En 1984, tres prestigiosas mujeres provenientes de distintos campos del arte, María Elena Walsh, Susana Rinaldi y María Herminia Avellaneda, irrumpieron -y produjeron disrupción- en la televisión argentina con el programa periodístico Como la cigarra. El clima de la transición democrática habilitaba una estética y un discurso feminista y lésbico que luego no tuvo su continuidad en la pantalla chica. En una de las notas, una televidente reaccionaria de esas que nunca faltan acusaba a las conductoras de “comunistas que apoyan a los obreros, van contra el empresario y son esa clase de gente que arruinan el país”. Frente a ello, María Elena soltaba una risotada y afirmaba: “le faltó agregar que somos negras y judías”.
Esta digresión es para señalar que ser mujer, ser feminista, ser lesbiana y ser judía y más aún todo eso junto siempre tuvo mala prensa en la Argentina. Que esas sean algunas de las múltiples identidades que reivindica el personaje de Lali Espósito en El fin del amor, constituye de por sí un acontecimiento artístico celebrable. Esta toma de posición aparece como manifiesto estético y político desde las primeras escenas: en ellas, la filósofa, escritora y columnista de radio Tamara Tenenbaum (Lali) se encuentra en un boliche gay debatiendo con una amiga sobre identidad de género y los límites sociales, culturales y subjetivos a la libertad femenina. A continuación, Tamara/Lali baila en medio de un descontrol corporal y de sustancias rodeada de gays, lesbianas, trans y otras identidades disidentes a la heteronormatividad, esa comunidad, que ya elevó a la artista a icono y reina.
Pero, ese no es el único aspecto a destacar de esta nueva ficción de Amazon Prime. El personaje de Tamara no es el de una heroína incuestionable a la cual se le perdona todo sino, por el contrario, es un ídolo de barro, un ser humano de carne y hueso que por momentos resulta encantadora, amorosa y seductora y que, en otros resulta difícil de digerir, egoísta, competitiva, envidiosa, poco sorora con las mujeres que dice defender y manipuladora. Que un personaje de esas características igualmente logre conmover y despertar sentimientos de empatía en el espectador es sin duda mérito de la sólida construcción de las co-guionistas Erika Halvorsen (que también oficia de showrunner), la propia Tamara Tenenbaum y de la brillante interpretación de Lali.
La tensión del relato comienza cuando Tamara se reencuentra con una vieja y relegada compañera del colegio y de la “cole”, Sarita Levy (Brenda Kreizerman), que la invita a su casamiento. A partir de asistir a esa boda, aquella que se ha distanciado de la comunidad judía -y más aun de las tradiciones conservadoras del sector más ortodoxo al cual pertenece parte de su familia-, entra en crisis. Entonces comienza para Tamara un camino de educación para buscarse a sí misma y finalmente reivindicarse judía, feminista y sexualmente abierta a todos los placeres. En ese camino abandona a su novio conviviente Fede (Andrés Gil), se va a vivir a la casa inhabitada de la Bobe y el Zeide (lo cual lleva a reflexionar sobre los dilemas de la emancipación y los costos económicos de las viviendas) y se lanza a aventuras concupiscentes más o menos placenteras y más o menos satisfactorias. Ello da pie para mostrar algunas de las escenas de más voltaje erótico que se hayan visto en la ficción argentina y que muestran a Lali en ménage à trois con varones y mujeres, relaciones amorosas con una trans llamada Ofelia (la siempre encantadora Mariana Genesio Peña) y otras variables del sexo y del amor.
Se agradece que el viaje de autoconocimiento de Tamara esté más lleno de dudas que de certezas y que nunca baje línea. En efecto, su recorrido vital no se presenta como el único posible. También es reivindicado el personaje de Sarita que opta un camino llamémosle más tradicional de la mujer que se casa y que, por momentos, no resulta menos gozoso que el del personaje principal. La propia Tamara va y vuelve en sus decisiones y, aunque discursivamente reniegue del amor romántico también rescata algunos de sus aspectos.
Con reminiscencias a Sex and the City, El fin del amor es una ficción principalmente de mujeres y donde la comunidad de mujeres es el espacio de la ternura y del último refugio, pero tiene también sus contradicciones, peleas y sentimientos encontrados. Para la construcción de esa comunidad de féminas resultan muy efectivas las historias secundarias de las amigas lesbianas de Tamara (impecables Vera Spinetta y Julieta Giménez Zapiola) y de la madre Ruth (Verónica Llinas). A su vez, el protagonismo de las mujeres no va en desmedro de los varones. Si bien el Rodo de Mike Amigorena es patético y termina siendo despreciable, Fede que, en principio, se muestra al menos torpe, básico e inmaduro hace también su propio camino de redención e incluso lega algunas de las frases más bellas y consistentes sobre el amor y sus fragilidades. En definitiva, tanto personajes principales como secundarios tienen un desarrollo que los muestra en su costado más humano de precariedad y vulnerabilidad. Y ese punto de partida parece hacer más genuino y factible la necesaria subversión femenina de las sociedades patriarcales y la deconstrucción de los mandatos sociales.
Si bien resulta siempre entretenida, El fin del amor progresa a medida que avanza la ficción y sus últimos episodios dirigidos por Daniel Barone resultan especialmente conmovedores. Eso es posible también porque aun manteniendo cierto espíritu de comedia, los anteriores –algunos dirigidos por Leticia Dolera y otros por Constanza Novick– no abusan del humor, del chiste fácil ni de la condescendiente búsqueda de simpatía del público. También contribuyen musicales espectaculares con Lali a la cabeza y bellas versiones de canciones clásicas y modernas de diversos géneros.
Como la cigarra es hoy considerado un objeto de culto y un programa pionero de las luchas de las féminas además de uno de esos productos que captaron los sueños de un tiempo histórico. Probablemente El fin del amor, perteneciente a otro género, con otra estética y protagonizado también por un trío de mujeres quede como una de esas ficciones que marcan época y representan a una generación. Sin dudas quedará también en la historia como la ficción que terminó de consagrar a Lali Espósito como artista y heroína pop. «
El fin del amor
Basada en el libro autobiográfico de Tamara Tenenbaum. Guión: Érica Halvorsen y Tamara Tenenbaum, Dirigido por Daniel Barone, Leticia Dolera y Constanza Novick. Con Lali Espósito, Vera Spinetta, Candela Vetrano, Mariana Genesio Peña, Verónica Llinas y Mike Amigorena, entre otros. Disponible en Amazon Prime Video.