El documental de Todd Haynes pone en primer plano a una de las bandas más audaces e influyentes de la cultura rock. La grieta entre Lou Reed y John Cale, y la revolución inconclusa.
Ante tal empresa, el realizador estadounidense Todd Haynes (Los Ángeles, 1961) sale ileso. Y, se puede decir, victorioso. Estrenada en julio en el festival de Cannes y este mes en plataformas digitales, el documental, titulado The Velvet Underground a secas, es un asombroso y pregnante fresco visual y sonoro que indaga en la intimidad de la Nueva York experimental a través de la génesis y el ocaso de uno de los hitos del rock anglosajón. Haynes ya había asociado cine y música: con su corto Superstar: The Karen Carpenter Story (1987) se enfocó en la figura de la trágica cantante; Velvet Goldmine (1998) se inspiró en el glam de Bowie y Marc Bolan; y con I’m Not There (2007) le dio un giro a las distintas etapas de Dylan. Pero es aquí, en su primer documental, donde parecería haberse jurado consumar una conversación con la música de la historia, rindiendo un emotivo tributo a la escena underground neoyorquina de la década de 1960.
Si escuchar a la Velvet era, y sigue siendo, algo fascinante y desconocido, Haynes no se queda atrás en semejante exigencia. Su lenguaje, tan exuberante como meditado y preciso, hace gala de un enfoque holístico de las formas y texturas visuales que nos transporta de lleno al ojo de la tormenta estética de la Gran Manzana: hay en The Velvet Underground algo de happening, de pop-art, de performance; algo de Warhol y su Exploding Plastic Inevitable, espectáculo multimedia que combinaba música, danza, proyecciones y un light show estroboscópico de venenosa belleza. La correspondencia entre testimonios, filmaciones de época, fragmentos de películas, fotografías y una retórica visual neobarroca conforman un collage en el que prima una mirada liberadora frente a las costumbres y la moral dominante. El documental de Haynes es una declaración de amor.
Pero es en el modo en que el autor organiza el decurso de la imagen donde encontramos la revelación de la película: inspirándose en la estética de Chelsea Girls (1966), de Warhol y Paul Morrisey, Haynes incorpora la split-screen (pantalla partida o multipantalla) como recurso expresivo central. La división de la pantalla en dos, tres, cuatro o más cuadros empuja la obra a una lograda sensualidad dialéctica. Está claro que la película debería ser vista en sala. La técnica del split cristaliza una amplitud poliédrica que congrega a la Velvet con el paisaje creativo de la época desde múltiples narrativas y transposiciones. Por momentos el efecto impresiona. Sobre todo cuando los retratos en video tomados por Warhol se entremezclan con otras imágenes y narraciones, y Merril Reed puede describir la conflictiva juventud de su hermano mientras se suceden imágenes de su infancia y el rostro de un Lou Reed de 24 años nos mira con una intriga conmovedora que ocupa la mitad de la pantalla.
El orden cronológico arranca con la prehistoria de los integrantes del grupo y sus respectivos orígenes familiares, e intelectuales en el caso de Reed y Cale; luego se enfoca en la unión del rock y la vanguardia, a lo que sigue el contacto providencial con Warhol y Nico; la grabación del banana album; la ruptura de Lou con John y Andy, y la disolución del grupo tras el concierto en el Max’s Kansas City. El centro de reflexión velvet es John Cale, quien se adentra en el itinerario de la banda y tiene una mayor participación. Las palabras de Moe Tucker son contadas, mientras los off de Morrison y sobre todo de Lou Reed tensan sobremanera el relato. La propuesta de Haynes expone una visión colectiva y queer del arte y su relación con el pulso y las transformaciones de la época, indagando en cuanto material visual y sonoro fuera de interés para darle forma a una suerte de obra colectiva que reviste de lleno el género documental.
“El clímax llegó en los ‘60”, dice Jonas Mekas: “No éramos la contracultura, éramos la cultura”. En la parte final todo se condensa, y decae: un salto temporal nos trae con vértigo al presente. Pero el tenor cronológico se detiene, y el romance vuelve a brillar: desde 1974, Lou Reed y Andy Warhol dialogan. Barbara Rubin, quien los había presentado en 1966, llama por teléfono. La película se apaga, el sentido pervive: las fiestas del mañana continúan. «
The Velvet Underground
Dirección: Todd Haynes. Duración: 120 minutos. Disponible en Apple TV+.
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