A casi un año de su inesperada muerte, los ecos de su notable disco póstumo y el lanzamiento de dos biografías que repasan diferentes momentos de su carrera subrayan la vigencia de su música. Claves de un recorrido luminoso y oscuro, pero siempre sincero y conmovedor.
Tanto Pozoguerrilleroirascible, Don Cornelio y la Zona, una biografía de los 80 (Editorial Vademecum), una memoria coral escrita por Santiago Segura, quien recorre con minuciosidad quirúrgica la corta pero intensísima vida de la primera banda oficial del músico y poeta, como Palo Pandolfo, de la noche a la mañana (Editorial Sudestada), una biografía muy personal construida a través de diferentes encuentros durante más de 30 años entre Palo y el poeta, periodista y psicólogo con perspectiva de género, Facu Soto, proponen visiones que ayudan a entender al cantor con estampa de héroe colectivo que no llenaba grandes estadios ni vendía tantos discos como otros colegas mucho menos brillantes, pero que todavía ofrece revanchas a quienes no lo escucharon en tiempo.
Nacido al calor del under porteño de la segunda mitad de los ’80, el mismo tiempo compartido con el ascenso y caída libre de la llamada primavera democrática, Palo sobrevivió al desbande y a los excesos de Don Cornelio, el grupo oriundo de Flores que dejó un disco debut brillante (Don Cornelio y la Zona) y un segundo opus (Patria o muerte) tan jugado como incomprendido en su momento. Luego, al frente de Los Visitantes amplió su lenguaje artístico en donde tango, folklore y hardcore convivían sin conflictos en los complejos primeros años del menemismo. De nuevo un comienzo inspiradísimo para dejar dos obras que podrían explicar el estado de ánimo en una era de vacío ideológico y esperanzas mínimas para la patria joven que padeció la ola neoconservadora. El nuevo siglo lo encontró en un viaje solista autogestivo, similar a las fábricas recuperadas por sus obreros en donde solía tocar. Pero la crisis de 2001 arrasó con todo y también se lo llevó puesto. Una vez más primó el espíritu indómito que trabajó en banda (La Fuerza Suave, La Hermandad) y también se reinventó para tocar en donde sea bajo la figura del cantor federal.
En Palo Pandolfo, de la noche a la mañana, Facundo Soto se interna en los primeros años del músico, la vida familiar en el barrio de Flores, la escuela primaria, los amigos, el legado místico de su madre (directora espiritual de la Escuela Científica Basilio: alcanzó el nivel de médium parlante) y el ejemplo trabajador de Héctor Pandolfo, su padre. También ocupan roles influyentes sus dos hermanas mayores ocupadas en la educación musical del niño Roberto. En buena medida son aspectos poco conocidos de la infancia y adolescencia del pibe Pandolfo. «El libro como su título lo indica intenta mostrar este pasaje de la noche a la mañana, esos oscuros años de post-punk del underground de fines de los ’80 y los primeros años ’90 a los años luminosos desde el 2000 en adelante, Palo padre, Palo cantautor», dice Soto. Entre los mejores momentos del libro que mutó de casi 600 páginas a poco más de 200, aparece la prolongada internación hospitalaria que sufrió Palo cuando tenía 14 años. En un principio los médicos sostuvieron que se trataba de una apendicitis aguda, pero el diagnóstico final indicó peritonitis estrangulada y engangrenada: «En esos treinta días dantescos conocí el dolor, la impotencia y la entrega», contó Palo. «Cuando salió de la internación, todo fue diferente: su postura recia y arrogante había cedido», escribe Soto sobre el gran cambio que marcó el futuro del músico en ciernes. Palo pasó a ser un chico retraído más interesado en el arte y con un excesivo miedo por el cuerpo. “Empezó a tenerle miedo a las peleas callejeras y pánico al contacto físico, pasaba las horas leyendo y escuchando los discos de Pescado Rabioso y Los Beatles de sus hermanas”.
«Lo que me llevó a escribir el libro por un lado fue mera curiosidad y, por otro, admiración total por la obra de Don Cornelio”, confiesa el periodista Santiago Segura. La del grupo era una historia poco conocida y poco contada, y el primer paso hacia una inmersión total en el Planeta Cornelio quedó plasmada en la página web La Agenda Buenos Aires, en donde Segura reconstruye la epopeya del disco debut de Don Cornelio y La Zona al cumplirse 30 años de su edición. «Eso, por suerte, disparó la curiosidad de Roque Di Pietro, editor de Vademécum, que me ofreció desarrollar aquella nota hasta convertirla en libro; un libro que finalmente cubrió todos los años de vida de la banda y no solo aquel primer disco. En el camino, me encontré con pequeñas historias paralelas muy interesantes y totalmente desconocidas, que conformaban una gran historia riquísima”. En pocos años, por ejemplo, Don Cornelio se cruzó con la crema del rock argentino de los ’80: «Hay historias con Calamaro, Spinetta, Fito, los Redondos, Cerati, Melero y un largo etcétera». Al mismo tiempo que la banda liderada por Pandolfo cruzaba la segunda mitad de los ’80 tuvo compañeros de sello como Los Pillos y Los Pericos. «Entonces, dentro de su historia comprendí que también hay mucho de lo que pasaba con el rock argentino en aquellos días”.
