo se tiroteaban se vuelven ajenos a la ideología, se hacen más propios, y eso es algo que me interesaba mucho: ver cómo se estructura un pensamiento, algo que también sucede con el militante transexual que forma parte de los grupos de derecha”.
-La Feliz: Continuidades de la violencia. Dirección: Javier Diment. Cines Malba y Gaumont.