Una tarde de lectura, Teresa Sarrail notó que como un Shakespeare criollo, el trabajo de Armando Discépolo nos sigue interpelando, cuestionando ideas y creencias, mientras narra una historia. Amanda y Eduardo, escrita hace casi cien años, podría pasar hoy o mañana. Una pasión desmedida que, con un brutal y abrupto final, pinta las pulsiones humanas. Patricia Zangaro, adaptó al gran dramaturgo, y Sarrail dirige la obra que se presenta los domingos por la noche en el Patio de Actores.

Para Teresa hablar de las injusticias sociales, sin un juicio moral, pero sí reflexionando sobre lo que se narra, es un potente mensaje que se puede dar desde el arte, en este caso desde el escenario. “Es una pieza que habla de la mezquindad y la codicia, y en el que no hay lugar para el amor, algo que a la luz de las luchas feministas y perspectivas de género de la actualidad, toman otro cariz. Hace tiempo que quería dirigir esta historia, tan melodramática entre estos dos amantes. El texto muestra el mecanismo de sometimiento y clausura en este mundo femenino. Como en otra obra de este autor, Muñecas, que dirigí hace algunos años, cuenta una situación parecida, donde un hombre usa a una mujer casi como un objeto, siendo algo aceptado por la sociedad” cuenta la directora.

La directora Teresa Sarrail.

“Hoy chicas jóvenes siguen prostituyéndose, o venden fotos o contenidos eróticos y esta historia nos pone a pensar si es un riesgo, y también nos pone a reflexionar si no se replica ese  lugar, donde ciertos sectores quieren poner a la mujer. La falta de dinero y tratar de salir adelante como sea, a veces obliga a hacer algo, y de alguna manera nos esclaviza. Quería contar eso: a veces nos podemos transformar en un objeto para otros, perdiendo el control y verdadera libertad, como la de encontrarse a una misma decidiendo qué quiere hacer para ganarse la vida”.

Sarrail considera que el rol del arte en general, y del teatro en particular, tiene una labor de descubrimiento; tanto para los actores, directores y escritores, como para el público. “Nos descubrimos, nos mostramos unos a otros, aquello que no vemos. Qué le pasa o que le podría pasar a ese otro que nos cruzamos, a lo demás. Las situaciones personales son difíciles de entender y el teatro ayuda a, sin darnos cuenta, escuchar y ver que le puede pasar a otros ser humano, que quizás tiene que hacer algo o le pasa algo y no siempre prestamos atención”.

Esta versión de Amanda y Eduardo aborda la historia de maltrato y desigualdad desde las nuevas perspectivas feministas.

Un autor y su aguda mirada

Para la directora, esta es una pieza que habla de nosotros, de todos y todas. “Armando Discépolo tiene esa habilidad. Es un tipo que entendió cómo funcionaba la sociedad argentina y nos puso un espejo delante para que nos miremos y nos pensemos. Es maravilloso. Es atemporal. La esencia sigue siendo la misma a pesar de los años. No sé si es bueno o malo, o inevitable, pero es así. En este caso, todo enmarcado con una estética de melodrama”. Siguiendo el estilo del cine de los años ‘40, la época de oro, la directora apuesta a mantener una forma de narrar: con detalles en los gestos, poses, hasta la forma de hablar. “Es un culebrón, donde alguien puede amar a otro que quizá lo maltrata, con una mirada exagerada hacia los tipos de vínculos o relaciones que pueden surgir. Es un lenguaje que tuvimos que procurar adaptar, para que tenga referencias temporales actuales y que se entienda. Se trabajó mucho en la poética, en la expresividad, en frases o formas de hablar que quizá no se usan. Todo el elenco estuvo atento a esto, pero sobre todo como el cuerpo acompaña eso que se dice; es una obra física también, que se suma a la fuerza de las palabras e ideas que transmite” cuenta la directora.

La luz, el vestuario, la escenografía, todo colabora en el armado de este universo. “Use todo lo que pude para crear un clima para que la historia tenga la potencia. Es una puesta austera, pero que usa otros recursos para que la gente, el público, se imagine donde transcurre la acción. Nos corremos del realismo, pero apelamos a crear ese lugar donde sucede lo narrado. La música, por ejemplo, es otro elemento clave. O el uso de imágenes o los diálogos a lo Brecht directo al público. Ese uso de todas las herramientas teatrales, son pequeños elementos que ayudan a entender el proceso interno de cada uno de los protagonistas”. Para la realizadora la reacción del público, a pesar de que hay momentos de comedia y de tensión, es sobre todo de emoción. “Quedan conmovidos porque se cuenta algo que nos puede pasar a todos, quizá desde otro lado, pero es una obra potente y que deja muchas preguntas en el aire, sobre cómo hacer para sobrellevar lo que nos pasa, sea lo que sea y como muchas veces nos justificamos en nuestras acciones. Creo que siempre hay otro camino, pero hay que estar dispuesto a recorrerlo”.


Amanda y Eduardo


De Armando Discépolo, con adaptación de Patricia Zangaro y dirección de Teresa Sarrail. Actán Lorena Szekely, Mario Petrosini, Liliana Lavalle, Jose Manuel Espeche, Faty Arahuete, Lucia Palacios y Jesica Álvarez. Los domingos a las 20.30 en Patio de Actores, Lerma 568.