El libro tiene varios hallazgos y no comete el error de centrase en la figura del cantante. Al contrario, todo el tiempo orbitan las voces de la asociación artística que formaban Claudio Fernández, Alejandro Varela, Federico Ghazarossian y Palo Pandolfo. «La estructura del libro de alguna manera la dio aquella nota en La Agenda. Decidimos con Roque Di Pietro mantener el formato coral, en buena parte porque le daba a la narración un nervio especial, un pulso más vertiginoso. Que, creo, se condice con el paso efímero pero electrizante de Don Cornelio por el rock argentino», dice el autor. En la nota original había ocho testimonios, en el libro hay cerca de 70. «Fue una buena manera de lanzar esta historia: que se exhiban las contradicciones, que cada quien cuente su verdad, por decirlo de alguna manera. Que todas las voces tengan su peso es una manera de acreditar la importancia que tuvieron en esta historia todos los músicos que formaron parte de Don Cornelio, además».
La conexión con Los Redondos, las diferencias sustanciales de Don Cornelio con el resto de las bandas que integraban el under porteño, o el hábitat natural en pozos voluptuosos como El Parakultural, Cemento y Paladium son algunas paradas obligatorias para entender un tempo oscurísimo que también ofrecía belleza, misterio y locura. En más de 400 páginas, Santiago Segura traduce el manual de sobrevivencia del prócer fallido. Y es el relato coral la brújula que indica el camino y abona la leyenda maldita de los Cornelio a medida que trascurren los días de Patria o muerte. Luego de leer Pozoguerrilleroirascible, varios amigos me dijeron que les generó algo similar a Meet in the Bathroom, el libro Lizzy Goodman que cuenta, con el mismo formato de historia oral, el renacimiento del rock neoyorquino en la primera década de los 2000. Con vergüenza debo admitir que aún no me hice de él, por lo que no puedo corroborarlo», dice el periodista. La vida de Palo y el período Don Cornelio son vías posibles para indagar en una obra brillante, musical y poética, atenta a las raíces y sin perder de vista la sofisticación y el riesgo. Un artista notable que alguna vez dijo, justo cuando las cosas parecían encaminarse en la previa de un gran disco como Transformación: «Tengo una nueva fórmula existencial. Lo más importante es lo humano, lo demás no importa nada». «
Discografía esencial
Patria o muerte (1988). Don Cornelio
Mientras la primavera democrática se apagaba entre la frustración y la impotencia, Don Cornelio acortó su nombre para dar batalla con Patria o muerte. En 15 canciones salvajes, la banda de Flores borraba de un plumazo a la nueva esperanza del rock argentino. Al otro extremo de temas como “Una señal en el agua” o “Imagen proyectada”, sonaban las campanas de un infierno personal con títulos que aún meten miedo, como “Patearte hasta la muerte”, “Reventando” y “Cabeza de platino”.
Salud Universal (1993). Los Visitantes.
Palo creó a Los Visitantes a imagen y semejanza de un sabor popular que venía cocinando desde los días finales de Don Cornelio. Junto a Federico Ghazarosian y Jorge Albornoz fundó triángulo invencible capaz de saltar del hardcore al tango con solvencia y autoridad. Salud universal es lo más parecido a un greatest hits en tiempo real, incluye cumbres pop (“Playas oscuras”), maravillas de tierra adentro (“Sangre”) y tangos del futuro (“Tanta trampa”).
A través de los sueños (2001). Palo Pandolfo.
La búsqueda permanente de un mensaje espiritual explica a las canciones del debut solista de Palo Pandolfo. En plena crisis 2001, el cantor explora nuevos territorios: hay canciones inspiradas en el nacimiento de Anahí, su primera hija (“Eclipse bien”, “En la luz”), revela nuevas raíces folklóricas (“Candelaria”) y expone el ritual místico adueñándose de la cadencia (“Todos somos el enviado”). El disco más rioplatense del cantor en etapa de purificación.
Transformación (2016). Palo Pandolfo y La Hermandad.
El cantante y compositor retoma la ruta del rock clásico pero desde la curaduría del cantor federal. Brillan las melodías y los arreglos jugados para elaborar un viaje ecléctico. Transformación tiene canciones adhesivas que merecían mejor suerte radial (“Morel”) y también algo de malicia romántica (“Drácula”). El disco corre rápido a través del lirismo de Pandolfo, un modo apasionado de acentuar las palabras y cargarse las canciones como obras dramáticas (“Un reflejo”) o relatos urbanos (“La primavera”).
Siervo (2022). Palo Pandolfo
El disco póstumo de Palo Pandolfo es una obra de arte que trasciende a la muerte. Gracias al trabajo y el tesón de Juan Belvis, productor de Siervo, la idea de utilizar el método Kamikaze hoy cobra relevancia de último legado. Pero hay que esquivar esa condición e internarse en el verdadero deseo del músico de Flores: disfrutar de once canciones que recorren el ciclo completo de la vida. “Vuelvo al polvo” canta Palo en “Humo al aire”, la última canción del disco.
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